En esta primera foto de la muralla de Ávila tuve que hacer malabarismos para que no salga ninguna antena o grúa de construcción ya que quería mantener su encanto. La muralla es Patrimonio de la Humanidad pero a su alrededor proliferan parabólicas, antenas y todo tipo de aberraciones que no deberían permitirse.
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La colonia mágica
Siempre se habla de los milagros de esta santurrona o aquel monseñor fundador de mafia de libro bestseller y nunca de los verdaderos milagros, esos que nos dejan sin habla y que suceden en nuestras casas y más concretamente en nuestros fastuosos baños.
En el mío el milagro comenzó en el año 2003 cuando me regalaron una botella de colonia Carolina Herrera tamaño garrafón. Por si aún hay alguien que no lo sabe, yo siempre he sido fans de esta colonia y la he usado durante años, meses, semanas, días, horas, minutos y segundos. Desde ese 2003 cada mañana tras la ducha me rociaba con unos vapores celestiales procedentes de la botella y así, día a día, llegamos al 2004 y siguió pasando el tiempo y tomamos las uvas del 2005 y a mí ya me empezaba a mosquear la cosa porque aquello no parecía acabarse.
No le volví a dar importancia hasta el año 2006, cuando celebramos los tres años de garrafón de colonia y por primera vez comprendí que estábamos ante un milagro, uno de esos de los que no se hablan pero que son reales. Por si no fuera bastante llegó el año 2007 y en su cuarto aniversario la colonia empezó a desaparecer pero por culpa del efecto invernadero y el calentamiento climático de mi casa con la calefacción y aún así, no se acabó hasta finales de noviembre del 2007.
Casi cinco años para un bote de colonia y ahora que no lo tengo me siento como huérfano y puesto que no me gusta comprar colonia me pregunto si algún ser de bien que viva en las Canarias, lugar en el que se compran estas cosas a precios de mearte de risa, tendrá a bien el regalarme mi nuevo bote de colonia Carolina Herrera para los próximos cuatro o quizás cinco años y lo puede hacer o con la excusa de los Reyes Brujos o de mi cumpleaños, el cual os recuerdo es la víspera de Reyes.
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Volando con los reyes del cielo europeo
Ahora que lo pienso resulta extraño que durante todo este tiempo he volado con un montón de compañías aéreas y sin embargo las dos más importantes en Europa nunca había sido una opción. Yo lo achaco a los destinos que tienen ambas desde Holanda, que no me interesaban bastante o podía conseguir alternativas de igual o mejor precio volando con otros, como Vueling, compañía con la que he visitado Valencia, Madrid y Barcelona y que en Enero me llevará a Sevilla.
Aprovechando que mis padres estaban de visita organicé un par de escapadas, la primera a Roma y la segunda a Dublín. Sobre la una no he hablado ya que nunca tuvo lugar, hubo una huelga de transportes en toda Italia y se cancelaron los vuelos a ese país. Fue un buen recordatorio de por qué vivo en un país de Primer Mundo. El otro viaje comenzó en un taxi camino de la estación de tren de Utrecht desde donde tomamos un Intercity a la ciudad de Eindhoven, conocida por ser el lugar en el que nació la compañía Philips y por el equipo de fútbol PSV Eindhoven. Hasta el más torpe puede deducir de donde viene la P del nombre del equipo ??
Desde la estación de tren tomamos el autobús que nos llevó al aeropuerto de Eindhoven, ciudad desde la que vuela Ryanair en Holanda. Un día de estos contaré las diferentes formas de llegar desde ese aeropuerto a Amsterdam para aquellos que llegan aquí a través de la magia de los buscadores. Hacía un par de años que no pasaba por allí y ha cambiado un montón. Han inaugurado la nueva terminal, una bombonera preciosa y de tamaño amigable que resulta un placer para el pasajero. Como teníamos las tarjetas de embarque fuimos directos al control de seguridad. Ryanair es diferente a otras líneas aéreas en la forma en la que abordan el concepto de volar. Ya lo notas cuando estás comprando el billete en su página web. Según lo que eliges pagas más o menos y la norma es que las cosas tienden a ser gratuitas cuando no requieren la intervención de humanos. Tuvimos que pasar un control de pasaporte, algo exótico en estos cielos abiertos que tenemos en Europa e imagino que los irlandeses, al igual que los británicos, no pertenecen al Universo Schengen. Nuestro avión llegó media hora antes de la salida del vuelo. Ya me habían contado que eso de no tener asientos asignados es un cachondeo y termina ayudando a sentar a la gente más rápido pero hasta ahora no había podido comprobarlo. Lo cierto es que por haber facturado por internet estábamos en el pelotón de salida, el grupo al que se permitía correr en primer lugar. nos pusieron en nuestras posiciones para la carrera y cuando la azafata de tierra abrió la puerta allí hasta el más pijo perdió la dignidad corriendo por la pista del aeropuerto hacia el avión para conseguir un buen asiento. Una vez apalancados en nuestras butacas de un avión impecablemente nuevo descubres los detallitos que hacen tu vuelo más placentero, como el que no se pueden reclinar los asientos y de esa forma el hijoputa que siempre se sienta delante tuyo no puede amargarte el vuelo o que no hay bolsa en el asiento de delante y no tienes que molestarte en guardar la mitad de toda esa morralla que arrastramos siempre para las dos horas que andamos sentados en el aire.
