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  • Día 4 – Fulidhoo – Dhiggaluvashi Kandu 1

    21 de febrero de 2025

    Esto fue un flipe porque salimos de una inmersión antológica y entramos en otra que también fue muy linda y para ir de una a otra, cruzamos un canal con unas islas preciosas y un hiper-mega-complejo de puro lujo Merillein con cuartuchos de más de mil leuros la noche y al que se llega solo por hidroavión. Creo que conté como treinta de esas casas sobre el agua. La inmersión está dividida en dos partes, así que hoy tenemos la primera mitad. Mirando en mi cuaderno, esto fue lo que apunté sobre la susodicha: Vimos tiburones grises, de punta de aleta blanca y águilas marinas, tanto separadas como en un grupo con más de diez en formación. La corriente era brutal y la inmersión fue fantástica. La música que acompaña este vídeo es la canción Dreams del grupo The Cranberries.

    Comenzamos yendo por una pared, llena de los pececillos habituales y aquí no hay corales negros. Me he currado los parámetros de la conversión de los vídeos y este se ve mucho mejor. Pasado el medio minuto, miramos hacia el fondo y hay dos tiburones de punta de aleta blanca apatrullando el barrio. Por encima de nosotros había bancos de peces y por eso apunto la cámara hacia arriba. Sobre los dos minutos y medio vemos águilas marinas volando sobre nosotros, una formación de tres. Sobre los tres minutos y medio, dos águilas marinas pasan junto a nosotros, hicieron un picado que no veas y nos dieron el espectáculo. Una de ellas no tenía cola, seguramente la perdió en algún ataque de otro pez o en algún accidente. Con ellas llegamos al final, aunque en la segunda parte veremos muchas más.

  • Rectificando los saltos

    20 de febrero de 2025

    Yo ya lo tenía todo atado y bien atado, como dice el caudillo ese de Moncloa que enchufó a la pelleja que se chinga, a su hermano y a todos sus amigos y están robando como Maduro y amigos en Venezuela y pensaba que, como puse en Los saltos del primer semestre del 2025, estaba todo claro, pero en esa lista de saltos, me quedaba un mes en blanco, o más bien dos y yo soy consciente de la angustia existencial que sufren los dos comentaristas que quedan en el mejor blog sin premios en castellano, que a veces se despiertan gritando por la noche con pesadillas en las que se acaban los vídeos de buceo. Aunque aún tengo un montón en la reserva, pero que un montón, tantos que mis gemelos de 3 Terabytes se me han empetado y ahora tengo que decidir si me gasto un pastizal en comprar discos duros más grandes, o más de lo mismo y repetir con ese tamaño e incrementar la cantidad de mi nube en tierra a cuatro discos duros con todo duplicado. Bueno, regresando a la angustia del buceo, hace tiempo, como hago siempre, salí a pescar al GooglEVIL y puse alertas para vuelos entre los Países Bajos y las Maldivas, todos los fines de semana de los dos meses tontos y saliendo tanto en viernes como en sábado y regresando en domingo. Esta vez ni me molesté en buscar por el aeropuerto de Düsseldorf, que es infinitamente más barato, pero como los alemanes están de obras ferroviarias, me resulta imposible regresar a mi keli desde allí, así que elegí el aeropuerto de Ámsterdam, que es mucho más caro.

    Estuve pescando durante semanas, cada mañana me llegaba un correíllo con lo que había pillado, las ofertas del día y miraba si había algo interesante y cada mañana, me llevaba un disgusto, hasta el otro día que una de las aerolíneas Halal bajó los precios un montón y ese mismo día compré mi billete para volar el viernes al final de la tarde, llegar a las Maldivas el sábado a primera hora de la mañana y regresar una semana después el domingo por la mañana llegando a mi keli por la noche. Como se me olvidará, inmediatamente actualicé mi lista de vuelos y kilómetros y ahora, el primer semestre del año queda como lo vemos y con una cantidad de kilómetros tal que se queda a ciento veinte kilómetros de los cuarenta mil.

    Una vez con el billete, consulté con mis amigos de por allí y al final voy a ir a Rasdhoo, un lugar nuevo para mí, en el oeste de las Maldivas, a algo más de una hora en falúa desde el aeropuerto. Bucearé en otro club español, que ya tengo apalabradísimo y el día de la llegada es casi seguro que podré ir a ver a mis niños los tiburones del Shark Tank, que tengo ocho horas antes de pillar la falúa. He calculado que haré, si todo sale bien, hasta veintiuna inmersiones en ese tiempo. Ya he mirado y a menos que me gane la lotería, elegir un asiento de ventana para los cuatro vuelos son más de doscientos leuros, con lo que no va a suceder. Esta será mi cuarta visita a las Maldivas y como en las anteriores, iré a la terminal tercermundista porque la nueva y ya terminada, que prometieron abrir en julio del año pasado, después en diciembre, después en febrero de este año, ahora han prometido que se abrirá en octubre de este año, con lo que es muy probable que ya no se abra hasta dentro de una década.

    Lo importante aquí es que estemos todos tranquilos, que con las dos próximas visitas a Gran Canaria y la semana larguísima de las Maldivas, tenemos vídeos de buceo, que tengo encoladas treinta y ocho inmersiones, con sus vídeos correspondientes.

  • Día 4 – Fulidhoo – Kunaavashi Kandu 4

    19 de febrero de 2025

    Llegamos al final de esta increíble inmersión con una jartá de tiburones. En este vídeo básicamente estábamos yendo al lugar por el que íbamos a regresar a la superficie, que era fuera del canal para evitar que la corriente nos mande al recarajo. La música que acompaña este vídeo es la canción Jóvenes Eternamente del grupo POL 3.14.

