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  • 3. Mi vida en uMhlathuze

    9 de diciembre de 2005

    memorias de sudáfrica 2005

    Cruzas velozmente los océanos cibernéticos y sin saber como ni por qué te has detenido en esta modesta morada. Antes de seguir leyendo esta historia, te exhorto a que retrocedas a su comienzo, llamado Memorias de Sudáfrica. Camino al fin del mundo y después tendrás que leer Por fin en uMhlathuze.

    Me desperté por la noche, cerca de las cinco de la mañana abrasado de calor y por los gritos de un puto pájaro. Arranqué el aire acondicionado y me acosté a dormir y parece que no fue una buena idea. Me levanté y fuera ya había luz. Abrí la ventana y volví a acostarme pero los malditos pájaros no me dejaban dormir. Ellos y los mosquitos del tamaño de colibríes que entraban por la ventana, que de lo grandes que eran me daba miedo matarlos. Entre sueños y despertares llegué a la hora de levantarse, me duché y me fui a desayunar. Aún no eran las siete y todo el mundo estaba comiendo. Fue sentarme y me plantaron un plato con dos huevos revueltos, panceta, salchicha y no se que más que me dejó cambado. Aún con los sentidos amodorrados me pusieron en las manos una bolsa con mi almuerzo y me mandaron al trabajo. Me pasé el día con las chicas de la recepción, las cuales me dijeron que son zulúes. Yo ya me veía como tarzán saltando de liana en liana y dando grititos. Mi inconmensurable don de gentes hizo acto de presencia y antes de que pasara el día terminamos en un cursillo acelerado de zulú para chimpunes que voy a compartir con vosotros mis queridos y adorados lectores.

    Cuando uno anda por la selva y se encuentra con uno de estos zulúes lo primero que tiene que hacer es saludar, el típico hola que en su idioma se escribe como sawubona y se pronuncia como saubona. Si la cosa va bien el interferido os responderá con un yebo, que se pronuncia igual que se escribe. Esta gente es muy amigable y tenemos que intimar un poco así que la siguiente pregunta es un ¿cómo estás? o más concretamente unjani, palabra que podéis pronunciar como unyani. El señor al que estáis hablando, si aún no ha decidido acabar con vosotros responderá Ngiyaphila o eso que para nosotros sería como estoy bien aunque lo pronunciaríamos como guiyapiiiila. Finalmente antes de tentar más a nuestra suerte lo mejor es despedirse. El tipo que nos perdona la vida nos dirá Hamba kahle lo cual sería algo como que te vaya bonito o vaya usted con Dios y que pronunciaría como jamba kassssssshhhhle. Nosotros sonreiremos y responderemos Sala kahle o Quédese usted con Dios y cuya correcta pronunciación sería sala kasssssssshhhhle. Estas nociones deberían sernos más que suficientes para sobrevivir en estas tierras. El que los zulúes anden enseñándome la lengua ha impresionado a los blancos ya que no suele ser lo habitual. Obviamente no se han podido resistir al conocidísimo efecto sulaco.

    Entre las cosillas que me han dicho es que la principal causa de muerte en este país es el Sida y la segunda los hipopótamos. Yo pensaba que bromeaban hasta que vi uno por la carretera. Joder, esos bichos son como coches de grandes. No tenía la cámara conmigo porque no la puedo entrar en el lugar en el que trabajo. Espero poder hacer alguna foto. Además de hipopótamos en esta zona hay mucho cocodrilo, alimañas que sienten cierta predilección por nuestra carne.

    Hoy (Es primero de diciembre) se celebraba el día mundial del Sida, enfermedad de la que son portadoras el veinte por ciento de las mujeres de este país y el once por ciento de los hombres. Hay muchos avisos por todos lados indicando que se folla con condones y que la leche mejor no tragársela que indigesta. La cosa está tan mal que hay leyes que impiden a las empresas discriminar a los zeropositivos e impiden que se puedan realizar análisis durante la selección de empleados. Una vez has conseguido el puesto sueltas la bomba y a joderse. Para festejar este día en la empresa se dedicaron a poner una película a los empleados. Por cosas de la vida solo se organizaron pases para los empleados negros ya que los blancos son más inmunes a la enfermedad o eso parece. Todo muy hipócrita.

