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  • Berlin Hauptbahnhof

    22 de noviembre de 2006
    Berlin Hauptbahnhof

    Berlin Hauptbahnhof, originally uploaded by sulaco_rm.

    La Estación Central de trenes de Berlín es una auténtica maravilla arquitectónica que ha costado 900 millones de euros. Desde el exterior parece un enorme palacio de cristal pero hay que entrar dentro para alucinar en colores con sus cinco niveles, los trenes y metros llegando y saliendo desde diferentes alturas y el centro comercial que se funde con la estación de una forma única. Está situada en el centro de la ciudad, muy cerca de la puerta de Brandenburgo, el Reichstag o los restos del Muro.

    Incluso aquellos que visiten el lugar por avión deberían dejarse caer por allí y disfrutar del espectáculo durante unos minutos.

    Si quieres ver otras fotos del viaje a Berlín las puedes encontrar en el álbum de fotos de Berlín y si quieres leer el relato de dicho viaje, comienza en Diario de Berlín, el prólogo

  • La distancia más corta del Chino

    21 de noviembre de 2006

    La distancia que separa mi forma de ver el mundo de la del Chino es infinita y cada vez que nos juntamos crece y crece más. Tenemos filosofías opuestas de la vida, metas distintas y chocamos hasta en las cosas más nimias. Pese a todo, seguimos siendo amigos y realizamos actividades en común aunque no muy a menudo ya que es tremendamente malo para mi salud.

    El otro día iba como siempre hacia el trabajo en tren. Yo suelo tomar el de las 8.45 de la mañana, para llegar a la oficina sobre las 9.10 que es una buena hora. Os recuerdo que tenemos flexibilidad laboral y entre las 7.30 y las 9.30 cada uno puede llegar a la hora que le salga de los mondongos. Mi amigo el Chino gusta de ir en el tren de las 8.55 y llegar al trabajo a las 9.25 porque ese tren hace una parada adicional y le toma un par de minutos más. Sin embargo, el día de autos en que transcurre este relato yo casi pierdo mi tren y llegué sin aliento, sudado y sin dignidad ninguna al andén donde el tren estaba a punto de salir. Salté por la primera puerta que me topé, lancé la Macarena al suelo y traté de recuperar el aliento.

    Inciso: Pese a que se espera una pronta muerte, la Macarena continúa dando el callo y aunque ya le faltan al menos siete rayos es capaz de transportar mi oronda figura cada día. Ya le han dado la extrema unción y cuando caiga la tiraré y me compraré otra bicicleta de segunda mano sabiendo que esa pobre ha cumplido su ciclo, que ha durado lo mismo que unas putas botas Panama Jack costando la mitad de precio.

    Me pasé los diecisiete minutos del viaje recuperándome y de paso escuchando el audiobook de turno. Una parada antes de mi destino, en Hilversum Sportpark veo pasar al Chino con su bicicleta por el andén. La bicicleta de mi colega es la Jacosa porque siempre va temblando como si tuviera el mono. No me dio tiempo a salir porque en ese momento cerraron las puertas y continuó el viaje. Llegué a la estación, recompuse la Macarena (la tengo que doblar para poder llevarla gratis en el tren) y pedaleé hasta el trabajo. Aparqué, entré en el edificio de oficinas, fui a mi despacho, saqué el portátil del lugar en que lo escondo para que no me lo vuelvan a robar, lo conecté a la docking station y lo encendí. Entré en la red de la compañía, inicié el programa de correo y en ese momento se me ocurre mirar por la ventana y veo llegar al Chino.

    Después de comer le hice una visita y le pregunté la razón por la que se detuvo en la estación anterior a nuestro destino. Su respuesta, como suele ser habitual, llegó en idioma Yeday galáctico: Corta distancia más ser, tiempo yo ahorrar, rápido más llegar. Lo miré y le expliqué que yo lo vi bajarse del tren, seguí hasta la siguiente estación, vine a la oficina sin apurarme y aún así le saqué tranquilamente cinco minutos. Le resumí el concepto para que lo comprendiera: Equivocado tú estar, distancia más larga ser.

