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  • Fame – Fama

    31 de octubre de 2009

    Al comenzar los ochenta llegó a los cines una película muy especial llena de baile y música que narraba las aventuras y desventuras de un grupo de estudiantes del New York City High School for the Performing Arts. La película nos presentaba a los chicos y después los veíamos aprender a ser artistas, sufriendo, repitiendo una y otra vez las cosas y toreando a todos los que se querían aprovechar de ellos. Esa película fue uno de los pilares sobre los que se asentó la cultura de la década de los ochenta y de ella surgió la serie del mismo nombre que durante seis temporadas nos acercó a ese lugar en el que había que sufrir para llegar a la fama. Si eres lo suficientemente hipócrita dirás que nunca vistes la película o la serie porque estabas por encima de cosas como esas pero todos sabemos que en aquella época solo teníamos una televisión en España y todo el mundo la veía. A falta de nuevas ideas alguien decidió que ya era hora de rehacer Fame y tratar de volver a ordeñar la vaca. En España se ha estrenado como Fama.

    Un grupo de julays aún no se han enterado que es más fácil ser famoso participando en el Gran Hermano

    Un grupo de jóvenes comienza a estudiar en la New York City High School for the Performing Arts después de pasar por una dura preselección. Llegan cargados de ilusión y mientras unos enfilarán el camino del éxito, otros verán como su estrella se va apagando y en realidad no tienen aquello que creían tener.

    El trailer de esta película es magistral. Nos muestra muy poco y nos recuerda una canción que llevamos grabada a fuego en nuestras carnes. Ese trailer es lo mejor de la película. La realidad es triste y aterradora. Desde el primer instante en el que vemos la llegada de los estudiantes para las pruebas de selección, la película es plana y aburrida, le falta chispa y no consigue transmitir nada. Después, según vamos pasando año tras año la cosa no mejorará. Tenemos canciones, tenemos bailes, tenemos drama pero no hay una sola historia que enganche a los espectadores, que despierte nuestro interés. La película fracasa y cansa por la repetición y el tedio. Los jóvenes elegidos quizás sepan hacer el mono en pantalla pero no transmiten nada, ni siquiera parecen actores. Se tendrían que haber currado el guión un poco más si lo que de verdad querían era hacer una buena película. Lo que uno ve en pantalla es desastroso.

    Hay muy poco más que se pueda decir sobre este remake. Es un fracaso y no merece la pena perder el tiempo viendo algo tan malo y mediocre.

    03/10

  • El día que cayeron las hojas

    30 de octubre de 2009

    Ayer volví a mi casa cuando eran casi las once y media de la noche. Fue un día de esos en los que no paras. A la hora del almuerzo estuve en el centro de Hilversum visitando las jugueterías para comprarles los regalos de cumpleaños a los hijos de mi amigo el Rubio. Tenía mi lista con los presentes seleccionados pero la cosa se torció cuando no los tenían en ninguna de las tres jugueterías que hay en el centro de la ciudad. Con el Rubio al teléfono y su mujer entrando a veces en la conferencia conseguí encontrar algo que les guste a los niños. Cada chiquillo es un mundo. A unas les gusta pintar, a otras jugar con muñecas, a otras disfrazarse, a ellos les van los coches o los aviones o los deportes o las complejas composiciones creadas con piezas de lego.

    Con los regalos asegurados pasé la tarde trabajando y salí de la oficina sobre las cinco menos cuarto. Me encontré con la mujer del Rubio en la estación de Woerden y desde allí fuimos juntos a su casa charlando y disfrutando del fresco del otoño y de esos colores tan hermosos. Al llegar a su casa nos pusimos a preparar la cena mientras el Rubio se encargaba de traer a los chiquillos, los cuales llegaron saltando y gritando y colgándose de todos para darnos besos. Les di sus regalos y por suerte les encantaron, algo que puedes ver inmediatamente en sus caras. Después nos dedicamos a comer jamón ibérico, queso canario, fuet y así fuimos abriendo apetito para la cena. Tras la misma jugamos, cantamos, nos reímos y después de leerle un cuento a la hija del Rubio para que se durmiera pudimos relajarnos y sentarnos a disfrutar de nuestras cervezas, aunque previamente me pasé por la cocina de su casa y preparé doce magdalenas de chocolate para que los chiquillos se las coman. Esta semana ya he cocinado 3 tandas de 12 unidades y probablemente habrá otra ronda antes de que concluya la semana. La mayor parte las regalo en la oficina y a mis vecinos y amigos.

