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  • Los paranoicos

    15 de marzo de 2009

    Cuando estás en una escalera abarrotada de gente sudorosa y te obligan a esperar en ella quince minutos te planteas el pasarte al reverso zarrapastroso y dejar de ir al cine para ver las películas en la comodidad del hogar y sin pagar nada, que para eso todo está en Internet. Por suerte el mosqueo me dura hasta que la muchedumbre comienza a moverse y una vez entro en la sala y me siento se me pasa y recupero la ilusión por disfrutar del cine en el cine y más si es una de esas películas que todos sabemos que jamás llegarán a las pantallas comerciales. Una de las películas que vi en el festival de cine de las Palmas de Gran Canaria fue Los paranoicos, la cual dudo que podáis llegar a ver ya que no parece tener fecha de estreno en ningún lugar fuera de Argentina.

    Un julay mentalmente desbaratado se encoña de la chocha del miércoles y busca empitonarla hasta que la sienta en las amígdalas

    Luciano no es muy normal. Tiene un cerebro de esos que funcionan a ciento veinticinco voltios y que asocia complejos rituales a todas las actividades que realiza. Trabaja animando fiestas y cumpleaños con un traje de monigote y escribe un guión que nunca acaba. Un amigo suyo vuelve de España a pasar las vacaciones y su universo se estremecerá cuando descubre que en este lado del atlántico hay una serie creada por su amigo y en la que uno de los protagonistas está inspirada en sus paranoias e incluso tiene su nombre. La visita perturbará su micro-cosmos y solo Dios sabe lo que saldrá de este cóctel.

    Esta es una de esas películas que hay que mirarla como a una cebolla, llena de capas que podemos ir separando aunque el producto final es la mezcla de las mismas. Lo primero que notamos es la música, una selección increíble de canciones y grupos para mí desconocidos pero muy efectivos. Cerca del comienzo tenemos una escena en la que el protagonista baila desbocado a ritmo de música punk y en ese instante pensé que aquello no venía a cuento. Más tarde me tuve que tragar mis palabras. En otro nivel tenemos las relaciones personales, la amistad, el amor y todos los flujos de información asociados con ellas. Los amigos se quieren pero también se odian, hay un tira y afloja constante, un baile de dardos envenenados y momentos de sincero amor que define el trato entre gente que se quiere. En un tercer nivel está el mundo interior de alguien que definitivamente no es muy normal, que parece tener un cerebro desajustado que combate esta diferencia creando rutinas para cada cosa. Esta persona mira el mundo desde sus rituales ya que estos le dan seguridad, lo afianzan a un mundo en el que no se siente identificado. Junta la música, las relaciones y las paranoias, engánchalo todo con diálogos fluidos y tendrás una película muy curiosa en la que bordeamos continuamente el abismo por el que seguramente se despeñará su protagonista tarde o temprano. Lo que he dicho hasta ahora es lo que me gustó, las cosas que hacen de esta una buena película. En donde falló fue en estirar las escenas demasiado, en procurar exprimir hasta la última gota y en ese ejercicio cansa a los espectadores. Se trata de contarnos una historia y no ayuda el poner al protagonista a bailar un tema musical y dejar la canción hasta el final. La idea la captamos en los primeros treinta segundos, los dos minutos siguientes sobran y por eso terminas por distraerte. Lo otro que no me gustó fue una de las tramas secundarias, la del sufrido amigo que aguanta las locuras estoicamente. Su papel no está claro, desaparece en un punto determinado sin que su participación aporte nada a la historia y todos esos minutos derrochados en él te dejan una sensación de vacío, de una línea que el director y guionista no supo como aprovechar.

    Los actores y actrices están fantásticos, hacen la película muy creíble y transmiten complicidad a los espectadores. Los diálogos muy certeros y si hay que lamentar algo, es esa sensación de haber visto un producto que había que pulir un poco más, limar las cosas que sobraban y terminar las que quedan inconclusas.

    Da igual que os diga que merece la pena y que deberíais ir a verla. Por desgracia en nuestro mundo solo hay cabida para los productos de la factoría norteamericana y esta no la llegaréis a ver.

    06/10

  • No-Do

    14 de marzo de 2009

    Estando de visita a Gran Canaria coincidí con el festival de cine de las Palmas de Gran Canaria, algo que creo que me ha pasado en los últimos cuatro años independientemente de la semana de marzo en la que voy de vacaciones a la isla redonda. En ocasiones anteriores he huido del festival como de la peste negra porque la cartelera no me atraía nada pero este año tenían un ciclo de películas argentinas y unas cuantas películas españolas que me apetecía ver así que he aprovechado las tardes para ver una o dos películas. En mi segundo día en la isla estrenaban No-Do, del director canario Elio Quiroga y puesto que la anunciaban como película de terror decidí darle una oportunidad. La sala estaba petada de gente y al ser un festival, nos presentan al director y alguno de los miembros del equipo que hablan y la gente les aplaude ilusionada. Me temo que lo que vino a continuación no cumplió con nuestras expectativas.

