Cerremos finalmente el capítulo del Zeskamp en Vinkeveen con algunas reflexiones sueltas. Es muy sacrificado esto de practicar deportes. No entiendo como le puede gustar a la gente existiendo Internet, Cines, Teatros, Bares, Restaurante y un montón de alternativas que no te dejan baldado. Al volver a casa tras el Zeskamp me tumbé en el sofá y no me moví de allí hasta que fui a dormir. A la mañana siguiente me desperté pensando que alguien me aplastaba contra la cama. Las piernas no respondían y unas corrientes eléctricas similares a los desvaríos midiclitorianos me subían y bajaban por todos lados. Llegué al baño malamente y tras una larga ducha volví a ser casi humano. Tuve que ir a trabajar en guagua porque la bici se me antojaba una misión imposible. En la empresa usé los ascensores durante todo el día para subir y bajar escaleras y limité mis movimientos al mínimo imprescindible. Mi amigo el Moreno estaba igual que yo. Ambos caminábamos despatarrados y con el peso del cuerpo caído hacia adelante para mitigar el dolor. Ese día volví a casa, me senté en el sofá y me quedé allí hasta la hora de dormir. Para alcanzar la cama gateé por la escalera y caí muerto en la cama.
El martes fue un poco mejor pero seguía teniendo problemas con el sistema motor. Avanzaba a trompicones y cojeando ligeramente. Seguí sin usar la bicicleta y usé los ascensores tanto como pude. Al menos ya podía caminar distancias más largas. El Chino se pasó por mi despacho a reírse de mí y lo mandé a hacer puñetas. Por tercer día consecutivo me pegué la tarde en el sofá sin moverme para nada, con la nevera de playa a mi lado, el termo con el café y mi portátil. A partir del jueves todo volvió a la normalidad. Se acabaron los dolores y la Macarena se alborozó al verme ir a recogerla en la caseta del jardín. Ya contaré algo que me pasó ese día en otro momento.
Decir que pese a los efectos colaterales me lo pasé muy bien y repetiré sin dudarlo un solo instante. El asadero posterior, los litros y litros de cerveza, el recochineo y demás se suman a la parte positiva que gana por goleada.
Entre los sacrificios más grandes que tuve que hacer para prepararme para el evento estuvo lo de afeitarme los huevos. Como teníamos pruebas acuáticas nos exigían a todos ir con las joyas bien acicaladas. Lloré lágrimas de otorrino mientras culminaba semejante salvajada. Eso sí, he de confirmar que la leyenda del centímetro adicional es cierta ya que continué y lo afeité todo, todo, todo. Ahora en lugar de un centímetro parece que tengo dos. Al día siguiente de la matanza me picaban los huevos y no pude dejar de rascármelos compulsivamente durante todo el día pero una vez te acostumbras y te pones calzoncillos de pana para que no se te enfríen la cosa va muy bien.
También comentar que los patrocinadores del evento, que los hubo, nos regalaban cervezas de cuando en cuando, algo que se agradece. Y aquí y ahora damos por finalizado el Zeskamp 2006 y continuaremos cono otras cosas.