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  • Pražský Hrad – Castillo de Praga

    30 de julio de 2005
    Pražský Hrad - Castillo de Praga

    Pražský Hrad – Castillo de Praga, originally uploaded by sulaco_rm.

    En lo alto de la ciudad, muy cerca del río Moldava está el Pražský Hrad o Castillo de Praga, la principal atracción turística y una auténtica belleza por sí mismo. El castillo es un pequeño mundo por si mismo, con casas, palacios, iglesias, catedrales y grandes espacios abiertos. Hacen falta unas horas para verlo todo. Desde la torre de la catedral tomé esta foto y desde sus murallas hice esta otra. Estaba en el puente de San Carlos cuando hice la foto.

    El castillo siempre ha sido el lugar donde viven los dirigentes del país, incluso en estos tiempos. El presidente mora en dicho complejo. Para llegar, lo más fácil es coger el metro y caminar el tramo final. Hay que comprar billete para entrar en varias de las partes y existen diferentes tipos de billete. Un servidor y Kike nos lo andamos todo.

    Puedes ver más fotos de Praga en el Álbum de fotos de Praga y comenzar a leer el relato del viaje en Día 1. Nos vemos en Praga

  • 8. La Gayola y los amigos der Dani

    29 de julio de 2005

    Seguimos el lento devenir de la historia der Dani y antes de entrar en este nuevo episodio es conveniente recordar en donde comenzó todo para aquellos que han llegado despistados. La historia comienza con 1. Todos queremos ser como er Dani, continúa con 2. Conozcamos ar Dani, y se desarrolla plenamente en 3. Lugareños der Dani, 4. Conocidos der Dani y 5. La Carmen, hermana der Dani. Toma algo de aire antes de abordar 6. Er Dani y la metrosexualidad y el último episodio hasta ahora, llamado 7. Camino del restaurante con er Dani. Los habituales seguro que se acordarán que nos habíamos quedado a la entrada del restaurante.

    Son muy pocas las ocasiones que tenemos a lo largo de nuestra vida de poder ver una entrada triunfal, una de esos momentos que se graban en nuestra corteza cerebral y quedan indelebles hasta nuestra muerte. Por eso, cuando traspasamos el umbral del restaurante, tras cruzar las sinuosas veredas que se habían formado entre las mesas de los clientes y pasamos bajo el arco que separaba la sala principal del pequeño reservado, un murmullo se alzó entre los amigos der Dani.

    Allí, en toda su gloria, por primera vez en vivo y en directo podían ver a esa hembra de la que tanto habían oído hablar. Ella, falta de modosidad, se atusó la melena, desplegó la más tórrida de sus sonrisas y los saludó a todos. – Hola chicos – Tras semejante declaración de principios se lanzó como un buitre hacia el primero y empezó a repartir besos a conciencia.

    La Gayola, la dama en cuestión, siempre ha gozado de cierta popularidad entre los amigos der Dani. No sucede muy a menudo que uno de tus colegas se está follando a dos hermanas casadas y con hijos y que ambas sepan que la otra también está disfrutando de los mismos placeres carnales con el mismo hombre. Sólo en una familia muy especial se dan estas circunstancias. La Gayola pertenece a uno de esos clanes. Es incluso capaz de salir con su hermana y er Dani y sabe que la que consiga llevárselo al huerto será la que le hinque el diente esa noche. Entre hermanas no hablan de infidelidad ni tonterías similares. Parece ser normal y aceptable en su familia el que estén dejando a sus maridos a la altura de un Vitorino, con unos cuernos de impresión. Ni siquiera le dan importancia a este hecho.