    La chica que me enseñó algo de Zulú estaba contentísima porque la habían invitado a uno de los pases de la película. Para ella era como ir al cine. Me causó tal impresión que le regalé mi bolsa de caramelos Fisherman Friends lo cual ha cimentado mi reputación entre la comunidad zulú como bienhechor y amigable.

    Alguien me explicó que en este país existen programas para promover el ascenso de los negros en las empresas y que hoy por hoy si quieres ganar un concurso público tienes que tener una empresa del tipo black empowered o con negros que apechugan. De no ser así ya puedes decirle adiós al sector público. Eso explica la división de la sociedad que estoy viendo que consta de blancos seguidos de negros educados y afines al poder y finalmente de los descastados, que son despreciados por todos y particularmente por los otros negros.

    Tras el trabajo nos fuimos a cenar a un restaurante en el muelle. Me pedí un pollo al peri-peri y me trajeron un pollo entero con lo que casi me muero comiendo toda esa carne. El bicho era como un pavo de grande. Después de comer volvimos a nuestro hotel-residencia por una carretera que está llena de carteles avisando que hay que tener cuidado con los monos, los cuales tuve ocasión de ver. Hay que cerrar las ventanas porque los bichillos como que son agresivos. De hecho, por allí no caminan ni los negros que siempre se les ve andando por todos lados.

    Una vez más querido lector se cierra un episodio y es el momento de saltar al siguiente. Para continuar con la lectura de esta aventura tendrás que saltar a Es un mundo lleno de zulúes

  • 2. Por fin en uMhlathuze

    7 de diciembre de 2005

    memorias de sudáfrica 2005

    Si has llegado aquí por esos misteriosos senderos de los buscadores, quizás deberías retroceder un poco y comenzar a leer por el inicio de este relato. Has tenido suerte porque sólo hay un capítulo previo, llamado Memorias de Sudáfrica. Camino al fin del mundo.

    El lugar en el que pasaré los siguientes días es Richards Bay, nombre por el que se conoce a un lugar que siempre fue identificado como uMhlathuze, en el corazón de Kwazulu-Natal, el Reino Zulú, conocido por ellos como el lugar del cielo. Para llegar hay que viajar en avión así que tras el desayuno me esperaba mi chofer particular en la recepción del hotel. La cafetería de dicho recinto hostelero fue una de las experiencias más agobiantes de mi vida. Estaba lleno de empleados que te acosaban continuamente, quitando cosas de tu mesa y poniendo otras. Parecían moscas rondando una de esas gloriosas mierdas que se pueden ver por las calles de la Isleta. Por razones que supongo que llegaremos a entender al terminar de leer el diario de este viaje todos los camareros y demás empleados eran negros y la clientela del hotel prácticamente al completo estaba formada por blancos. Aún es pronto para sacar conclusiones pero la cosa está bien clara.

    En el aeropuerto me reuní con mi colega y facturamos. Nuestro vuelo era un par de horas más tarde en un pequeño avión de hélice así que tuvimos tiempo de tomar café en el aeropuerto y charlar un rato. Teníamos que estar con los dos ojos sobre los portátiles porque parece que tienden a desaparecer a poco que te descuides. Un rato antes de que saliera el avión nos metieron a todos en una guagua y tuvimos que esperar a que el hijoputa de turno se dignara aparecer. Generalmente esto me la trae al fresco pero cuando estoy metido en un trasto de metal a más de treinta grados de temperatura y con las puertas abiertas, puedo llegar a sentir unos niveles de odio bastante apreciables.