En un pis-pás estábamos todos dentro, cerraron las puertas, nos explicaron las medidas de seguridad, esas que hemos oido mil millones de veces y quizás alguna más y que básicamente son inútiles porque en el hipotético caso de una desgracia a lo único que podemos aspirar es al documental de Discovery Channel en el que cuentan qué fallo y como murimos todos. El avión despegó exactamente a la hora prevista y en los noventa minutos que estamos en el aire nos intentaron vender comida y bebidas, artículos de puro-lujo-maría, billetes de una lotería de Ryanair y el almanaque de las chochas que trabajan en la empresa y que son reales, las puedes encontrar en tu vuelo. Es siempre bueno recordar que al contrario que cierta compañía de bandera con azafatas expulsadas del Inserso por viejas, las otras aerolíneas del continente parecen comprender que una tía a la que se han caído los pelos del chichi por haber llegado al otoño de su vida no se merece el suplicio de la compresión y descompresión aérea.
El detalle peculiar de este vuelo y por lo que lo recordaré fue un irlandés de pura cepa que se sentaba delante de nosotros. Era el típico pelirrojo, lleno de pecas, con cara de buena persona y que en las películas americanas siempre trabaja de bombero o de policía en Nueva York. El colega detuvo a la azafata cuando pasaba con los líquidos y se agenció dos botellitas de vino que se tomó de un trago como quien se bebe un refresco. El hombre ya indicaba por su tufillo que traía alguna cerveza como equipaje de estómago y después del supremo acto de la ingestión del vino entró en un sopor permanente que hizo que nos olvidáramos de él completamente. A la hora de aterrizar, cuando avisaron para que la gente se amarre al asiento con esos cinturones de cachondeo el tipo estaba tan dormido que no se enteró. Se vino un azafato que obviamente pertenecía al clan del Julandro como certificaba la botellita que colgaba de su cinto para recoger el aceite que va perdiendo y de esta forma no poner perdida la moqueta y sin tocar al hombre trató de despertarlo, lo cual no funcionó. El tío estaba totalmente ido. Vinieron dos azafatas más que hicieron coro con él para gritar al pelirrojo pero este no atendía las llamadas. Deben haber tenido algún tropezón con irlandeses en vuelos anteriores porque lo de sacudirlo no parecía una opción válida. Finalmente se rindieron y comenzaron a agitar al tipo, no ese cariñoso meneo de un ser querido con el que abres los ojos y vuelves al mundo real desde tus tierras de fantasía sino una vibración brusca y arrítmica que no parecía alcanzar el cerebro de la víctima. Intentaron incluso ponerle ellos el cinturón, entre risas y cachondeo con los pasajeros del vecindario pero no pudieron. Finalmente pasaron al plan de emergencia y lo cachetearon con saña y cariño mientras le sonreían para que se encuentre un buen cuadro al despertar. Cuando lo hizo estaba totalmente desorientado y no sabía ni donde andaba ni por qué dos tipas buenas y un hombre de hábitos sexuales distintos lo miraban y le hablaban todo el tiempo indicándole algo que no sabía que era. Le repitieron una y otra vez que se abrochara el cinturón para aterrizar y cuando finalmente captó el sofisticado concepto el avión ya tenía las ruedas danzando en el aire y debían faltar un par de minutos para tomar tierra.
Según se marcharon corriendo a sus puestos se volvió a dormir y cuando llegamos y comenzó la evacuación inmediata de todo el personal abordo, el tipo estaba de nuevo más pa’llá que pa’cá. Los dos que se sentaban a su lado optaron por pasarle por encima y dejarlo allí durmiendo su borrachera. Nosotros nos tomamos las cosas con calma y para cuando salimos el hombre se había despertado, notó que la mayor parte de la gente ya no estaba en el avión y salió a escape con sus cosas hacia la terminal del aeropuerto de Dublín, a donde llegamos puntualmente.
Y así culminó mi primera experiencia con Ryanair, una compañía que te da exactamente aquello que habías pagado y que aún nos permite volar entre ciudades europeas a precios asequibles, que por sesenta y cinco euros un vuelo de ida y vuelta de Eindhoven a Dublín es todo un chollo. De la estancia en Dublín y lo que allí aconteció hablaré en otra ocasión.
Puedes seguir leyendo el relato de este viaje en Primer día en Dublín. Lluvia y encuentros divinos