Mi amigo el Chino siempre ha sido una fuente de discusiones y problemas entre los que lo conocemos. Para aquellos que descubrieron este rinconcito del ciberespacio no hace mucho merece la pena leerse Leyendas del Oriente, Leyendas del Oriente II así como todo ese saber que se encuentra escondido en la categoría el Chino. Hace tiempo que decidí mantener un poco las distancias con él porque me vuelve loco con tanta rareza y termina por afectar a mis chacras y eso nunca es bueno. Aún así, vivimos en la misma calle, respiramos el mismo aire contaminado y de cuando en cuando interaccionamos. Este viernes acordamos volver juntos a casa en el tren, ambos con nuestras bicicletas, Yo con la Macarena y él con la pitusa amarilla. Me dijo que iba a pedir comida en uno de esos sitios asiáticos que hacen comida para llevar de los que hay miles en Holanda y como nos pilla camino de la estación pues pasábamos por allí a recoger la pitanza. Quedamos un poco antes para no ir agobiados y por supuesto llegó tarde al aparcamiento de bicicletas de nuestro trabajo. Yo ya estaba dando botes por los nervios cuando lo veo tan campante. A veces me dan ganas de matarlo. Salimos casi sin tiempo y cuando estamos en el local ese se echa una parrafada en chino con la empleada y me empeta:
– Veinte minutos comida tardar, tren cincuenta y uno nosotros perder, veintiuno tomar, pasar nada, todos felices ser. Le echo una mirada de arriba abajo, tomo aire, cuento hasta diez y le respondo:
– ¡Que te crees tú que me espero más de media hora solo porque tu comida no está preparada! Yo me piro que tengo que ir al supermercado y ahí te quedas hijo de la gran china. – y no le di ni tiempo a pensárselo, según acabé sacudí con las espuelas a la Macarena y me eché a correr camino de la estación. Mientras esperaba el tren lo veo aparecer, con su bolsa de comida china y mirándome con carita de cordero degollado. Me bajo de mi nube y consiento en sentarme con él en el tren. Yo siempre preparo mi bicicleta y la doblo antes de montarnos pero él se espera y cuando está dentro del vagón se pone a hacer las maniobras y en la mayoría de las ocasiones bloquea la puerta impidiendo que el resto de los pasajeros se suban. He tratado de explicarle que ayudaría mucho si preparara su montura pero no le entra el concepto en su cabezota y yo he desistido en el intento de hacerle comprender conceptos. Nos sentamos en un vagón con otras veinte personas y sucede lo de siempre. Yo nací con múltiples dones y los dioses me adoran (como todos sabemos) pero es que los humanos también se quedan como arrobados escuchándome y mirándome. Después de años siendo una estrella inmediática he terminado por tomármelo con filosofía pero a los demás sigue llamándoles la atención. Todo esto para decir que la gente que estaba allí dentro apaga sus iPods, termina las llamadas y se dedican a escuchar la conversación entre nosotros. El Chino me invita a cenar en su casa y yo rehuso la invitación porque aquella comida da asco. Le pregunto al Chino:
– ¿Tú no cocinas en tu casa? y el hombre responde:
– Yo por semana dos veces en casa cocinar, no más. Comida mejor ser si comprar en sitio de comida rápida chino, más calidad tener, sana más ser, mejor estar. No bueno ser cocinar en hogar, malo para salud ser y casa valor perder porque cocina usar no bueno para cartera ser, electrodomésticos gastar. – y el hijoputa se queda tan ancho.
Gracias a mis dotes como traductor del chiquistaní al cristiano puedo seguir su disertación sin problemas pero noto que el resto de pasajeros del vagón está tratando de analizar la información y extraer sus propias consecuencias así que los ayudo haciendo un resumen en voz alta:
– ¿Así que tú dices que es mejor comprar comida en uno de esos sitios de comida rápida, barata y de mala calidad y solo un par de días a la semana cocinar en tu propia casa porque además de ser peor la comida casera la casa pierde valor? ¿Es eso lo que estás diciendo? le pregunto despacio y veo las caras de asombro del público que teníamos ese día.
– Eso decir yo si tú insistir. Comida casera mala ser. Chinos saber. Comida de bar sana y buena. Yo más sano que tú estar y piel más blanca tener. Tú enfermo por comida casera estar. Tú no saber. – y me vuelve a devolver la pelota.