    El vuelo duró una hora y veinte minutos. Volábamos con South African Airways. Desde el aire Sudáfrica se ve inmensa. Es una vasta extensión de campos de cultivo y bosques, con pequeñas carreteras que lo unen todo. Hay también muchos poblachos que desde el aire ya parecen decrépitos. Al descender y aproximarnos a la pista de aterrizaje pude ver mejor las casas. En unas áreas se veían mansiones increíbles y con unas vallas del tipo estándar en Alcatraz y un poco más adelante solo había chabolas y cuartos que amenazaban con desplomarse en cualquier instante. El aterrizaje fue de esos que se recuerdan. Cualquiera que haya viajado en Bintre de alquiler entre las islas Canarias un día de viento sabrá de qué hablo. Al tomar tierra me esperaba un aeropuerto y lo que me encontré fue una pista de aterrizaje y poco más. Un pequeño edificio en el que desde un hueco en la pared alguien lanzaba las maletas facturadas y los cuarenta pasajeros nos linchábamos para cazarlas al vuelo. Aquí también noté el incremento de la temperatura y especialmente de la humedad, que se disparó hasta el infinito. El aire es dulzón y pegajoso y parece fluir como cera líquida alrededor de tu cuerpo.

    Una vez en el coche y con el Aire Acondicionado a todo trapo nos fuimos hacia la empresa en la que estoy trabajando estos días. uMhlatuze es la ciudad surafricana que más rápidamente está creciendo. Hay muchas empresas instalándose en esta área. Al principio se veían muchas mansiones y casas lujosas con sus correspondientes vallas y los carteles avisando que tienen seguridad y que van armados. Un poco más adelante pasamos por una zona que deber ser la correspondiente a la clase media. Las vallas encerraban complejos de casas y el tipo de construcción es más modesta. Más adelante comenzaron a vislumbrarse casas decrépitas y aquí es donde se puso interesante el asunto. Los carteles a ambos lados avisaban que era zona peligrosa y te daban un montón de indicaciones. El colega me dijo que a veces solo se puede pasar con escolta de vehículos de seguridad, particularmente por la noche. La gente que vive en aquellos lugares ataca cualquier coche para robarlo todo y a poco que te opongas, darte el pasaporte que te permite visitar al Altísimo. En aquel lugar había unas barracas minúsculas, del tamaño de la caseta de mis bicicletas en las que parece que viven familias. También había agrupaciones de gente alrededor de unos chiringuitos hechos con cuatro tablas y en los que parece ser que se vende alcohol. Estas gentes son alcohólicos conocidos durante el día y delincuentes habituales por la noche. Ni trabajan ni quieren trabajar. Parasitan el sistema atacando tanto a blancos como a negros. Esos terrenos son propiedad de la compañía a la que yo iba y la policía no puede entrar allí y por lo que parece esta compañía no quiere problemas y los deja vivir en sus tierras. Algo que me llamó la atención es que esa gente caminaba bajo el sol con paraguas oscuros. Les tiene que dar más calor el ir por la calle con esos cacharros pero según me dijo mi acompañante, está de moda y no hay negro que no lo haga. Es estiloso.

    Al llegar tuve que pasar el típico curso acelerado de seguridad. Siempre son de un par de días y hasta ahora nunca he tenido que pasar más de veinte minutos para conseguir la certificación. Es algo que con un poco de encanto se arregla rápido. Estuve trabajando hasta por la tarde, lanzando hechizos y conjurando hados para solucionar los problemas. Al acabar nos fuimos al lugar en el que nos quedábamos. Yo pensaba que iríamos a un hotel pero el hombre me dijo que nos alojábamos en un B&B. De nuevo salieron las modas y me comentó como de pasada que ahora la gente prefería estos sitios a los hoteles, que son más pequeños y acogedores. Así que enfilamos para uno de esos barrios con casas grandes y llegamos a una enorme con super-valla de seguridad y mil cosas más. Nos abrieron las puertas, entramos y nos instalamos en nuestras habitaciones. El B&B tiene solo doce habitaciones y más lujo que muchos hoteles en los que he estado. Lo lleva una familia. Todas las instalaciones son exquisitas. Cuando la dueña me enseñaba la habitación me explicó las medidas de seguridad y me dijo que en caso de problemas pulsara el Panic Button, lo cual me puso un buen cuerpo del quince. Entre la información que recibí esta que el lugar es muy seguro, que hay seguridad armada y que la valla del perímetro es de dos metros setenta centímetros de altura. También que tenga las habituales precauciones que se suelen practicar al viajar por el mundo como no salir andando a la calle, nunca hablar con desconocidos si son negros, evitar hacer ostentación de teléfonos, cámaras, relojes u ordenadores y esas cosillas. Quedamos en el fuerte en el que al parecer nos alojábamos con un colega al que le teníamos que pasar un parche para una de nuestras aplicaciones. Estuvimos hablando y bebiendo con él y finalmente decidimos visitar a otro cliente e instalarlo nosotros mismos. Así que ya de noche nos vamos a las oficinas y lo hacemos. Eso debería acallar a todos los toca-huevos que dicen que yo no trabajo. Después del esfuerzo fuimos a cenar en un restaurante en el muelle deportivo. Me llamó la atención que los aparcacoches fueran blancos. Aún más impresionado me quedé al notar que no sólo todos los clientes del restaurante eran de este color, sino que camareros y demás empleados seguían la pauta. La comida fue deliciosa. Me sirvieron una pata de cerdo a la parrilla con su hueso y todo que estaba de morirse, con la piel crujiente. Era como para tres personas pero con esfuerzo y sacrificio conseguí bajarlo casi todo. Después de cenar, con unos precios irrisoriamente baratos, volvimos a nuestro fortín a dormir ya que al día siguiente habíamos quedado en desayunar a las siete de la mañana.