    Comenzamos avanzando y mirando por debajo de las rocas por si hay algo interesante, como pequeños tiburones. Íbamos junto a una pared, vemos algún labios dulces y mucho pescado pequeñito, que se esconden por allí. Como íbamos tan pegados al fondo, todos aprovechamos las rocas para impulsarnos. Pasado el segundo minuto vimos un pez Napoleón grandísimo y un tiburón de punta de aleta blanca, muy estilizados y finitos. Cuanta menor es la profundidad, más peces pequeñitos que aprovechan el exceso de luz de esas zonas. En el tramo final estábamos sobre un arrecife y cerca del final vemos un pez tamborín precioso.

  • Uno pa’l hoyo

    18 de febrero de 2025

    La semana pasada, cuando llegué a la fábrica, estaba todo el mundo alterado, con corrillos y eso y yo pensé que por fin habían pillado a la otra rata, la grande  que tenemos en la oficina y quizás la habían devuelto al país del que nunca debió de haber salido, pero después me enteré de-que-no, que era otra cosa. Uno de los colegas se acerca a mi jefe, que ese día también estaba allí y se echa a llorar mientras balbuceaba algo, que no se le entendía lo que decía. Yo aproveché esos primeros instantes de desconcierto para alzar mi mesa y ponerme de pie. Mi jefe, que tengo clarísimo que es autista emocional y ni muestra ni seguramente siente ninguna emoción, tecleaba a una velocidad de vértigo en su ordenador mientras el otro lloraba a su lado y trataba de hablar y yo veía como muchos de los que estaban en la habitación, decidían en ese mismo instante que era el momento maravillosamente idóneo para ir al baño o a tomar café y poner muchísima tierra de por medio. Cuando el chamo se tranquilizó, quizás por el continuo ruido del teclado de mi jefe, le dijo que uno de los jefillos la había palmado, que al parecer se sintió mal, fue al chamán, que le recomendó el clásico de aspirina y vaso de agua, unos días después estaba muchísimo peor, el chamán lo mandó a urgencias, allí lo ingresaron y la palmó en un par de días, como que estaba muy podrido por dentro y claro, como la medicina neerlandesa no es preventiva y la gente aquí parece que le tiene alergia a los médicos, nunca se lo vieron, que seguro que el chamo ignoró todos los avisos que le mandó el cuerpo. Como el que se lo contaba a mi jefe lloraba como una plañidera, yo supuse que eran prácticamente primo-hermanos o quizás hasta cuñaos. Mi jefe en ningún momento dejó que sus emociones afloraran y tecleaba con saña mientras yo cruzaba los dedos para no ser el destinatario del correo, que el hombre a veces te manda unos leños que no veas.

    Cuando una hora más tarde me encontré con el mexicano, le pregunto si era carnal con el que la palmó y me dice que no, que sabía quién era pero que incluso creía que jamás le había hablado. Le comento lo del chamo que lloraba torrencialmente y le digo que seguramente trabajaron décadas juntos y me dice que ni-de-coña, que el que la palmó llevaba en la empresa incluso menos tiempo que yo y el llorón ni siquiera tenía trato con él, igual que mi jefe, que eso seguramente explica su más absoluta indiferencia. Un rato después nos mandan un correo informando que habrá invitación para que los empleados que quieran vayan al funeral y que pondrían un libro de condolencias en un lugar determinado y tranquilo, con vela a pilas y todo para que la gente fuera allí a escribir sus mensajes para la familia, contando, por ejemplo, grandes momentos que habían vivido con el chamo. Por curiosidad pasé por el sitio unos días después y vamos, que el colega no debía ser muy sociable porque han puesto un libro gordísimo y como no pongan a alguna inteligencia artificial a escribir cosas, se lo van a entregar a la familia vacío. Recordando muertos laborales del pasado, de mi época en la otra multinacional del país del sol caguiente, creo que con este ya van tres, quizás incluso más. A mi memoria me viene aquel que a base de fumar estaba podridísimo y lo obligaron a quedarse en su casa porque no podía ni respirar y que tres semanas después y unos días antes de la visita del médico laboral que tenía que darle el alta o la baja, la diñó y su familia ni se enteró que la había diñado hasta que el jefe del chamo en la empresa, los llamó porque no le respondía al teléfono. También recuerdo a aquel desarrollador de software que hablaba en lenguaje ensamblador y en binario y que un lunes no vino a trabajar y para el martes y de nuevo, porque la gente en la empresa estaba preocupada, encontraron que la había palmao en su keli y en la autopsia encontraron que a base de comer comida basura con mucha fritanga todos los días, descubrieron que sus niveles de colesterol eran épicos y legendarios y literalmente, reventó, con treinta y pico tacos.

    Ya con tres fiambres a las espaldas, lo de la capacidad para evitar los vínculos emocionales de los neerlandeses no me sorprende. Aquí la gente puede vivir en el mismo poblacho que sus padres, hasta en la misma calle y no se hablan ni se tratan más que unas pocas veces al año. Lo de inventarse una segunda palabra para familia, esa que ya he comentado por aquí en el pasado y que se llama gezin, ya lo dice todo. Mucha gente por aquí vive su vida sin prácticamente interacciones con el resto de los humanos fuera del horario laboral y otros, los que tienen su gezin, limitan esas interacciones única y exclusivamente, a los miembros de su gezin.

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