Noto que una de las mujeres quiere intervenir en la conversación y le hago un ligero gesto para indicarle que cierre el pico y escuche que todo está bajo control. Dos italianas discuten los conceptos en su propio idioma y otros holandeses comentan el asunto sin poderse creer que aquella conversación está teniendo lugar.
– Tú estás acarajotado o qué. La comida de esos antros es de calidad ínfima o te crees que te dan duros a cuatro pesetas. No hay más que mirarte para ver lo mala que es esa comida empezando por esos dientes negros que tienes que eso ya no es sarro, eso que tú tienes ahí es alquitrán o piche que es como le decimos en Canarias. Tú no cambies y mejores tu dieta que yo te iré a visitar al hospital cuando revientes, o me dirás que el apéndice se te infectó por la gloria de Farruquito. Abre los ojos chaval, que el cocinero del sitio ese es un hediondo y seguro que se rasca los huevos y con la misma mano te aliña el plato con sus pendejos – y vi que la gente estaba por aplaudirme y celebrar mi acertada intervención. Respiré profundamente y miré despreocupadamente por la ventana para disfrutar del instante entonando el mantra de la bondad infinita, ese que dice Jódete cabrón.
– Tú equivocado estar. Comida china buena ser. Nosotros miles de millones con comida china. Comida de restaurante buena ser, calidad excelente. Apéndice cortar porque yo fuera de China vivir y calidad de vida no tan buena ser aquí. Y chino cocinero pendejos no echar en comida porque pelo no tener. Chinos de poco pelo ser no como españoles que alfombras parecer. Tú reventar con comida mala española llena de pendejos y casa devaluar porque tú cocina usar. El sigue erre que erre, es que no hay quien lo detenga cuando se pone.
Mi respuesta no podía tardar y el contraataque se produjo en unos instantes:
– Vamos a ver, cabezón, que tú no tienes cabeza, tienes un portaaviones, cómo me puedes decir que la comida hecha en ese antro es mejor que comida casera. ¿Tú estás fumado o qué? Y el chino no tendrá pelo pero la que atiende jiede a pescado podrido. Esa tiene la almeja más pasada que una prostituta nonagenaria y seguro que se rasca la pipa del coño y después te echa los wantun en la bolsa con esa misma manita y se te quedan con ese sabor de salsa de pescado. Otro triunfo completo para mi bando. En el tren todo el mundo está de mi parte y la mujer que quiere participar está por interrumpirnos y darme la razón. Allí no se oye ni el zumbido de las moscas, solo nuestra conversación.
INCISO. Mi utilización del verbo heder ha sido totalmente incorrecta a propósito. Por supuesto que sé que no se dice jiede sino hiede pero mi abuela y todas sus amigas lo decían así cuando yo era un infante y he querido homenajear ese saber popular que estamos perdiendo a manos de tanto terrorista lingüístico como un servidor. FIN DEL INCISO
No lo dejé respirar y contraataqué inmediatamente:
– Y si tantos sois, ya tienes edad para meter en húmedo esos diez centímetros de salchicha amarilla y empezar a traer al mundo cabezudos asiáticos como tú y no te deben faltar hembras dispuestas al asunto cuando ni siquiera tendrán que cocinar porque tú piensas que es más sano comer fuera. Y medio vagón prorrumpió en aplausos. Creo que hasta el maquinista tocó la pita para festejar mi lucidez mental.
– Yo mujer china aún no encontrar pero cuando hacer, mujer en casa quedar para cocinar e hijos criar. Mujer china cocinar para su hombre deber, buena esposa ser. Yo trabajar y dinero traer y ella ocupar de familia – una de las italianas me dio la impresión que se estaba levantando para arrearle una hostia al chino allí mismo y la señora que había hecho amagos de intervenir se estaba poniendo roja de la rabia.
Es que me lo puso en bandeja así que le respondí en su mismo idioma:
– O sea, que tú cuando mujer en casa tener, no comer fuera porque mujer buena para cocinar y criar niños ser y comida casera entonces no mala ser y casa no devaluar. ¡Anda y que te folle un pez! – y zanjé la conversación. De nuevo me aplaudió todo el mundo y me vitorearon mientras llegábamos a la estación y era la hora de bloquear la puerta de salida con las bicicletas porque el mamón para salir también monta un número de cuidado.
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