    Tendrás que leer el siguiente capítulo, llamado Mi vida en uMhlathuze para saber como continúa la historia.

  • Submarino

    7 de diciembre de 2005
    Submarino

    Submarino, originally uploaded by sulaco_rm.

    No es muy fácil pillar a uno de estos fuera del agua y mucho menos que te permitan visitarlo. La cola para entrar era posiblemente la más larga de todas las de este evento. La gente sigue sintiendo una gran fascinación por estos caballeros de las profundidades de los océanos.

    Hay más información sobre Holanda en la anotación Guía para el turismo en Amsterdam y Holanda y también puedes ver el Álbum de fotos del Ámsterdam Sail 2005 o el Álbum de fotos de Amsterdam

    Technorati Tags: Amsterdam, viajes

  • 1. Memorias de Sudáfrica. Camino al fin del mundo

    6 de diciembre de 2005

    memorias de sudáfrica 2005
    Este año parece que batiré todos los récords de distancias recorridas en avión. Ya me sentaré y haré la cuenta pero adelanto que creo que ya van más de cuarenta y cinco mil kilómetros. Esta última aventura ha llegado casi sin avisar. La semana pasada antes de irme de vacaciones ya me dijeron que quizás tendría que viajar a Sudáfrica, más que nada por dar la cara frente a un cliente importante. Por alguna razón desconocida por mí alguien les prometió que en caso de problemas enviarían a un erudito desde Holanda, lugar que es visto por todas las organizaciones nacionales como Camelot y se lo han tomado en serio. Andamos cortos de gente y con la situación de la empresa no muy clara no hay espacio para nuevas contrataciones así que trabajamos más horas y nos repartimos las cosas como podemos. Los dos tipos más adecuados para esta misión son desarrolladores y han demostrado recientemente que no son capaces de soportar la presión. Uno de ellos estuvo una semana de baja porque alguien le gritó. Eso es lo que yo llamo tener huevos escalfados. A mi los que han tratado de gritarme aún lo están lamentando. Mi mala hostia es legendaria y soy de los que la devuelven multiplicada así que me respetan bastante y si todo lo demás me falla, les mando a bleuge una semana y eso es mano de santo. A lo que iba, el miércoles antes de marcharme de vacaciones a Valencia mi jefe me juró y perjuró que la última persona que enviarían sería yo. El viernes me llegó un SMS en el que me decía que posiblemente iría a Sudáfrica el martes, como finalmente ha sucedido. Por lo que oí en la oficina el lunes, estuvieron incluso buscando billetes para sacarme directamente de Valencia en dirección a Sudáfrica el domingo de lo mal que pintaba la cosa aunque al final no hizo falta.

