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  • Escaleras del metro

    10 de agosto de 2005
    Escaleras del metro

    Escaleras del metro, originally uploaded by sulaco_rm.

    Con esta foto ponemos punto y final a la serie sobre Praga. Siempre que entrábamos en el metro teníamos que bajar por esas escaleras mecánicas infinitas que nos llevaban decenas de metros bajo tierra. La sensación, cuando ibas en ellas, era como entrar en mundos descritos por Orwell. Te sumergías en un universo distinto, un lugar artificial y de luces amarillas.

    En el lado positivo, las tres líneas de metro de la ciudad de Praga tienen un servicio excelente y te permiten moverte de un punto a otro sin problemas y de una forma bastante rápida. Funcionan hasta cerca de la medianoche y pasan metros bastante a menudo. En dos de las líneas la maquinaria es bastante nueva y en la más antigua si que da la impresión de ir en un tren que tiene ya sus años.

    Estuve tentado de lanzarme por esos toboganes entre las cintas y disfrutar de una carrera loca hacia el infinito y más allá, pero las tachuelas que han puesto para disuadir borraron el pensamiento de mi cabezón. Estoy seguro que llegas al final del recorrido sin huevos y con el culo más rallado que un disco de Miguel Bosé.

    Puedes ver más fotos de Praga en el Álbum de fotos de Praga y comenzar a leer el relato del viaje en Día 1. Nos vemos en Praga

  • Shadow of the Giant – La sombra del gigante

    9 de agosto de 2005

    Shadow of the GiantHan sido necesarios ocho libros para llegar al final actual de la saga de ?nder. En el camino hemos aprendido a amar y entender las motivaciones de muchos de esos personajes. Han sido ocho libros en los que comenzamos con ciencia ficción pura, batallas espaciales y demás y hemos acabado en este punto, en medio de una guerra en la tierra por el control del mundo, con un montón de facciones enfrentadas y todos usando los niños genio que formaron el equipo de ?nder.

    En Shadow of the Giant, libro aún no publicado en español pero que supongo que se llamará La sombra del gigante, Orson Scott Card culmina la serie paralela. Peter, el hermano de ?nder sigue empeñado en conseguir la unión de todos en la tierra bajo su mando. Sus padres lo ayudan en lo que pueden pero Peter no parece estar a la altura de sus contendientes. Hay multitud de batallas y trapicheos para conseguir el control. En este libro finalmente los niños que derrotaron a los extraterrestres alcanzan la madurez y se enfrentan a un mundo que los trata como marionetas con un gran nombre. El audiolibro (audiobook) tiene una duración de cerca de trece horas y está leído por las mismas voces que han hecho los anteriores, lo cual personalmente me gusta bastante ya que uno se acostumbra a las voces.

    Como en estos últimos libros, se trata de juegos de estrategia, de politiqueo rociado con relaciones personales. En este libro se potencia la relación entre Bean y Petra, que llegan a casarse y formar una familia. La paternidad cambia la forma de ver el mundo de Bean, que de repente siente la necesidad de crear un mundo más seguro para sus hijos, un mundo en el que no hayan amenazas y para ello irá atacando uno a uno a sus antiguos compañeros, persiguiéndolos implacablemente para forzar su rendición y poder crear un mundo más seguro.

    Personalmente creo que esta segunda saga ha ido mejorando conforme avanzaba y ha llegado a este final de una forma muy digna. Quedan un montón de preguntas por responder y me temo que surgirá una tercera saga que conecte en el futuro las dos anteriores, algo posible si se saben interpretar las señales que han quedado. Como en ocasiones anteriores, os pongo un pedazo de la reseña, en este caso extraída de Amazon:

    In Shadow of the Giant, the eighth book in the Ender series, Orson Scott Card concludes the «parallel» series of books featuring Julian Delphiki, or Bean, as he is better known. What started as Card’s attempt to look at his science fiction classic, Ender’s Game, from someone else’s perspective, culminates in this fourth, masterful novel of Bean and the others who fought with Ender in Ender’s Game.

