En la que imagino es la plaza principal de la ciudad y acompañado por dos iglesias con unos campanarios de vértigo (ver la foto de ayer) se encuentra el edificio de la ?pera y algunas casas de esas que solo se pueden ver en Bélgica y Holanda. Uno de los días cenamos en el restaurante que está más a la derecha. La foto desmerece mucho la imagen. Cuando estás allí y miras esos edificios la palabra precioso no deja de rondar por tu cabezón.
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Torres de Gante desde el puente de San Miguel
Una de las fotos más típicas en Gante es la de las tres torres vistas desde el puente de San Miguel. La foto la hice desde un barco y por culpa de unas obras en la calle la tuve que recortar para que no se vean esas preciosas vallas que señalizan el peligro.
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Bostas
Hace poco hablábamos de las potrancas y mencionaba que es muy importante no confundirlas con las Bostas. Algunos elucubraron sobre este grupo que comparte algunas de las características de las potrancas pero que también tiene sus diferencias. A las fotos me remito. Como se suele decir, una imagen vale más que mil petardas.
Una bosta es una mujer que ha decidido voluntariamente llevar su cuerpo a las fronteras de la realidad y forzarlo hasta límites que rozan las fronteras de lo insondable. Para alcanzar ese estado engullen tanta pitanza como pueden y aún más. Son agujeros negros del comer. Si se fijan en la de la primera foto no es que esté sentada, es que está empotrada en la silla. Se encajó ahí y la única forma de sacarla fue reventando la silla con una cizalla. En las dos horas que estuvimos sentados en aquel lugar la hijaputa se jincó tres platos de montaditos sin que le sudara ni una pestaña. Las tres asistentes que la acompañaban traían más y más comida y ella seguía comiendo y comiendo y comiendo sin parar. Jamás en la vida presencié un festín como aquel. La tía era como una morsa, una máquina de procesamiento que no detiene en ningún momento sus dientes para masticar lo que le echen.
En la segunda foto podéis ver una bosta con sus formas características. La deformación del cuerpo es completa. Las tetas se repliegan o los michelines avanzan hasta ponerse a la par de los pezones. Las potrancas son seres vivarachos y que vivan con alegría su obesidad mientras que las bostas se mueven despacio casi con desgana y no dan señales de vida. Ellas no buscan hacerse notar aunque dado su extremo volumen siempre son blanco de las miradas ajenas. Una bosta no se ve espléndida ni fantástica, es consciente de lo anómalo de su estado y esa ansiedad la fuerza a seguir comiendo más para incrementar su volumen.
Las bostas siempre se mueven con un grupo de parásitos a su alrededor. Generalmente son tías feas. Estas tiparracas gritan y tratan de llamar la atención lo más posible ya que basan su estrategia de éxito en ser vistas junto a las bostas para que algún macho despistado muerda el anzuelo y sea capturado. Las bostas en ocasiones se lo ponen fácil porque les encanta vestirse con licras de colores luminosos que se agarran a los michelines y remarcan sus formas terroríficas. No me fue posible conseguir una foto con el uniforme oficial porque en el centro comercial en el que me encontraban practican una rigurosa selección de los clientes y con la excusa de querer proteger la estructura del edificio se les impide la entrada sistemáticamente a aquellas que parecen anuncios luminosos.
No es raro encontrar una bosta con un chichón agarrado del brazo. Estos coyotes caen en sus redes estando borrachos y al despertar se encuentran que las bostas no los sueltan y ya no podrán huir mientras vivan. Se volverán unos amargados y tendrán que ingerir estupefacientes para consumar el acto. Los hijos que surjan de estas uniones pertenecen a una nueva especie de la que aún se están recabando datos pero que promete cambiar nuestra percepción del mundo.
Si os cruzáis con una bosta rendidle pleitesía y pensad que el universo se hizo usando la regla del equilibrio y por cada diez anoréxicas y bulímicas existirá una bosta.
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Vista desde el río
Comencemos una nueva serie de fotos sobre un lugar. En este caso se trata de la ciudad belga de Gante, o Gent como la nombran ellos. Está situada al norte del país, a medio camino entre Bruselas y Brujas. La ciudad está situada en el cruce de dos ríos y arrastra siglos y siglos de historia.
Te puedes perder por sus viejas calles y disfrutar con una arquitectura única, unas iglesias esplendorosas y unos rincones entrañables, todo ello regado con las excelentes cervezas belgas.
Hoy nos quedamos con una vista desde el río tomada en octubre al atardecer con el agua reflejando los edificios y un cielo azul.