    Una julay se muda al chabolo del obispo y aquello está lleno de inmigrantes extrasensoriales

    Una pareja alquila una casa en las afueras de la ciudad, un casoplón que no veas que anteriormente era la residencia de verano del obispo. Nada más llegar a la casa comienzan las coñas parasicológicas y la mujer se desquicia mientras su marido no la cree y la casa se llena de espíritus y otro tipo de gentuza.

    No sé que coño pasa con el cine de terror español en esta década. Parece que lo de casa grande llena de espíritus se ha convertido en marca de la casa. Ya comienzan a aburrir estas películas con casas encantadas en las que por supuesto, siempre hay chiquillos implicados y los más acarajotados parecen no darse cuenta de lo que es real y lo que es imaginación de alguno de los protagonistas. En este caso estaba cantadísimo. La historia la redondearon con una línea argumental de No-Do hechos sobre expedientes «X» por encargo de la iglesia católica que la verdad, aburre y no aporta demasiado. Sobre la acción en el escenario principal, la casa encantada, es tediosa y además de no cumplir con la cantidad de sustos adecuados, falla en muchos momentos. Lo peor que le puede pasar a una película de estas es que se marche gente y en la primera media hora hubo una pareja que se fue de puro tedio. Seguro que si muchos hubieran sabido lo que venía a continuación los habrían seguido porque la cometa no llegó nunca a alzar el vuelo y para cuando terminó estábamos tan indiferentes como al comienzo. El principal problema es de continuidad, el guión tiene unos agujeros enormes y las dos tramas, la de los No-Do y la de la casa no terminan de cruzarse de forma convincente. Aún peor es que los chiquillos no logran salvar la cosa, algo que sucede en otras ocasiones en las que el carisma de los menores y su sincero terror (o sadismo) nos mantiene pegados a los asientos. Por último, en este cóctel de desatinos, la protagonista parece perdida, recita sus líneas sin creérselas y a su marido, cuando le da la réplica, parece más falso que Judas. Con tanto karma negativo, no hay forma de salvar la película.

    En definitiva, me temo que os la podéis saltar ya que como película de terror no da la talla.

    04/10

  • Faro perdido en las dunas

    14 de marzo de 2009
    Faro perdido en las dunas

    Faro perdido en las dunas, originally uploaded by sulaco_rm.

    Terminamos con un par de dunas inmensas en comparación con el Faro de Maspalomas, una figura diminuta que tendréis que buscar con atención en la imagen.

  • Dando un rodeo al regresar

    13 de marzo de 2009

    Lo bueno que tiene la previsión es que he pasado una semana real de vacaciones, yendo a la playa, viendo varias películas en el Festival de cine de Las Palmas de Gran Canaria y caminando un montón, en la arena de la playa de la Garita, en el paseo costero y donde se tercia. En estos días no he dado un palo al agua y salvo por el relato del viaje de ida, no he escrito casi nada. Mi viaje de vuelta comenzó a las cinco y media de la mañana, la hora a la que debería haber sonado mim despertador. Como sucede casi siempre, las excepciones están siempre relacionadas con excesos alcohólicos, me despierto de manera natural uno o dos minutos antes de que suene el despertador, no sé si es una bendición o una maldición, yo fijo la hora y de alguna manera extraña, mis ojos se abren antes. Mi teoría para explicar esta anomalía es que formo parte de la matriz, soy uno de los programas que se ejecutan en la misma y funciono con precisión informática.

    Después de ducharme y empaquetar las últimas cosas me pesé con la maleta para controlar el exceso de equipaje y me pasaba así que los garbanzos y las lentejas se tuvieron que quedar en Gran Canaria. Mi madre le manda «un regalo» a mi amigo el Rubio para su tercer hijo y su concepto de un pequeño regalo es el de un ajuar de cinco kilos de toballas, mantitas, calcetines y demás parafernalia. No recuerdo haber llenado mi legendario trolley con tantas cosas en todos estos años, la cremallera casi no se podía cerrar. Salí con tiempo suficiente y aunque creía que llegaría después de las guaguas que traen a los turistas no fue así y el mostrador de facturación estaba vacío. Me asignaron un asiento en la última fila, tal como pedí y con todo el peso del equipo fotográfico y el portátil a la espalda me dirigí al control de seguridad, esa pantomima con la que pretenden tranquilizarnos para que viajemos tranquilos.

