Mi amigo el chino ha resultado ser toda una fuente de descubrimientos. Cuando me compré la casa el tardó dos semanas en comprarse otra en mi propia calle y se convirtió en mi vecino. Yo siempre he sabido que esto es algo raro porque uno no hace las cosas así salvo que haya un plan maestro, plan en el que aún no sé qué papel juego Yo, un ser insignificante y que nació después de los dolores. Mientras llega ese día en el que en una gran sala llena de columnas y con la cámara cayendo en picado hacia mi cara para mostrar todo mi sufrimiento vital yo sigo apuntando todas las cosillas que suceden con él.
El otro día vino por mi casa sin razón aparente, que es cuando más me preocupa porque yo trato de atrabancar la puerta pero el empuja, se quita los zapatos y ya está dentro y no hay nada que hacer. Fue directo a mi cocina para comprobar no sé qué. Quedó impresionado, claro que no me extraña porque es un puro lujo María y la de su casa parece la de la Barbie proletaria. Como viene de un país comunista seguro que no le importa mucho. El Chino también dice que en su casa la calefacción es más fría que la mía. Ya le he dicho que se gaste los euros y ponga un termostato decente y que no se puede hacer mucho si bloqueas los radiadores con muebles enormes y horrorosos.
Yo estoy eligiendo cada mueble que compro con sumo cuidado. Cada cosa que compro tiene su propia odisea por detrás y hay mucho rebanamiento de sesos. ?l sin embargo se mete en una página de compra de productos de segunda mano, busca lo que quiere, elije el más barato, regatea para reducir el precio al menos un cincuenta por ciento y lo compra sin verlo. Después convence a algún otro chino con carnet de conducir, van al lugar del vendedor y recogen el cachivache. De esa forma se compró el sofá del salón. Cuando lo vi me quedé muerto. Eran tres piezas, una para tres personas, otra para dos y la última para uno. Son enormemente monstruosos y se han comido todo el espacio de su salón. Los ha tenido que poner en línea contra una pared y ahora aquello parece la sala de espera de un médico barato. Yo y toda la gente que los ha visto le ha dicho que tiene que tirar o deshacerse de al menos uno de ellos y mejor si se quita de encima dos pero no nos hace caso y sigue allí, entre trastos. Como bloquean la calefacción y no permiten la circulación de aire aquel cuarto es un puto frigorífico. Este hombre no aprende de sus errores y para comprar la mesa del comedor volvió a tirar de web de oportunidades. Acabó con una horterísima de cristal con seis sillas verduleras. Tiene un diseño que posiblemente ha conseguido varios premios horrorosos 2005 porque no hay otra forma de definirla. Además la ha tenido que colocar en una posición poco adecuada, obstruyendo la entrada de la cocina. La razón es que si la pone en su lugar natural, la mesa estará debajo del retrete del baño de la primera planta y eso en la China no se hace, como que da mal rollo o mala suerte. Así que prefiere bloquear la cocina y tener la mesa fuera del radio del retrete, el cual jamás logrará atravesar el techo de hormigón para caer sobre la mesa.
Ya sin espacio en el nivel inferior de la casa, ha comenzado a poblar la primera planta. Primero ha estado pintando durante meses, una obra que ha levantado muchos comentarios en la máquina del café en el trabajo, porque normalmente uno da una o dos manos de pintura pero este hombre no sabemos como lo ha hecho que ha dado más de veinte manos por habitación y las paredes se han bebido toda esa pintura. El chino considera que las cosas hay que hacerlas de una forma profesional y aunque no pudo ver ningún episodio de bricomanía, algo que se entiende porque en China aún no hay manitas de esos, el chiquillo se compró un mono de pintor, unos guantes de plástico para pintar, un gorrito para el pelo tamaño barreño (porque recordemos que tiene un cabezón como una pista de helipuertos) y se puso al tajo, aunque sin mucho éxito. Ya hablaré sobre ese tema en otra ocasión. La cosa es que en un par de semanas se va a China a buscar a su hermana, la China, la cual se viene a estudiar a Europa. Le ha preparado a la china una habitación y una vez terminada hay que amueblarla. Su dormitorio lo compró en Ikea salvo el colchón que heredó de algún otro chino cuando llegó a este país hace siete u ocho años. Ese colchón ha pasado por más suelos de los que le gustaría recordar, que este hombre se compró la cama el otro día. Para su hermana se ha agenciado un sofá cama de Ikea que alguien vendía de segunda mano. Ya lo vi y si le hago una foto la podrían poner junto al adjetivo cochambroso. Es una mierda, hablando mal y pronto. Y por si fuera poco, en lugar de comprar un buen armario para la chiquilla ha decidido conseguir uno de esos armarios de plástico que venden en las tiendas de cosas para el hogar y que uno pone en el trastero. El cabrón debe pensar que la hermana sufrirá un choque cultural al llegar desde allá porque le está poniendo a la chiquilla un cuarto que ni el de la Cenicienta.