La flor amarilla del centro de la imagen es gloriosa. Me encantan todas esas capas de hojas y el capullo bien cerrado en el centro
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Amarillo y blanco
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Zeskamp – Segunda parte
Imagino que ya te has leído las primera parte y estás preparado para continuar con la historia. El siguiente juego que nos tocaba era la petanca en el laberinto. Yo por más que miraba no veía ningún laberinto por allí y a los que preguntaba tampoco tenían idea. Como las diferentes zonas de juego estaban numeradas fuimos a donde nos tocaba y lo que nos encontramos fue un laberinto circular lleno de agujeros en el que al parecer teníamos que mover una bola de petanca. Se puede ver en la siguiente foto:
Se trataba de mover una bola de petanca por el laberinto esquivando los agujeros y llevarla hasta la meta en el otro lado y había que hacerlo en el menor tiempo posible. Nos dejaron entrenar un par de minutos y justo antes de empezar nos informaron que en realidad había que mover dos bolas. Nuestra estrategia funcionó bastante bien con la primera bola pero con la segunda fue un desastre porque la primera obstruía el camino y tuvimos que agitar el tablero (el cual sosteníamos entre cinco) para poder terminar el juego. Creo que perdimos bastante tiempo por culpa de eso. Este juego fue el más soso de todos y como no compites con nadie no tiene mucho cachondeo.
Nuestra siguiente competición era el salto en pértiga sobre piscina. Seis integrantes de cada equipo de los que al menos dos debían ser chicas tendrían que saltar con una pértiga sobre una piscina y caer lo más lejos posible. Suena fácil pero no lo es. La pértiga es muy gruesa, resbalaba, estás sobre una especie de colchoneta enorme y la pértiga está fija al suelo y no la puedes mover libremente con lo que no puedes coger carrerilla y saltar.
Como yo y el Moreno no teníamos los bañadores puestos tuvimos que ir a la casa de la Cuñaá para cambiarnos. La suegra del Moreno estaba allí y no hubo forma de convencerla para que se marchara así que nos cambiamos delante de ella, y no veas como se relamía de gusto la muy perra. Volvimos al campo de juego y establecimos los turnos. Yo iba en cuarta posición. Se alternaba uno de nuestro equipo y uno de los del equipo contrario. Uno de los grandes problemas es que la pértiga está mojada y resbala al sujetarte, sobre todo según van pasando concursantes. El primero de nuestro equipo superó con éxito la prueba y consiguió diez puntos. La segunda se quedó totalmente en vertical sobre la piscina y cayó en plancha levantando una ola que nos mojó a todos. El Moreno iba el tercero y decidió tratar de coger carrerilla y saltar. Fue una idea malísima. Se arreó una hostia de cojones y acabó en la piscina. Después me tocaba a mí. Todo el mundo me hablaba de estrategia y me decían que hiciera esto o aquello. Me puse el casco de seguridad, me quité la camisa para tratar de secar con la misma la pértiga, estudié la situación y decidí que en lugar de correr como el participante anterior lo que tenía que hacer era tratar de bajar la pértiga lo más posible y saltar intentando trepar mientras volaba para no caer en la piscina. Visualicé todo el proceso y parecía una buena idea. Agarré la pértiga, la bajé empujando el arco de plástico que se ve en la foto para poder echarla aún más atrás y cogí aire. Recité un par de mantras para concentrarme, me lancé hacia adelante y lo siguiente que recuerdo es que estoy resbalando por la puta pértiga en dirección al agua y no puedo hacer nada por evitarlo. El puto agua estaba helada. Salí de allí escaldado. La tía que venía a continuación se descojonó de mi pero cuando se lanzó terminó completamente en el agua y pude vengarme. El último de los de nuestro equipo consiguió puntuar también. Dos de seis no está tan mal, fue lo que hicieron casi todos y algunos equipos ni consiguieron eso.
