Alrededor de Hilversum está de Heide, un lugar precioso en el que se alternan bosques, campos de dunas y otros tipos de vegetación. La nieve, al cubrirlo todo, lo unifica y crea unos paisajes espectaculares. En el camino te encuentras algunos árboles que acaban en las fotos de todo el mundo y que son muy habituales en las postales navideñas, ya que todo el mundo insiste en hacer las suyas propias usando alguna foto que han hecho en años anteriores. Por este lugar no es raro ver los búfalos escoceces o ciervos, además de aves de todo tipo y conejos que se esconden tan pronto como te ven. Toda la zona está llena de caminos para pasear, tanto andando como en bicicleta e incluso alguno para caballos.
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Bicicleta totalmente helada
Este sábado estuve en Amsterdam y aunque llevé la cámara, solo hice tres fotos y todas fueron a la bicicleta de hoy. Mientras que todas las bicis que veías por la calle tenían nieve, esta lo que portaba era hielo, por todas partes y en cantidades masivas. Parecía una escultura que conjugaba la adoración holandesa por las bicicletas con el frío invierno.
En la segunda imagen podemos apreciar con más detalle el hielo y como se extendió por radios, el sillín, la cadena de seguridad y todo lo que pilló en su camino. Imagino que la sorpresa de su dueño cuando la fue a coger fue mayúscula.
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Entrando a un bosque nevado
La nieve lo transforma todo y si la acompañas de un día soleado, las fotos son fantásticas. Entrar al bosque es una experiencia mágica que la cámara de fotos no puede capturar completamente. A tu alrededor oyes los pájaros buscando comida, la nieve que cae de las ramas al suelo y la luz que trata de abrir huecos por los que colarse. Los árboles se doblan por el peso adicional y se transforman en inmensos paraguas blancos.
La foto la hice en los bosques que hay al norte de la ciudad de Hilversum.
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El temporal de este fin de semana en Europa
El viernes estaba yo en la oficina tocándome los mondongos ?? quiero decir ?? trabajando cuando uno de mis compañeros me dice medio en cachondeo que el instituto nacional de metereología holandés estaba elevando el nivel de alerta a rojo en la región en la que yo me encontraba. No le hice caso y media hora más tarde nevaba que no veas y el Moreno y Yo nos vamos a caminar como siempre, solo que la caminata fue bajo una nevada de órdago y con un viento terrible que apenas nos dejaba ver. Las calles ya estaban cubriéndose de nieve y la sal parecía no funcionar. Tuvimos que acortar la caminata y nada más entrar en la oficina, miré la página en la que confirmaban que era un temporal, vi que los trenes comenzaban a retrasarse, llamé a mi jefa y le dije que el yogurín canario volaba a su nido ya mismo y que ¡Hasta luego Lucas! y salí por patas sin perder la dignidad porque hace tiempo que no tengo. El kilómetro y medio hasta la estación fue épico, en la Dolorsi, luchando contra la nieve que me golpeaba la cara, intentando no patinar en la nieve y el hielo y no ser atropellado por algún vehículo que quizás no me podía ver.
A las 13.01 llegaba el tren y salí en el último que funcionó de acuerdo a los horarios. El tren se fue retrasando por el camino y llegamos a Utrecht cinco minutos después de la hora prevista, con el temporal cayendo sobre la ciudad. La ruta hasta mi casa fue como para no mear gota y en más de una ocasión vi la luz al final del túnel pero lo conseguí e incluso me desvié para pasar por el supermercado y aprovisionarme. Bajo mis botas llevaba unas suelas para el hielo que me compré no hace mucho y que se han convertido en mi más mejor amigo esta semana.
En mi casa, mientras me tomaba un capuchino calentito, veía como en mi jardín se acumulaba la nieve.