    A la hora de marcharme, su mujer me alcanzó en coche a la estación de Woerden con mi bicicleta plegada en el portabultos del vehículo. El tren llegó al par de minutos y diez minutos más tarde yo pedaleaba por las calles de Utrecht, una ciudad que descansa y en la que a esas horas no ves a casi nadie. El aire fresco me acariciaba la cara mientras yo zigzagueaba con mi bici escuchando un audiolibro y a la vez perdido en pensamientos variados sobre lo dulce que puede ser la vida y lo afortunado que soy por estar del lado bueno del universo, de ese en el que sabes que posiblemente otros lo estén pasando fatal pero a ti parece no tocarte.

    Al cruzar el parque que se encuentra al comienzo de Lunetten vi a lo lejos un par de erizos que buscaban comida y que se quedaron quietos al oír llegar mi bicicleta. Al llegar a mi casa acusé recibo de llegada y me acosté temprano porque estaba cansado.

    Esta mañana al levantarme no noté nada extraño. Parecía un día más, otro día de otoño. Me duché, desayuné y me preparé para ir a trabajar. Cogí la bicicleta, comencé a pedalear y al llegar a la calle principal me sorprendió el aspecto. Toda la calle estaba llena de hojas, era como si no las hubieran recogido durante semanas. Pasé por ese mismo lugar ocho horas antes y allí no habían tantas hojas así que por la noche debió de pasar algo. Todo el recorrido hasta la estación central de Utrecht fue igual, calles llenas de hojas, carriles bici que parecían asfaltados de hojas de todos los colores y montañas de hojas en todos los rincones. Al llegar a Hilversum me encontré un panorama idéntico, una anormal cantidad de hojas. Mientras pedaleaba hacia la oficina veía una constante lluvia de hojas que caían de los árboles.

    Anoche no fue la noche más fría, no llovió, no hubo viento, no hay nada que justifique esta súbita caída de hojas pero de alguna forma parece que todos los árboles están comunicados y colectivamente decidieron que en la noche del veintinueve al treinta de octubre era el momento adecuado para deshacerse de la mayor parte de las hojas y prepararse para el invierno.

    Hoy a la hora del almuerzo nos fuimos al bosque a buscar setas para fotografiarlas y allí sucedía lo mismo. La alfombra de hojas era increíblemente tupida y aunque nos costó, al final encontramos un montón de setas con las que disfrutamos como enanos durante la hora que estuvimos fotografiándolas. Al volver vimos que los coches que están en el aparcamiento de nuestra empresa estaban cubiertos de hojas ya que la campaña aún no ha terminado.

    A partir de ahora los días se harán más cortos rápidamente, volverá la oscuridad y todos cruzaremos los dedos para tener un par de semanas con diez grados bajo cero o más para que se pueda celebrar la Elfstedentocht, una carrera de patinaje sobre hielo de casi doscientos kilómetros entre once ciudades de Frisia que se celebró por última vez en el año 1997 y que de suceder, paralizará todo el país y lo convertirá en una gigantesca fiesta.

  • Iglesia junto al canal

    30 de octubre de 2009
    Iglesia junto al canal

    Iglesia junto al canal, originally uploaded by sulaco_rm.

    Una de las cosas que siempre me han molestado de las iglesias de Delft es que no dejan hacer fotos en su interior así que nos tenemos que conformar con imágenes de su exterior. No deja de asombrarme lo restrictivo que son los dioses para algunas cosas o es más que probable que sean aquellos que dicen estar en contacto con los mismos e interpretan sus órdenes y deseos para que el resto las llevemos a la práctica. En esta imagen me gusta el efecto del reflejo del puente en el agua y las ramas sin hojas del árbol y eso pese a que la foto la hice en un mes de abril y técnicamente llevábamos algunas semanas de primavera.

