Ya sé que está mal que uno acuda a eventos deportivos y se divierta. Como autor de bitácora cuasi-respetable debería quedarme en casa manteniéndome al día con las informaciones que otros pollabobas como yo ponen a nuestra disposición o algo parecido pero como por desgracia mi interacción con el mundo real es más importante que criar culo delante de un monitor, hoy me fui después del trabajo al fútbol con uno de mis amigos, el cual gentilmente me regaló la entrada. Cenamos en el café Cartouche y desde allí nos fuimos al estadio del Ajax, el Amsterdam ArenA.
Huelga decir que nos lo pasamos bomba y que estábamos sentados en la fila 7, justo al lado de uno de las esquinas de córner y en una posición excelente. Probablemente mañana estaré afónico de tanto hijosdeputa que he gritado y de todo ele repertorio de insultos que le he dedicado al árbitro. Espero que mi madre no lo haya visto y que no se me haya escuchado cagándome en todos los muertos de ese vendido en español.
Como lo que cuenta es el resultado, pese al empate hemos pasado a la siguiente ronda, le hemos restregado nuestras bufandas del Ajax a los italianos y nos hemos reído todo lo que no está escrito, bailado, abrazado y si no lloramos es porque no era la final. En la próxima eliminatoria es muy probable que estemos allí, al pie del cañón, animando al equipo. Y en dos años, esos jugadores en la liga española, como siempre.
Ya sabéis que el iPhone es un teléfono deleznable que no vale para nada y que cada cuatro horas surge un iPhone killer en algún lugar del mundo pero ahí sigue y las fotos que produce son bastante decentes así que agradecerle a su Stivisima Santidad el habernos dotado de la herramienta adecuada para llevar en el bolsillo y guardar pequeños recuerdos.