En las horas que duró el temporal, cayó nieve por un tubo. El resultado fue el colapso completo del sistema ferroviario, de autobuses, de tranvías, metros y cualquier otro transporte público además del sexto mayor atasco de la historia de los Países Bajos, con gente atrapada en las carreteras durante un montón de horas. Yo me puedo considerar afortunado porque siempre que pasan estas cosas, se me erizan los pelillos del pandero y mi Ángel de la Guarda me manda a casa. En la zona donde yo vivo, la cantidad de nieve fue de más de treinta centímetros de nieve y visto el detalle de la mesa del patio, quizás tengan razón.
El sábado como soy un valiente decidí irme a Amsterdam para ir al cine y quizás hacer unas fotos. El viaje fue una aventura y en lugar de los veinticinco minutos que le toma al tren habitualmente, estuvimos casi hora y media. Amsterdam era una ciudad cubierta en agua-nieve y hielo en la que la gente se caía por todos lados, los autobuses no circulaban y los tranvías hacían lo que podían para no atropellar a nadie. La calle de compras por excelencia era una pista de patinaje. Solo hice tres fotos porque el fango y el hielo tenían una pinta asquerosa. Volver a Utrecht fue otra aventura de más de una hora. El sábado por la noche volvió a nevar.
El domingo amaneció con la ciudad de Utrecht aislada del resto del mundo, sin autobuses ni trenes. En las calles la nieve era apoteósica y me tomó casi una hora limpiar el camino por el que salgo a través del jardín. Como no podía hacer nada, me dediqué a hacer fotos en los alrededores y a cocinar, algo que mi vecino agradeció enormemente.
El lunes no tenía pensado ir a Hilversum y me planteaba trabajar desde casa pero mi amigo el Moreno me dijo que llevara la cámara y cambió mis planes. Cuando me levanté aún no circulaban autobuses y había un tren cada media hora en dirección a Hilversum. Metí la cámara y los objetivos en la mochila, cogí una de las bicis de dudosa procedencia y salí de mi casa sin saber lo que me esperaba. Tuve al menos cinco experiencias cercanas a la muerte con luz al final del túnel incluida. Llegué a la estación y aparqué mi bici en donde pude y esa fue la última vez que la vi, ya que al regresar por la noche la habían robado, algo que no lamento demasiado ya que me costó veinticinco eurolos y creo firmemente que si mi Ángel de la Guarda lo ha permitido, posiblemente fue para protegerme y evitar que me mate por el camino de vuelta y es más que probable que otro sea el que haya entregado su vida.
En Hilversum, todos teníamos una aventura que contar. A mediodía el Moreno y un servidor hicimos eso que solo los unopuntocerolistas hacemos, salir a disfrutar del mundo. Cargados con nuestras cámaras, monopods y objetivos, nos fuimos a un punto cercano a la ciudad desde el que se accede al bosque. En la ruta vimos dos accidentes de coche, por alcance ya que la gente parece estúpida y no sabe que el hielo resbala. Lo que buscábamos en el bosque eran ciervos en la nieve.
Solo vimos uno y no nos dio tiempo a hacerle alguna foto pero nos encontramos con este búfalo escocés en medio del camino que nos miraba sorprendido y con curiosidad con hielo en su pelambrera y permitiéndonos pasar a menos de medio metro de él (o de ella). Aunque no encontramos los ciervos, hicimos fotos fantásticas. Al regresar a la oficina vimos otro accidente de coche, exactamente en el mismo lugar que el anterior.
Al salir del trabajo y volver a Utrecht me fui al cine y cuando salí del mismo, sobre las nueve de la noche, además de descubrir que mi bicicleta tiene un nuevo dueño, se me helaban las ideas con los diez grados bajo cero a los que nos encontrábamos.
De todo este fin de semana pasado por mucha nieve he sacado unas cuantas fotos muy similares a las de años anteriores pero que como a mí me gustan y da la casualidad que esta es mi bitácora, desde mañana mismo interrumpimos la programación habitual y veremos fotos de paisajes nevados en Utrecht y Hilversum. Y mi Ángel de la Guarda aún tiene que trabajar alguna vez más este año y el viernes se tendrá que asegurar de que yo llegue sano y salvo a Gran Canaria y a tiempo para la cena de Nochebuena y creo que lo va a tener complicado ??