    Bean has married Petra, who also fought with Ender, and is working with Peter Wiggin, Ender’s older brother, to help unify the Earth after the havoc wreaked by Achilles in the earlier Bean novels. He is also looking for the children who were stolen from him as embryos and have been secretly implanted in women across the Earth. Bean and the rest of Ender’s «Jeesh» are being offered the chance to start colonies in space rather than remain on Earth and be used by nations as pawns in wars of conquest and aggression.

    Si has llegado hasta el séptimo libro, este no se te hará pesado.
    gallifantegallifantegallifantegallifante

  • Molino de agua en la isla Kampa

    9 de agosto de 2005
    Molino de agua en la isla Kampa

    Molino de agua en la isla Kampa, originally uploaded by sulaco_rm.

    Después de pasar cerca de las escalinatas que se hicieron famosas en la película Misión Imposible y que no pondré en la bitácora puesto que en las dos únicas fotos que tengo aparece Kike y éste quiere mantener su imagen limpia y nítida. Como estaba diciendo, tras pasar esas escalinatas se llega a la isla de Kampa, una pequeña extensión conectada a tierra por varios puentes y en la que hay un parque muy hermoso y un museo. En esa isla se encuentra también el molino de agua que veis en la foto. A unos metros de este está el muro de John Lennon, una enorme pared llena de graffittis en la que la juventud de la época comunista solía reclamar libertades y quejarse contra el sistema frente a la impotencia de la policía, que nunca los conseguía detener y que pese a blanquearlo a menudo, nunca lograron acallar la juventud. Hoy en día todas las consignas políticas se han perdido pero los turistas siguen adorando el dejar sus graffittis en esa pared para recordar a quien quiera leerlo que estuvieron allí.

    Esta parte de la ciudad, prácticamente debajo del puente de San Carlos es bastante tranquila y no se ven las masas de turistas que transitan por el puente, pese a encontrarse casi a su lado. Para aquellos que buscan rincones que fotografiar y disfrutan paseando, merece la pena.

    Puedes ver más fotos de Praga en el Álbum de fotos de Praga y comenzar a leer el relato del viaje en Día 1. Nos vemos en Praga

  • Maniobras en la oscuridad

    8 de agosto de 2005

    Hoy retrocedemos un par de meses en el tiempo para contar algo de lo que fui testigo cuando estuve en las Canarias de vacaciones. Como todos los hechos verídicos que manchan estas tierras, está retorcido y manipulado para alcanzar una verdad diferente, aún no sabemos si superior o inferior. Es mi deber avisaros de la crudeza de las palabras que vienen a continuación y sugiero a los puros de espíritu, a los torpes de mente y a los píos de conciencia que abandonen esta lectura lo más rápidamente e inviertan su tiempo en tareas más reconstituyentes.

    Aquellos de vosotros que habéis superado el primer párrafo habéis dado un paso de gigante hacia la condenación de vuestras almas, así que os pido y os ruego que ceséis en vuestra búsqueda del mal y volváis por donde habéis venido, que Internet es grande y hay mucha cosa buena, aunque yo aún no las he encontrado.

    Los eventos que os voy a contar sucedieron la última noche. Después de seis días en suelo canario, quemado por el bendito sol que acaricia esas tierras, afrontábamos la última cena sabedores que a la mañana siguiente comenzaría el largo retorno a casa, a esta mi casa nórdica en la que el verano brilla por su ausencia y en donde el agua nos bendice día sí y día también con su presencia. Teníamos pensado ir a uno de los restaurantes de la zona de Vegueta pero finalmente acabamos en Casa Perico Junior, en la Playa del Hombre, pomposo nombre que identifica a ese pequeño poblado situado entre Melenara y la Garita. Antes de seguir os recomiendo desde ya el que vayáis a comer a ese sitio. Sin lugar a duda mi favorito para comida canaria, junto con el original Casa Perico, sito en Melenara.