    En el aeropuerto maté el rato viendo un par de episodios de una de las series que sigo y a la hora indicada comenzó el embarque. Mi segundo viaje con TUIfly no era hacia el aeropuerto de Düsseldorf, el cual había sido mi punto de partida en el viaje de ida sino al de Hannover, un movimiento que puede parecer extraño pero que me convenía más por los horarios. Quiero aprovechar para recordar que este ha sido uno de los viajes más baratos que he hecho en mucho tiempo, ciento cuarenta y cinco euros por un Düsseldorf – Gran Canaria – Hannover.

    Al dirigirnos al extremo de la pista de despegue aluciné con todos los aviones militares que hay en estos días en la base de Gando, creo recordar haber leído en la prensa algo sobre unas maniobras y una concentración de pilotos. En el despegue, observé la costa noroeste de la isla mientras tomábamos altura y giramos hacia el norte en la Garita, justo sobre la playa en la que he pasado los últimos días. Desde el aire puedo ver la casa de mis padres, el paseo y la playa y esa es la imagen que me llevo al comenzar el regreso. Después de tomar algo de altura comenzó el bailoteo de la tripulación y de entrada nos trajeron el desayuno gratuito. Después de comer me dedicaba a escuchar por enésima vez el audiobook del libro Twilight – Crepúsculo y como en ocasiones anteriores, contengo la respiración fascinado por la historia. En mis dos últimas audiciones (o lecturas, si consideramos que es un libro) lo he terminado en poco más de un día.

    En algún lugar sobre la península ibérica la tripulación andaba liada vendiendo cigarrillos y chocolate cuando una de las pasajeras situadas en la zona media se levantó para ir al baño. Debía tener alrededor de cuarenta y pico años mal llevados y vestía como la Barbie putorra original. Llevaba una falda demasiado corta, exceso de maquillaje, colores vivos y un pelo más falso que el de la Reina de Holanda (o la de España, que es otra adicta a la laca de bote). Para viajar había elegido unos zapatos de tacón de aguja que golpeaban el suelo mientras avanzaba y levantaba miradas de curiosidad de todo el mundo. A medio camino se topó con el carrito de la venta «libre de impuestos» y después de esperar unos segundos para que la dejaran pasar, tocó en el hombro al azafato. En ese momento me di cuenta que el hombre era clavadito a Ken, también algo pasado por los años. La ignoró completamente y ella lo volvió a intentar, golpeándole de nuevo en el hombro. El Ken hizo ese perceptible movimiento de cabeza que parece ser inherente a los que se escapan del armario y que siempre me ha fascinado porque todos lo hacen igual. Es como si en su interior llevaran una folclórica de larga melena y gafas horrorosas y mueven la cabeza para agitar el pelo y llamar la atención solo que Ken no lucía una gran melena. Después de ese movimiento reflejo que lo delató y lo identificó unívocamente como uno de los seguidores del Señor de los Julandrillos le hizo un gesto de asco profundo que reveló lo resentido que quedó con su relación, lo mucho que repudia los años que pasó con Barbie comiéndole el potorro cuando él lo que quería era hartarse a salchichas. La miró de arriba a abajo con cara disgustada y la mandó a sentarse y esperar a que pasaran por su fila para ir al baño. Ella se tragó la respuesta que se veía en su cara que le quería dar, se dio la vuelta y regresó a su asiento clavando los tacones en la moqueta del avión.

    Tras el encontronazo entre Barbie y Ken el vuelo transcurrió sin nada más que reseñar. En algún lugar sobre Francia nos dieron un refrigerio y diez minutos antes de la hora comenzamos las maniobras de aterrizaje. Sobre Hannover las nubes eran increíbles, como inmensos algodones que parecían sacados de alguna vieja pintura y que resaltaban contra un cielo muy azul. Una lástima que no pude hacerles fotos.

    Después de aterrizar en Hannover, aeropuerto que visitaba por primera vez, esperé a que se vaciara el avión y salí el último. Para cuando llegué a las cintas de recogida de equipaje, éste ya estaba saliendo y mi maleta venía directamente hacia mi, así que la cogí y bajé a la estación de tren que hay en el aeropuerto. Desde allí fui a la estación central de Hannover y mientras esperaba por el InterCity que me llevaría de vuelta a casa aproveché para atiborrarme a comida alemana. Gracias a Dios no vivo en ese país porque de ser así, ahora me llamarían el Boliche. Los alemanes comparten con los holandeses la obsesión por la puntualidad y en sus estaciones a veces da la sensación que están representando una inmensa coreografía. Al comprar el billete me habían dicho que no reservara asiento porque ese tren no va muy lleno y efectivamente, encontré asiento sin demasiados problemas y después de un rato hasta me pude cambiar a uno con toma eléctrica para que mi portátil no sufra demasiado.

    Y así fue como en el mismo día salí de Gran Canaria, llegué a Hannover y desde allí viajé a Utrecht, un gran rodeo para volver a casa.

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