    Me sonrió con esos dientes negros a base de gárgaras de Coca-Cola y meneó la cabeza condescendientemente. Se reafirmó: No, equivocado tú, distancia corta más ser, yo saber porque Chino ser y con mano en reloj comprobar.

    Le dije que comprara pilas nuevas para su reloj porque definitivamente está petando y después me di el placer de enseñarle en un ordenador ambos caminos y medir la distancia. Gracias a map24 tenemos una herramienta increíble y pudimos medir metro a metro ambas rutas. Por supuesto la mía era más óptima pero esto no detuvo a mi colega. Programa equivocado estar, distancia ser más corta, yo saber porque Chino ser. Aquí es cuando yo tendría que respirar hondo y marcharme pero me niego a dar el brazo a torcer sabiendo a ciencia cierta que tengo razón. Saqué mi teléfono, activé el GPS y le calculé ambas rutas. De nuevo la distancia más corta era la que va desde la estación central de Hilversum a nuestras oficinas. ¿Creéis que eso lo hizo cambiar de opinión? Ni de coña. Me tuve que rendir y acabé marchándome sin haberlo convencido y él encima con la certeza que le da saber que los programas informáticos y las bases de datos que tienen los mapas de la ciudad están mal porque él es el poseedor de la verdad absoluta.

    Al día siguiente coincidimos en el tren y cuando llegamos a Hilversum Sportpark le dije que se bajara, que yo seguía hasta la siguiente parada y veríamos quien llega primero a la oficina. Gané. Lo esperé en la fría intemperie casi cinco minutos. El aparcó su bicicleta y me largó que seguro que había hecho trampas y había corrido como cabra por el monte para ganar la apuesta. Le di la razón, me giré y me marché al edificio en el que está mi despacho (estamos en edificios distintos) sin rebatir su falsa verdad porque sé que no habrá forma de convencerlo.

  • Puerta de Brandenburgo

    21 de noviembre de 2006
    Puerta de Brandenburgo

    Puerta de Brandenburgo, originally uploaded by sulaco_rm.

    Hace un par de días la veíamos desde uno de sus lados y hoy la disfrutamos de frente. Esta es la magnífica Puerta de Brandenburgo, restaurada y en todo su esplendor.

    Si quieres ver otras fotos del viaje a Berlín las puedes encontrar en el álbum de fotos de Berlín y si quieres leer el relato de dicho viaje, comienza en Diario de Berlín, el prólogo

  • Diario de Berlín – ?ltimo día y reflexiones finales

    20 de noviembre de 2006

    Alguna casualidad de la vida te ha traído directamente al capítulo final de una historia que comenzó en Diario de Berlín, el prólogo, después siguió con Diario de Berlín – Llegando a la ciudad y más tarde vino Diário de Berlín. Primer paseo por la ciudad, avanzó hacia Diario de Berlín – Gira turística por los grandes monumentos y finalmente llegó a Diario de Berlín – Crucero en barco y caminata al anochecer.

    Llegamos a nuestro último día de visita a Berlín y como nuestro tren salía después del mediodía nos dedicamos a vagar sin rumbo fijo por Charlottensburg para matar la mañana, haciendo las últimas compras y disfrutando de la agitación de un sábado por la mañana. Ese día había algún tipo de celebración especial y la mayor parte de las tiendas iban a estar abiertas hasta la medianoche y lo celebraban con ofertas especiales, payasos y con degustación de productos. Cuando llegó la ahora de partir fuimos al hotel, recogimos el equipaje y nos dirigimos a la estación en donde compramos comida para el viaje (una caja de Dunkin’ Donuts) y esperamos la salida de nuestro tren. En resumen fue un viaje excelente.