    Por eso y por mucho más, cuando er Dani entró en el comedor todos los ojos se abrieron para comprobar el material y me temo que quedaron un poco decepcionados. Lo que se encontraron fue una hembra vulgar y corriente, tirando a morcillona, de pelo oscuro y gafas de pasta cual presentadora del un, dos, tres. Los patotes robustos de la Gayola estaban bien cubiertos por unos vaqueros que sólo nos permitían la visión de aquellos tobillos gordos como morcillones. Esos tobillos eran los que sujetaban al cuerpo unos patotes con dedos grandes como hamsters, con unas uñas pintadas de un rosado incasdescente. No se podía ver la cantidad de muslo que había bajo los pantalones, pero debía ser bastante considerable. El cinturon de acero inoxidable, comprimía la cintura de una forma obscena y demostraba la calidad de la que estaba hecho al aguantar la terrible presión que debía estar soportando. La camisa de buena tela permite ver las razones por las que er Dani está emperrado. Siempre hemos escuchado el refrán dos tetas como dos carretas y al mirar a esa mujer las vimos frente a nosotros, la imagen que creó el refrán. Uno puede imaginar las pajas rusas que habrán cruzado ese canalote, los sobados de toda esa superficie curva. Ni siquiera las heroínas de los comics mantienen un pecho tan increíble. Tras las virtudes llega la decadencia. Todo lo que gana en los pechos lo pierde en la cara. Un hocico vulgar y mal pintado, unos ojos hundidos y medio torcidos, una frente sucia y un pelo mal cortado. Los ojos los trataba de ocultar con unas gafas de sol, pero eventualmente se las tuvo que quitar para no descoñarse contra algo al no ver nada.

    Tras las presentaciones de rigor tomamos asiento. Allí todo el mundo había terminado de cenar. Me resulta curioso que se celebre una cena de cumpleaños y todo el mundo coma antes de que llegue el agraciado. Todos lo conocen y debían saber que eso iba a ocurrir. El grupo de colegas era bastante compacto. Todos parecían compartir la afición der Dani por el deporte. Cuerpos compactos, de abultados músculos y burdas definiciones musculares. Me enteré que varios de ellos trabajan en el cuerpo de bomberos de la ciudad de Málaga. Uno me sonaba muy familiar y me confirmaron que era el primo de un famoso comentarista de tertulias televisivas, esos programas en los que se despelleja gratuitamente a los famosos y no tan famosos.

    Todos gritaban y reían haciendo bromas, soltando tacos y diciendo burradas. Estaban comiendo cordero y pidieron más para nosotros, junto con una ensalada «vegetal» para la Gayola porque resultó que no come carne. Un absurdo silencio recorrió la mesa cuando pidió su ensalada vegetal y tras la pausa que nos permitió comprender en su plenitud el significado de la frase, prorrumpimos en risas salvajes. Ella no fue capaz de apreciar su fina ironía y se ofendió porque nos reíamos de ella. Mientras traían la pitanza, er Dani se acordó de la botella de whisky y la volvió a agitar, enseñándosela a todos y ejecutando su famosa danza del dale, Don, dale haciendo como que follaba la botella mientras le arreaba cachetes en su culito. La Gayola no se pudo contener y le empetó un Qué más quisieras tú que poder follarte a una tía así. De nuevo nos quedamos todos en silencio y a continuación volvieron las risas, esta vez dirigidas hacia er Dani, que se había tornado rojo de la vergüenza. Trató de rebatirlo con algún tipo de incoherente respuesta que no supimos entender y acabó hundido en su asiento, tratando de hacernos ver que no pasaba nada.

    Tras una espera que se me hizo muy corta llegaron las bebidas y la comida. Mientras media mesa jaleaba y gritaba, nosotros comíamos a plena velocidad. La Gayola desplegaba sus sobradamente preparadas artes sociales y nos sorprendía agarrando el tenedor con el dedo meñique estirado. Supongo que trataba de enviar algún tipo de señal que nos indicara que es una mujer culta y socialmente curtida, pero falló miserablemente en el intento y lo que nosotros vimos fue que comía agarrando los cubiertos igual que cualquier maricona vieja que se precie agarra la taza de café para demostrar su incultura.

    Aprovechamos este punto para interrumpir el relato. El próximo capítulo, llamado Las verdades de los amigos der Dani nos descubrirá algunos secretos que mejor sería que nunca fueran revelados

  • Río Moldava desde la Gran Torre

    29 de julio de 2005
    Río Moldava desde la Gran Torre

    Río Moldava desde la Gran Torre, originally uploaded by sulaco_rm.