  • La llegada a Stepniczka

    29 de octubre de 2009

    El relato comenzó en Los preparativos y el comienzo del viaje a Polonia

    Con tantas horas dentro de un vehículo, pronto captas cosillas sobre la personalidad de los que van contigo. Al Moreno lo conozco desde hace la tira de años y sé muy bien como es pero con el otro hombre, una vez que empiezas a quitarle capas a la cebolla de su vida, te das cuenta que está aún algo tocado porque enviudó no hace mucho, que se siente solo y va en este tipo de vacaciones para tener la oportunidad de hablar y tratar con otras personas, que habla sin parar de esos viajes pero no da información alguna sobre su vida anterior o lo que hace entre vacaciones y cosillas similares. Entre charla y charla yo me eché una cabezadita aprovechando que iba en el asiento trasero del coche.

    Las horas corrían muy despacio mientras arañábamos kilómetro a kilómetro al navegador y casi sin creérmelo pasamos por los alrededores de Berlín, lugar en el que la autopista enfilaba hacia el noreste, en dirección a Polonia y hacia el lugar en el que pasaríamos seis días. A través de la ventana del coche vi multitud de animales, zorros, ciervos, caballos y todo tipo de aves. Eso junto con unos campos preciosos, unos bosques en plena explosión de colores e imágenes de postal que te dan escalofríos. Se nota un montón la diferencia entre la Alemania del Oeste y la antigua Alemania del Este. En esa parte del país ves de cuando en cuando grandes edificios abandonados y las casas son más modestas. Esto nos fue preparando para lo que se nos venía encima ya que en un punto determinado el GPS comienza a decirnos que se acababa la carretera, que el mundo conocido estaba a punto de desaparecer y que lo mejor que podíamos hacer era volver atrás. El problema es que Polonia no forma parte de la cartografía que tiene el vehículo y se negaba a darnos instrucciones para entrar allí. Pasamos la frontera y la dulce voz que hasta ese momento nos había guiado se quedó en silencio y se negó rotundamente a decirnos nada más.

    En la frontera, los polacos dejaban entrar a todo el que quiera sin más control mientras que los alemanes sí que estaban apostados en el lugar parando coches y controlando a sus ocupantes ya que aunque tengamos las fronteras abiertas, todos sabemos que es más fácil que alguien se intente colar en Europa viniendo de ese lado. Después de dejar atrás la frontera, la autopista comenzó a degradarse y en un momento determinado me pareció escuchar la voz de un capitán avisándonos de la llegada de turbulencias. El asfalto estaba fatal y el coche comenzó a vibrar y saltar como poseído por algún mal y tuvimos que reducir la velocidad un montón. Cuando pasamos las turbulencias, las cuales duraron varios kilómetros, de repente nos encontramos con un cartel diciendo que en los siguientes trescientos metros la gente cruzaba la autopista y efectivamente, habían pasos de peatones y demás. Antológico lo de los pasos de peatones en una autopista, se dice y no se cree. Desde el otro coche nos llamaron para avisarnos de un accidente de tráfico en el carril izquierdo que estaba sin señalizar y nos sugirieron que fuéramos por el derecho. La noche había llegado y salvo por las luces del coche, no veíamos nada afuera. De repente aparece un triángulo de emergencia y quince metros más adelante está un coche totalmente destrozado en el carril izquierdo y un coche de policía que seguramente había traído a los hombres que estaban asistiendo en aquel accidente. En los Países Bajos por menos que eso se cierra la autopista pero en Polonia con un triángulo y sin iluminación ninguna se soluciona la cosa. Si alguien va por el carril izquierdo y está un poco despistado, se los lleva por delante.