    Con la excitación del relato se me olvidó contar un par de anécdotas. La primera sucedió la primera mañana. Cuando me levanté hice lo que siempre en estos casos. Primero la gran jiñada, que a mí ya no me detiene el obrar en baños extraños, he superado esa fase de mi vida en la que llegué a estar hasta diez días sin cagar por no usar un baño desconocido. Recuerdo en mi primera visita a los Estados Unidos, en casa de mis tíos, donde aguanté siete días comiendo como un cochino y sin expulsar nada. Cuando al fin me llegó la hora, tupí el retrete. Así como lo escribo. Bajé la cisterna y aquello empezó a subir y a subir y pensé que me moría del bochorno. No llegó a rebosar pero le faltó poco y después tuve que salir y pedir un desatascador para recuperar el equilibrio del baño. No fue la única vez. En mi segunda visita solo tardé tres días y dos pizzas del tamaño de ruedas de camión para provocar una nueva hecatombe. Cosillas como esta me han curtido y me han vuelto menos melindroso. Ahora procuro mantener la pauta y la música de mis envíos y así no tener que pasar por momentos como esos. Así que me levanto, me siento en el trono y envío mi primer regalo a la gran Alemania. Tras ello, agarro mi neceser y me voy a la ducha, que era de plato. Cualquiera que me conozca sabe que yo me afeito duchándome gracias a mi Philishave Cool Skin 7780 de gama altísima, una maravilla de la técnica que además lleva loción Nivea incorporada y con la que puedo combinar el placer de la ducha con la obligación de la rasuración del vello facial, esa maldición con la que Dios nos castigó a los hombres y a las mujeres portuguesas y griegas (y según mis amigos el Moreno y el Chino también las españolas aunque yo lo niego vehementemente, que porque Inma Monster tenga barba no podemos generalizar …). Gracias a esta combinación de tareas puedo permanecer más tiempo bajo el chorro de agua caliente saliendo arrugado como una pasa y rodeado de una nube de vapor que en ocasiones me hace parecer como un santo que baja de los cielos para dar la Bendición a los terrestres. Me pegué mi media hora larga bajo la ducha y cuando cierro el grifo y salgo me encuentro que el baño está inundado. No por un poquito de agua, un charquito y tal, allí había tres dedos largos de agua en todo el cuarto y rebosaba hacia la habitación. Aparentemente se había roto el desagüe de la ducha y casi toda el agua entró en el baño. Fue un drama. Tuve que vadear para alcanzar la puerta, con todo el baño lleno de agua, algo increíble. En aquel momento no se me ocurrió pero debería haber hecho fotos que este es el tipo de cosas que uno cuenta y no se las creen, igual que nadie me creyó cuando encontré la revista porno en el hotel de Kaiserslautern o la Pizza sin comer en la habitación de Omán. Por suerte no tenía nada en el suelo y no se me mojó la ropa. Al salir avisé en recepción y aquel mismo día arreglaron el baño y de alguna forma secaron la moqueta.

    La segunda anécdota que quería contar era la de la falta de protección del sistema de gestión del WiFi pero he revisado lo publicado y ya lo narré así que os ahorro el masque y quien quiera leerlo lo puede hacer rebuscando en los archivos.

    Por último decir que hay algo extraño en el tempo alemán. Los alemanes son gente de costumbres extrañas, al menos eso pensamos yo y un par de amigos y lo comentamos en la intimidad, aunque sin hablarnos en catalán que no quiero que nadie se piense que me estoy politizando. Esta gente parece vivir siguiendo un ritmo distinto al del resto de los europeos. Hay algún tipo de señal que los sincroniza y los hace moverse simultáneamente. La gente va por las calles y parece que bailan algún tipo de danza que llevan escrita en su material genético. No se rozan, saben por qué lado hay que esquivar, se paran todos en los semáforos y esperan sin demostrar la más mínima impaciencia aunque no se vea ningún coche en kilómetros a la redonda y te miran con mala cara si intentas cruzar al otro lado sin respetar el sagrado muñeco rojo. Los conductores también se lo toman con calma y respetan los ceda el paso, los semáforos y cualquier señal que se encuentren. Igualito que en España. Poseen una sangre fría que en ocasiones exaspera pero lo curioso es que después te los encuentras en un bar y son alegres y dicharacheros y se tocan unos a otros igual que los latinos, algo que por ejemplo los holandeses jamás hacen.

    Resumiendo, Berlín es desde ya una de mis ciudades favoritas y un lugar al que pienso volver alguna que otra vez porque me ha encantado su magia y sé que aún me queda muchísimo por descubrir. En los próximos días continuaré mostrando una serie de fotografías de la ciudad y aquellos lugares que más me han llamado la atención.

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