Cuando terminamos salimos corriendo hacia la casa para cambiarnos y secarnos. De nuevo la suegra del Moreno estaba allí esperándonos y esta vez tenía una cámara en las manos así que la echamos y nos pudimos secar y cambiar sin que nuestras fotos desnudos (y desnudas porque estábamos todos en la misma habitación) circulen por internet. He de decir que tengo un montón de fotos de todas las pruebas. Le dejé la cámara al suegro del Moreno y la puse en modo deportivo, para que tome fotos nítidas y al mismo tiempo para que dispare ráfagas (si mantienes el botón de disparo pulsado). Las fotos están geniales. Tenemos medio giga de imágenes que cubren todo el evento y gracias a ello he podido documentar estas anotaciones con múltiples imágenes. Después de ponernos ropa seca volvimos al campo de juego para la traca final en la que volveríamos a jugar al voleibol ciego, al fútbol con balón de rugby y finalmente tendríamos la prueba de supervivencia pero de esas pruebas hablaremos mañana. Puedes continuar la historia haciendo clic aquí
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Zeskamp – primera parte
Ya comenté hace un tiempo que este domingo tenía un zeskamp en Vinkeveen, una villa legendaria que todo buen holandés conoce aunque sea de oídas. Este pequeño pueblo está en el corazón del país y es famoso porque está rodeado de cientos de canales que en invierno se hielan y se convierten en un paraíso para la gente que practica el patinaje sobre hielo. En verano por allí no pasa ni Dios porque los mosquitos son del tamaño de gaviotas, pero esa es otra historia. Este pueblito es también uno de los pocos reductos de pureza racial que quedan en el país. Ahí no viven turcos, ni marroquíes, ni españoles ni nada que no sea cien por cien holandés. Es una villa católica en medio de una zona profundamente protestante y son bastante cerrados.
Dicho esto, decir que una vez al año celebran el día de Vinkeveen, una jornada de celebración de actividades vecinales para que la ciudadanía comadree. Como en Holanda no hay vírgenes de cerámica o madera a las que adorar y con las que tener una excusa para pasarnos una o dos semanas de fiestas locales, esto es lo más aproximado que se puede encontrar. En este pueblito de unos mil habitantes en el que se conoce todo el mundola gente espera este evento durante todo el año. La actividad principal de ese día y sobre la que bascula todo es el Zeskamp.
Después de una semana completa de lluvias interminables nos temíamos que aquello iba a convertirse en un lodazal y terminaríamos todos cubiertos de barro y resfriados. El día antes al Zeskamp un rayo de esperanza iluminó nuestro horizonte. La predicción meteorológica informó que quizás habría un chubasco por la mañana y el resto del día el tiempo sería nuboso con temperaturas en torno a los diecisiete grados. Me levanté temprano para preparar la mochila con la ropa que iba a llevarme. Como el Moreno no era muy específico e insistía en que llevara bastante ropa arramblé con cuatro mudas de calcetines y gallumbos, tres camisetas, dos jerseyes, dos pantalones cortos, un chandal, un bañador y un chubasquero, además de dos pares de zapatillas deportivas y unas cholas de playa, o sea lo típico y el mínimo imprescindible que lleva cualquier deportista de elite cuando acude invitado a un gran evento como este. En el tren iba cargado como una mula con todo aquello. Ni cuando voy a las Canarias de vacaciones llevo tanta cosa.
El Moreno me recogió en la estación y fuimos a la casa de su cuñaá, que vive justo enfrente del campo en el que se celebraba el jolgorio y era el punto de reunión de nuestro equipo. En total éramos ocho, tres mujeres y cinco hombres. Allí finalmente supimos a qué nos teníamos que enfrentar. El Zeskamp se divide en dos partes. La primera son siete pruebad que duran como máximo veinticinco minutos y después de un descanso comienza la segunda parte, el Juego Final en el que nos tendremos que dividir y cada uno hará una tarea diferente.
