Para mí no existen las semanas normales. Todas son especiales por uno o varios motivos. La semana pasada había quedado un día con El chino y otros amigos para ir a cenar al Café Cartouche. La comida fue perfecta pero nos decepcionó que estén violando la ley y permitan que la gente fume en el interior del local. Como no soy vengativo y creo que hay que ayudarlos a rectificar, los vamos a denunciar para que les hagan una inspección y les pongan una multa. La Ley es la Ley y hay que cumplirla y más cuando nos protege de los hijosdeputa fumadores de mierda, una especie que despreciamos cada vez más gente. La guerra en su contra la vamos a ganar, los hemos expulsado del transporte público, del entorno laboral y ahora lo haremos de bares y restaurantes. No me queda la menor duda.
Otro día quedé con El Niño para ir al cine y cenar juntos. Se nos hizo tarde con las copas y demás y se quedó a dormir en el Chumino y para que no me critique y diga que no cuido a mis invitados le endiñé doce magdalenas de las que se comió tantas como pudo y el resto se las llevó para acabárselas durante el día.
Tuvimos una misión secreta en uno de los paseos habituales a la hora de almorzar. Mi amigo el Moreno recibió un soplo y nos fuimos en misión especial a un lugar que preferimos mantener en secreto en Hilversum. Allí tuvimos que creer cuando lo vieron nuestros ojos. Una familia de búhos chicos vive en una calle de la ciudad. Alucinamos en colores. Nos partimos el lomo a buscar los animales en los sitios más escondidos y a veces los tenemos casi en la puerta del trabajo. Al día siguiente volvimos pertrechados de todo el equipo para una sesión fotográfica de hora y media con los búhos. Hice cientos de fotos de las que elegiré un pequeño número y algún día las pondré por aquí. Ahora que sabemos en dónde pasan el día esperando que anochezca los visitaremos a menudo. Lo de los búhos fue realmente mágico, son preciosos.
Con lo anterior ya era una semana completa pero hubo más. Mi amigo el Rubio me invitó a invitarlo a cenar e irnos de copas otro día. Nos fuimos al Oudaen, otro de esos lugares a los que voy una y otra vez. Desde allí continuamos la noche bebiendo Guinness en el pub Florin de Utrecht. Hacía años que no íbamos por allí, concretamente desde el día que ganamos un premio en un concurso, una historia que creo no haber contado nunca por aquí. Por suerte mi jefa trabajaba desde su casa al día siguiente y no notó la resaca horrorosa que yo tenía.
Ese fin de semana estuve en Amsterdam para irme de compras y ver un par de películas. En esta época la ciudad está preciosa. Coincidió con la cabalgata de bienvenida a Sinterklaas, que recién había llegado el día anterior a los Países Bajos desde España. Se quedará con nosotros hasta pasado el cinco de diciembre, día en el que los niños que no se han portado mal reciben regalos. Si no fuera tan despistado y hubiera sabido lo de la cabalgata me habría llevado la cámara para hacer unas fotos.
Finalmente también hubo tiempo para cocinar. Me apetecía probar cosas nuevas e incorporarlas a mi pequeño libro de recetas de cocina. La veréis en las próximas semanas. Una de ellas fue la deliciosa Erwtensoep, una sopa de guisantes muy típica del invierno en Holanda. También preparé un estofado con cerveza Guinness del que me he enamorado. La receta la saqué del nuevo libro de Jamie Oliver el cual me llegó durante la semana. Mis vecinos se pasaron por mi casa cuando estaba cocinando y alucinaron con los olores que salían de mi cocina. Les di unas cuantas magdalenas ya que durante la semana preparé cuarenta y ocho.
Así que en una semana normal hice un montón de fotos, vi a los amigos, estuve en el cine cuatro veces y cociné comidas deliciosas. No me extraña que no me quede casi tiempo para escribir algo para la bitácora.