    Usando un mapa encontramos la salida que teníamos que tomar en la autopista para ir hacia Stepniczka, la cual está a unos quince kilómetros por una pequeña carretera comarcal en la que nos topamos con un zorro que quería cruzar la carretera y al que casi atropellamos y un ciervo que también tuvo que abortar sus maniobras. Habíamos perdido la fe y pensábamos que estábamos perdidos cuando vimos el cartel del villorrio, un sitio con algo más de doscientos habitantes, según la wikipedia, aunque a mí me dio la impresión de estar más poblado. A la entrada del pueblo estaba la comisaría de policía y decidimos parar a preguntarles por la dirección. Se bajó el Moreno y de repente vemos que se encienden varias luces dentro del edificio y pasan los minutos sin que nuestro amigo vuelva. Cuando lo hace una mujer policía le hace señas indicándole el camino. Nos contó que la comisaría está protegida por tres puertas con barrotes del exterior y que tardaron un rato en abrirlas todas para que él entrara. Después surgió el pequeñísimo problema de la comunicación porque nadie allí hablaba inglés y a base de mapa y buena voluntad consiguió que le dieran unas indicaciones muy básicas.

    Encontramos la calle en la que debía estar la pensión de lujo pero allí no existía el número que buscábamos. Llamamos al organizador y nos dijo que al llegar al final de la calle había un pequeño camino anegado y teníamos que seguir por ahí con el coche y llegaríamos a la pensión. Si hay algo en lo que no mintió fue en lo de que el camino estaba anegado. Era como un río y allá a lo lejos, una casa solitaria pero bien iluminada. En el aparcamiento vimos un montón de coches con matrícula holandesa así que sabíamos que aquel era el lugar.

    Dejamos el coche y sacamos nuestras cosas. La dueña de la pensión nos recibió y nos llevó a nuestras habitaciones. El Moreno y un servidor nos pillamos una en la primera planta y el otro hombre se fue a la segunda planta. Nuestra habitación era austera con ganas con dos sofás convertidos en cama, una mesa raquítica sobre la que descansaba una tele que parecía pesar más de lo que podía soportar la mesa y unas tuberías enormes que cubrían una de las paredes. Descubrimos que había otra gran verdad en la información que recibimos. Para toda la planta existía un único baño con ducha que tendríamos que compartir entre cinco habitaciones.

    Bajamos a la planta baja en la que había una enorme sala con una gran mesa y una chimenea al fondo. ?ramos los últimos en llegar y todos estaban ya sentados. Yo me pillé el sitio más cercano a la chimenea. Al momento nos comenzaron a traer la cena, que constó de una sopa de verduras seguida de unos filetes de pollo empanados con verduras y papas y café con tarta de manzana de postre. La comida estaba muy sabrosa. La regamos con cerveza polaca. Después de la cena el organizador montó un beamer y nos fue explicando lo que veríamos al día siguiente y dándonos algunos consejos básicos sobre los ajustes para las cámaras. Comenzaríamos a las nueve y media de la mañana y el desayuno era una hora antes. Como todo el mundo estaba muerto después de tantas horas de viaje nos fuimos a dormir pronto. Nuestra habitación era como un horno y la dueña vino toda orgullosa a decirnos que las tuberías que veíamos en la pared eran de la chimenea de la planta baja y que por eso esa habitación era la más calentita. Optamos por dormir con la puerta abierta para que entrara algo de fresco.

    Yo caí muerto casi al instante y como cuatro horas más tarde me despierta el Moreno para quejarse porque estoy roncando mucho. Me doy la vuelta y sigo durmiendo y un par de horas más tarde me despierto porque alguien más está roncando en estéreo y con un amplificador que no veas. El Moreno me da un toque y me dice que me de la vuelta y cuando ve que yo también estoy despierto y que los sonidos continúan se da cuenta que en realidad hay alguien en el edificio capaz de roncar con tanta fuerza que parece que lo teníamos en la habitación. Cerramos la puerta y optamos por asarnos de calor pero al menos no escuchar aquel ronroneo tan molesto.

    Por la mañana fuimos pasando por el baño de uno en uno y según acababas ibas bajando a la sala común en donde la chimenea ya crepitaba y el café estaba bien caliente. Así fue como comenzó nuestra aventura en Polonia.

    El relato continúa en Primer día con las águilas ? Primera parte

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