    Conseguir esta foto no fue fácil. Cuando compramos la entrada para todo el complejo de edificios que compone el castillo de Praga no sabíamos que habría que andar tanto. Después de unos minutos de espera para entrar en la catedral de San Víctor o Chrám Sv Víta en checo, no nos podíamos imaginar que la cosa sería tan terrible. A mí el moverme tanto por el primer mundo me ha vuelto muy gandul y en mi ignorancia pensé que lo de la torre de la catedral sería un cómodo paseo en ascensor.

    No podía estar más equivocado. Son 297 escalones, por una escalera de caracol bastante estrecha y en la que al mismo tiempo que subes hay gente bajando. Al principio todo es buen rollo, pero cuando llevas cinco minutos de escalada, hay veintisiete grados y una humedad monstruosa y todas las glándulas sudoríparas de tu cuerpo se desatan, no le ves la gracia por ningún lado. Después de un tiempo, te acostumbras incluso al hedor del sudor propio y ajeno, que en aquel reducido cilindro se mezcla todo y produce un coctel químico de densidad dantesca.

    Al llegar a la cima, tras 96 metros de escalada, la vista que te encuentras te hace olvidarlo todo. De todas las fotos que hice desde tan privilegiado mirador, hoy nos quedamos con este gallo acompañado por el río Moldava cruzado por varios puentes y los tejados de vivos colores al frente. Allá arriba se encuentra también la maquinaria del reloj de la gran torre, una maravilla que data del 1549 y que podemos confirmar que no se encuentra en hora. Urge la visita de un relojero para ajustar el mecanismo. Pensamos que el reloj estaba parado, ya que no se veían partes móviles, pero tras una atenta observación lo vimos moverse y avanzar cinco minutos de un tirón.

    Puedes ver más fotos de Praga en el Álbum de fotos de Praga y comenzar a leer el relato del viaje en Día 1. Nos vemos en Praga

  • Un largo domingo de verano

    28 de julio de 2005

    Un largo y soleado domingo de verano decidí pasar las horas tirado en la playa, escuchando algún libro interesante mientras la forma más pura de la expresión del poder divino me bañaba con sus rayos y me daba la energía que necesito para no caer en la palidez más absoluta, palidez que en esta tierra va asociada con depresiones y múltiples enfermedades.

    Un largo y hermoso domingo de verano llegué a la playa siguiendo esos caminos tan retorcidos que marca el Señor. Como no me apetecía andar mucho me ubiqué cerca de la estación de tren, entre dos de esas monstruosas terrazas de verano que aquí dejan caer sobre las amarillas arenas nórdicas y que no retirarán hasta bien entrado octubre. Son lugares en los que los turistas alemanes y los holandeses que se deciden a pasar un día junto al mar tienen la oportunidad de beber como cosacos y comer productos de una más que ínfima calidad.

    Un largo y caluroso domingo de verano coloqué mi toalla de forma que el sol resbalara por la superficie expuesta longitudinalmente, mientras el resto de la playa seguía el clásico algoritmo chimpún de ubicación con los pies mirando al mar, algoritmo que ya ha sido en millones de ocasiones declarado obsoleto y no apto para el disfrute de la energía solar en su debida plenitud. Tras colocar la toalla, un hermoso ejemplar que resplandece y engrandece mi minúscula presencia, me puse sobre ella para rendir mi tributo a nuestro Dios y meditar de una forma placentera.

    Un largo y apático domingo de verano estaba yo escuchando mi audiolibro, teniendo que volver a oír ciertas partes tras caer repetidamente amodorrado y perder el hilo de la narración. El silencio en el que te envuelven los auriculares es tan grande que llegas a creerte solo en el universo, último remanente de una raza agotada en su propia ira. Alzas tus plegarias hacia el Altísimo y sabes que le llegan directamente, sin intermediarios, sin pérdidas de información por culpa de los nodos que tratan de replicar y retransmitir tus súplicas.