Nuestro primer juego era el voleibol ciego. Después vendría el fútbol con balón de rugby, la petanca en el laberinto, el salto en pértiga sobre piscina, una segunda tanda de voleibal ciego y fútbol con balón de rugby, la carrera sobre letra «A» y terminaríamos con la prueba de supervivencia. Por culpa de un problema técnico se tuvo que anular el deslizamiento sobre lona con pecho enjabonado, algo que lamentamos terriblemente porque teníamos grandes esperanzas en esa prueba para ver tetas a mansalva.
Superada la decepción por la anulación de dicha prueba nos equipamos adecuadamente y nos fuimos al campo para comenzar a jugar. Como ya he dicho nuestra primera prueba era el voleibol ciego. Se llama así porque la red es una lona que no permite ver el otro lado. Además, se juega con tres parejas, cada una de ellas con una manta con la que se debe recoger la pelota y lanzarla. Por lo demás las reglas del voleibal son más o menos las mismas.
En la foto podéis ver a la gentuza con la que nos enfrentamos. Se me olvida contar que cada juego requiere un mínimo de mujeres en el equipo. En este caso tenían que ser dos al menos. Como somos ocho quedaron dos en la reserva, una de nuestras chicas y yo que hice las fotos. Algo que me pareció muy injusto es que no hay límite al máximo de jugadores por equipo y nuestros rivales eran una banda de diecisiete gandules en edad de reventarse granos frente al espejo y que dado su gran número tenían mayor capacidad de rotación y más garantías de triunfo. Los dos gorilas que están al extremo disparaban con saña y con odio y nos dieron un vapuleo de cuidado. Nosotros éramos todo sensibilidad y cortesía y aquella chusma se lo tomaba muy en serio. No recuerdo el resultado final pero fue una victoria deshonrosa. Además hacían trampa y pusieron espías en nuestro lado de la red que avisaban a los otros, algo que el juez les toleró porque uno de ellos era su hijo. Espero que ese tipo arda en el infierno rodeado de musulmanes de mierda y con tías tapadas con burkas hasta la pipa del coño.
Después de este primer juego nos tocaba el fútbol con balón de rugby. En este caso se usan las reglas del fútbol y el balón de rugby, esa mierda de pelota con forma abombada que no se mueve en línea recta ni de coña. Aquí jugábamos siete, con al menos dos mujeres.
En la foto se nos puede ver en plena acción defendiendo nuestra portería. Nosotros somos los de camiseta naranja. La cosa iba más o menos bien hasta que se puso a cantar el árbitro que es el gordo que se ve a la izquierda. El hijoputa cantó el ¡Que viva España! de Manolo Escobar y del ataque de risa nos la metieron doblada en forma de gol. Después de eso, en un desafortunado chute a puerta de uno de los bestias del otro equipo el puto balón salió directamente hacia un canal que está por detrás de la portería. No pudimos hacer nada para recuperar la pelota y la organización no estaba preparada para semejante contingencia. El árbitro se enraló y nos cantó Una paloma blanca, ese clásico que salvo esas tres palabras sufrió una transmutación completa al neerlandés. Sobre la canción de Manolo Escobar comentar que el estribillo termina con un España P O R F A V O R que no me suena para nada en la versión original. Mientras el hombre nos deleitaba con su concierto la gente bailaba en los lados del campo y aquello parecía un poblacho español cualquiera si exceptuamos la elevada presencia de cabezones rubios. Como el hombre amenazaba con seguir cantando uno de los colegas del equipo contrario (su portero), se quitó la ropa y se tiró al agua para recuperar la pelota, como se puede ver en la siguiente foto:
Después de este pequeño percance pudimos continuar con el juego y finalmente perdimos por uno a cero.
Os dejo disfrutando con la foto del colega y mañana continúo con el relato de lo que sucedió el domingo. Si quieres seguir leyendo este relato, pulsa aquí.