    No voy a hablar del viaje desde mi casa al aeropuerto porque es más de lo mismo. Leeros putas sucias y rastreras y os haréis una idea. Solo decir que como parece que voy a estar una temporada fuera de casa visité a mis vecinos para avisarlos y decirles que mantengan bajo control mi reino. Mis vecinos no habían visto mi cocina y los invité a que le echaran un vistazo. Esta semana se va a criticar mucho en mi calle. A la vecina se le cayeron las bragas de la impresión. Es más, no sólo perdió dicha prenda sino que hasta el pelo del chichi se le cayó cual árbol que pierde sus hojas al llegar en Otoño. Tocaban los muebles, abrían cajones y no se podían creer lo que veían. Claro, todo el mundo está acostumbrado a las cutre cocinas y la mía es la joya de la corona. Por lo demás nada que reseñar.

    Como casi siempre que viajo para la empresa, lo hago con KLM, esa enorme compañía recientemente comprada por Air France. Habiendo reservado con un día de antelación podéis imaginar lo que ha costado el billete: un huevo y parte del otro. El viaje se desarrolla en dos etapas. El primer día voy desde Ámsterdam hasta Johannesburgo, lugar desde el que estoy escribiendo esto y al día siguiente (o sea, mañana para mí) iré a un remoto lugar llamado Richards Bay situado al norte de Durban. No daré detalles de nuestro cliente porque no os interesa. Espero tener oportunidad de hacer algo de turismo durante el fin de semana. En la segunda parte de este viaje iré acompañado por un colega de la oficina local al que conozco porque suele ir por Holanda un par de veces por año.

    Odio los aviones grandes. Ya lo he dicho en varias ocasiones. El salto este de nueve mil kilómetros y pico se hace con un Boeing 747-400, un mastodonte en el que cabe medio universo. Embarcar en esos cacharros toma una eternidad. Parecemos ganado. Yo ya estoy por lo positivo y me pido siempre pasillo porque cuando pasas tanto tiempo encerrado en un avión, lo mejor es tener la posibilidad de levantarte cuando te sale de los mismísimos sin molestar a nadie. A mi lado iba una señora mayor (eso que en la Isleta se llama vieja) y una chica joven. Ambas viajaban solas. Por descontado no les dirigí la palabra en las diez horas que hemos estado sentados juntos. Es lo bueno que tiene ser borde que con poco que haga uno se queda tan contento. Una de las cosas que siempre me han gustado de KLM y que por ejemplo otras compañías nacionales de cierto país ubicado en la península Ibérica no tienen es el servicio. Las azafatas son unas tías de puta madre que se desviven por atenderte. O eso o yo siempre he tenido suerte. La chica que nos tocó en suerte hablaba con todo el mundo y procuraba que nos sintiéramos a gusto. Había una mujer viajando con un bebé y la ayudó en todo lo que pudo. Otra cosa en la que no hay color es la comida, es excelente, sobre todo si pensamos que se trata de comida de avión. Por lo demás no hay mucho que reseñar. Entras en ese trasto a las diez de la mañana y sales en el otro lado del mundo a las diez de la noche. Por primera vez he cruzado el Ecuador y he pisado el continente del que provengo, que digan lo que digan mis amigotes, las Canarias están en África, aunque sea a unos kilómetros de la costa.

    Por lo que parece Johannesburgo es una ciudad bastante insegura y los taxistas son unos delincuentes habituales así que me organizaron un servicio de recogida en el aeropuerto para llevarme al hotel y devolverme mañana al mismo. No veré nada de esta ciudad, sólo lo que pude intuir desde el aire.

    Una curiosidad. Sudáfrica tiene un noventa por ciento de la población negra. Sin embargo, en el avión los negros eran menos de un cinco por ciento y el resto eran blancos, casi todos sudafricanos. Eso debería dar una pequeña idea de cómo está distribuida la riqueza.

    Al llegar me he encontrado con dos mensajes en mi teléfono. Uno de mi jefe diciéndome que hay más problemas en el sitio que voy a visitar. El otro de mi compañero de despacho informándome que nuestra división ha sido vendida a una multinacional japonesa y desde el uno de Abril del año que viene trabajaré para los nipones, por lo que conseguiré una nueva dirección de correo electrónico.

    Y eso es todo. Seguiré escribiendo el diario cada día y ya veremos como acaba la cosa. Esta historia continúa en Por fin en uMhlathuze

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