    Un largo y soporífero domingo de verano, en uno de esos momentos en los que desperté de ese viaje a otros mundos bajo la bendición solar descubrí que una pareja se había colocado cerca de mí, no lo suficientemente próximos como para interrumpir mi sagrado aislamiento, pero tampoco tan lejanos como para considerarlos fuera de mi galaxia. El dúo de intrusos se picoteaba al sol, repartiéndose besos a diestro y siniestro, cómplices de su amor. Aislé la perturbación que suponían y una vez eliminado el ruido, continué con mi apacible oración.

    Un largo y sublime domingo de verano volví a despertar de mi letanía privada en brazos de Morfeo. Sobreponiéndose a la voz del narrador del libro que estaba escuchando, distorsionando el mensaje que fatuamente resbalaba sobre mis ondas cerebrales, se escuchaba algo que no era normal. Era un sonido repetitivo, metódico, de alta frecuencia y duración constante. Con desgana, casi sin pensarlo, me quité los auriculares para tratar de encontrar la génesis de dicha agresión auditiva. Ondas de luz y calor golpeaban mis brazos, mi estómago, mi pecho y me hacían cosquillas antes de desaparecer absorbidas por mi cuerpo, que las contrarestaba produciendo melanina que corría a ocupar su posición y aportar el tono moreno tan deseado.

    Un largo y atemperado domingo de verano traté de sublimar los sonidos que me llegaban y condensarlos en pensamientos coherentes y racionales. La lógica me dictaba con letra clara lo que aquellos sonidos implicaban y la ética se negaba a reconocer lo evidente. Bajo aquel sol, en aquella playa, en aquel preciso lugar y justo en ese momento, la pareja que tan cerca de mi se había ubicado estaba follando a ojos vistas. Las pulsaciones sonoras no eran más que los gemidos de la hembra, sometida su vagina a golpes rítmicos por el miembro de su hombre. Aunque no se habían quitado totalmente los bañadores, estaba claro lo que hacían. Los movimientos los delataban, los sonidos gritaban su crimen al cielo. En aquella soledad, acompañados únicamente por un indiscreto testigo, consumaban su acto de amor sin importarles mi presencia.

    Un largo y lujurioso domingo de verano
    una niña corría por la arena, inocente ángel que jugaba a perseguir sombras, palomas y gaviotas, queribín indiferente y que no sospechaba maldad ninguna en el mundo. Esa niña, rubia y preciosa, trataba de atrapar los pensamientos que se le escapaban y en sus carreras llegó cerca de nosotros. La pequeña se detuvo al escuchar un quejido, un lamento, un llanto corto y de respiración profunda que parecía venir de algún lugar cercano. La chiquilla, tras mirar en derredor localizó la fuente del ruido.

    Un largo y tórrido domingo de verano la niña se acercó sigilosamente a unos desconocidos, con una mirada culpable al saber que rompía todas las reglas que su madre le repetía una y otra vez. Llegó junto a los extraños y los miró. Parecían estar pegados, unidos en algún tipo de juego que generaba olas en sus cuerpos y que debían ser la causa de la infelicidad de la mujer, de sus llantos. La niña los observaba fascinada. Nunca antes había visto algo parecido. Tras un tiempo de aprendizaje decidió preguntarle a la señora el por qué de su tristeza.

    Un largo y apasionado domingo de verano una pareja hacía el amor en una playa. Su coito fue interrumpido bruscamente por una chiquilla asustada que creía que le pasaba algo a la mujer. Un tono rojo los cubrió completamente. La vergüenza de saberse cogidos les impidió reaccionar con dignidad. Se separaron con cuidado y trataron de aparentar que nada sucedía. El hombre se cubrió con una toalla pese al calor que hacía. Hablaron con la niña y le explicaron que no pasaba nada malo, que únicamente estaban jugando a un juego que sólo conocían ellos dos.

    Un largo y descuidado domingo de verano un servidor tomaba el sol en la playa y sin comerlo ni beberlo se vio envuelto en un episodio bizarro y más propio de una novela erótica. La tecnología, esa fiel compañera que siempre nos acompaña y pocas veces nos es útil sirvió para que con la cámara de mi teléfono esta historia tuviera una prueba fotográfica.

    Un largo domingo de verano hice esta foto….
    Pareja haciendo guarrerías serxuales

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