El relato del viaje comenzó en Vueling voy, Vueling vengo.
El retorno desde Barcelona a Holanda fue el lunes por la tarde. Mis padres volaban una hora más tarde y nos fuimos juntos al aeropuerto. Si me dicen a mi hace unos años que yo voy a quedar en una ciudad con mis viejos para pasar unos días de vacaciones y que después cada uno se va por su lado no me lo creo. Paramos un taxi frente al hostal y le dijimos que nos llevara al aeropuerto. Nada más arrancar recibió una llamada que podíamos oír perfectamente porque tenía el manos libres. Resultó que el tipo había dejado a su mujer y ahora estaba con una Papito, una zorrilla de Sudamérica que le pela el nabo y le saca los cuartos. La tipa estaba cansada y quería que la fuera a buscar a su casa para llevarla al trabajo porque no le apetecía ir en guagua o en metro. ?l le daba alternativas pero ella seguía insistiendo. Entonces el taxista le dijo que estaba haciendo una carrera hacia el aeropuerto pero ni esto la detuvo y ella le preguntó si no podía para en el camino, llevarla a su destino y después continuar hacia el aeropuerto. Todo dicho con una voz melosa que me ponía enfermo. Esa tía además de gandula debe ser más puta que las gallinas. Sé de uno a quien esa noche no se la iban a comer porque ella no se quedó muy contenta y le demostró su malestar con varias frases contundentes.
Algo que me gusta de España es que por ser tercer mundo los taxis son baratos. Un viaje desde la plaza de Cataluña al aeropuerto del Prat cuesta veinte euros en hora con tráfico. En Holanda por ese dinero el taxista no sale del aeropuerto y la misma distancia puede valer fácilmente setenta u ochenta euros y además le tienes que lamer el frenillo al tipo y dejárselo como los chorros del oro. En el aeropuerto facturamos en nuestras respectivas compañías y después mi padre se empeñó en comprar ciegos. Habíamos visto uno a la entrada pero desapareció y cuando fuimos al lugar no estaba. Nos acercamos a otra puerta y también vacío. Al final un paseo por todo el aeropuerto para encontrar al puto ciego. Nos hicimos el control de seguridad y una vez en la zona segura mi madre quiere sacar dinero de un cajero 4B. Nos acercamos a preguntar a una de las chicas de información, esas que si les hablas en español te responden en catalán por algún tipo de tara genética o quizás porque el día que nacieron sus madres las echaron al mundo lanzándolas de cabeza al suelo y después de un rifirrafe nos dijo que dentro de la Zona Segura no hay cajeros de esa cadena y que tenemos que salir afuera, a la zona de facturación. Dejadme que os recuerde que en los Países Bajos todos los bancos han llegado a acuerdos y puedes usar los cajeros de cualquier otro banco sin pagar comisión al menos una vez al día y si quieres usarlo más veces entonces debes buscar uno de tu banco. También aprovecho para recordaos también que mi banco NO me cobra comisión por sacar dinero en NING?N CAJERO DE EUROPA, sea del banco que sea. Eso es buen servicio y lo demás es bobería.
Me dejaron la tarjeta a mí y su número secreto y yo salí, encontré el rincón perdido de la terminal en el que estaban los cajeros de todos los bancos que no han pagado por la exclusiva, saqué el dinero y volví a pasar la cola de seguridad. Después nos sentamos en una cafetería a tomarnos un café y mi madre ve un Kiddy?s Club enfrente y sale disparada a mirar y comprar cosas para sus nietas. La mujer se priva cuando ve una tienda y yo y mi padre nos quedamos cuidando las cosas y aprovechando para descansar. Un rato más tarde vemos a dos policías corriendo y mi madre poco menos que dando saltos. Lo que me vino a la cabeza fue: Ya la pillaron afanando cosas en la tienda. Lo juro. Lo de que sea cleptómana es algo que me puedo creer porque yo de joven era un lince para birlar libros y discos de ciertas cadenas de grandes almacenes y de algún lado me debe venir ese arte. Fui a mirar lo que sucedía. Mi madre estaba abanando a la dependienta, la cual estaba sentada y más pálida que un folio en blanco mientras los de seguridad avisaban a un médico. A la joven le había dado un jamacullo y se había quedado transpuesta. Mi madre por supuesto se quedó en el lugar para dar instrucciones precisas a los sanitarios y cuando volvió nos lo contó todo. Lo único que le reprochamos fue que no hubiera aprovechado para desvalijar la tienda, que con la única dependienta fuera de juego lo tenía fácil y la máquina que quita las protecciones magnéticas está en el mostrador.
Esa fue la anécdota del aeropuerto. Después esperamos la salida de nuestros aviones y nos despedimos siguiendo cada uno su viaje por su lado. Al subir al avión y saludarnos las amables azafatas me enteré que el avión que me llevaba de vuelta a Holanda era el mismo que me había traído, ese que tiene de nombre Vueling voy, Vueling vengo e iba sentado exactamente en el mismo asiento. Curioso. Vueling tiene una flota que ya es bastante considerable y lo de que repitas avión no es algo que suceda fácilmente. Me gusta que en lugar de la cutre revista que tienen muchas compañías aéreas ellos te pongan en la bolsa situada frente a tu asiento la revista Cinemanía, es un buen detalle. El viaje de retorno fue pasado por viento, con meneíllos de esos que ponen nerviosa a la gente. Pasamos sobre París y pude ver perfectamente toda la ciudad, la torre Eiffel iluminada y el río Sena. Precioso. En Schiphol mi maleta salió la última. Supongo que tuvo algunos problemas con los chuchos que husmean la droga, que se encapricharían con mis butifarras y demás. Esta vez no tuve problemas con los trenes y volví a casa sin más problemas.