    Llegué con mis amigos holandeses, a los que les debo el contar la historia de ese viaje y encontramos mesa sin problemas. Nos dimos el típico atracón a productos de la tierra: gofio escaldado, puntitas de calamar, brecas, papas arrugadas y similares. Fueron momentos de gula sin mesura, en donde el atávico acto de comer nos llevó a no hablar y engullir la pitanza sin prisa pero sin pausa. De alguna forma empujamos el postre en nuestras barrigas, hinchadas con tanto producto canario. Salimos del restaurante jartos como perras que dijeran algunos. Habíamos dejado el coche en un aparcamiento de tierra que está cerca y que queda sobre la playa. Andamos lentamente, siguiendo en nuestra cabeza los sones de una procesión inexistente, hablando sobre la comida y lo que haríamos al volver a casa, manteniendo nuestra conversación entre inglés e holandés, con la gente mirando hacia nosotros, asombrada por Dios sabe qué.

    Cuando estábamos al lado del coche mi amigo holandés era el que conducía, así que yo me fui al asiento del acompañante mientras su esposa entraba también por mi lado en el asiento trasero. Estamos junto al coche los tres, esperando que mi amigo abriera las puertas cuando sentí por primera vez que algo estaba mal allí. Miré en derredor, miré dentro del coche, pero no se notaba nada extraño. Sin embargo la sensación de algo anómalo no me abandonó y se hizo más persistente. Mi colega tenía problemas con la llave y aquella espera se hizo bastante larga. De repente, sin aviso previo, el coche junto al mío se movió bruscamente. Fue un espasmo. Hasta ese momento no me había fijado que había algo de luz en su interior y que parecía haber dos personas. Ahora que miré hacia el mismo, pude ver que el sutil movimiento era repetitivo. Agachándome un poco miré en su interior.

    Lo que me encontré fue una escena dantesca, algo que resulta imposible de imaginar. Sentada en el asiento del conductor había una tía, una chichona de baja cuna y ninguna cama. En su cara había un rictus extraño que no podía ver muy bien por el ángulo. Sus piernas estaban elevadas, con una apoyada sobre el volante y la otra sobre el salpicadero, abiertas y no parecía llevar nada que las cubriera. La observación confirmó el detalle, estaba desnuda de cintura para abajo. Pero aún hay más. Su compañero, el chichón que se sentaba en el asiento del conductor parecía estar enfrascado en una ardua tarea. Su rítmico balanceo así lo confirmaba, pero estaba claro que salvo que tuviese una manguera auténticamente grande, no era posible que estuviera conectando físicamente con la chica por vía genital. La cosa rompía todas las reglas de la física. Jamás se vio un rabo con tanta envergadura, uno que saltara de un asiento al otro y se introdujera en el objetivo. Me fijé mejor y entonces lo vi claro. El tío estaba pajeando a la colega. Tenía un par de dedillos en el susodicho de la chica y su movimiento rítmico era el que producía las tenues vibraciones del vehículo, ayudado por la cadencia que también imprimía la chica. Parecían estar muy concentrados en aquella tarea, con esos dedos entrando y saliendo, entrando y saliendo mientras ella, con el gesto torcido del gusto, disfrutaba de la vista sobre el mar. Mi amiga la holandesa, que también se había agachado, vio lo mismo que yo. Se levantó y en una ráfaga corta y contundente le dijo a su marido lo que sucedía. Nos pusimos los tres a mirar, alucinados con lo natural que parecía el pajear a una tía en un aparcamiento público junto a un restaurante popular. Tras lo que posiblemente fueron segundos el propietario de esos dedos traviesos se percató de nuestra presencia. Se hundió en el asiento, apagó la luz y se lo dijo a la tía, que replegó piernas y se encogió aún más que él.

    Fueron cogidos infraganti e inmediatamente la vergüenza los inundó. Se quedaron allí, a escondidas, esperando que nos marcháramos para seguramente terminar la tarea. Nosotros comenzamos a parlotear, contándonos los mejores momentos, alabando la precisión, la técnica, el estilo y juzgando críticamente la composición y la ejecución de dicho ejercicio. Después de varios minutos de deliberaciones, decidimos que no podíamos otorgar más de un ocho con dos e informamos a los afectados de la puntuación, lo que no pareció alegrarlos. Entramos en el coche con tranquilidad, arrancamos y nos marchamos de allí. Para aquellos dos desconocidos posiblemente no fue más que un momento de vergüenza pero para nosotros fue una experiencia que podremos contar el resto de nuestras vidas.

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