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  • La vuelta al Norte

    20 de junio de 2005

    El viaje de retorno comenzó bien temprano. Llegué al aeropuerto cerca de las siete y cuarto de la mañana. Por suerte los autobuses con los cabeza de queso llegaron un poco más tarde y me puse en la cola para facturar siendo uno de los primeros. Por delante de mí habían unas cuantas personas. Entre ellos, una pareja que llevaba un perro bastante grande. Me extrañó porque cuando uno se lee la información en el web de la línea aérea, dicen claramente que no aceptan perros que no puedan viajar en cabina. Visto el plan, cuando nos dividieron en dos grupos para facturar me puse en el lado opuesto a ellos. Pude ver como los bloqueaban en el mostrador de facturación y les trataban de explicar la situación. El perro tenía su pasaporte canino, tenía todos los papeles en regla, pero no querían meterlo en el avión. Al final se fueron a discutir a las oficinas de la línea aérea. Después de facturar pasé el control de pasaporte, que han mejorado bastante desde la última vez que estuve por allí. Han puesto un laberinto previo a la entrada en el que das más vueltas que un tonto y finalmente llegas frente a una tía con bigote (o quizás un tío afeminado) que te obliga a poner todo en una bandeja y después te autoriza a pasar el control de seguridad. Como yo siempre llego en pelota picada a ese punto, me colé y en seguida estaba dentro.

    Tenía que esperar cerca de hora y media, así que me dediqué a pasear por el recinto aeroportuario. A las siete y media uno se espera que la gente esté tomando cafelitos y demás. Craso error. Habían como cinco vuelos charter con destino al Reino Unido. ¿Qué beben los ingleses? Pues eso mismo, cerveza. Me crucé con un grupo de tías que se estaban poniendo tibias a base de jarras enormes de cerveza. Eran del tipo fondonas, sobradas en carne y con menos educación que cualquier quinceañero de la actualidad, algo que es bastante difícil de superar. Las británicas hablaban a gritos, se empujaban unas a otras y soltaban tremendos eructos. Era una postal encantadora y capaz de despertar la libido de cualquier mente calenturienta. Crucé muy cerca de ellas y me dedicaron una sarta de algo que supongo eran piropos. Yo a cambio les dejé un regalo gaseoso, uno de esos pequeños detalles que tardan diez segundos en hacerse notar y que te permiten poner tierra de por medio. Cuando saltó la bomba informativa entre ellas, yo ya estaba lo suficientemente lejos y las oí acusándose unas a otras y poniéndose de vuelta y media. Momentos como este son los que hacen feliz una vida simple y sencilla como la mía.

    Ya en vuelo se cumplió la máxima que Yumiko niega una y otra vez. Tres azafatas y un azafato. En la escala julandro de detección de pérdida de aceite entre cero y diez ese conseguía un sesenta y nueve. Fíjate si perdía aceite que me traje dos garrafones para la freidora. Era un espectáculo en movimiento. Cruzaba la cabina mesándose el pelo y con la mano medio levantada en pose Nefertiti reina del alto y bajo Egipto que era algo digno de verlo. La gente se partía de risa cada vez que pasaba, lo cual hacía a menudo. Inclinaba el cuerpo hacia adelante para que su culillo se marcara, ponía la mano en ángulo de noventa grados, empezaba a agitar la cabeza para que su pelo alcanzara el volumen adecuado y se echaba a andar por el pasillo. Nosotros le hacíamos la ola para animarlo. Este va a una iglesia española a convertirse al catolicismo y el cura lo echa a patadas por haber tenido unos padres violentos y una infancia difícil o imposible, que parece que son las causas que te llevan a adoptar ese incorrecto modo de vida. El mar-i-quita por supuesto verificó que mi cinturón estaba correctamente abrochado dándole un tironcillo que previamente lo llevó a cogerme la copa del paquete por completo. Yo ya estoy curado de espanto y ni me inmuto. La vieja que estaba a mi lado y su marido no se lo tomaron tan bien, ya que para alcanzar el fruto de su deseo los tuvo que apartar y echarse sobre ellos.

    En un avión con ciento ochenta y ocho asientos para pasajeros volábamos ciento noventa y ocho, con diez niños menores de dos años y sin derecho a asiento. Los chiquillos practicaron el llanto sincronizado y allí no había quien aguantara tanto grito. Les tomó medio vuelo calmarse. El piloto se debía haber tomado unas setas alucinógenas y se agarró al micrófono y casi no lo suelta. No sólo nos contó la ruta indicando todas y cada una de las ciudades que íbamos a sobrevolar, sino que además nos explicó exactamente la velocidad del avión en comparación con un coche, una bicicleta y un peatón y nos detalló con una precisión que asustaba el consumo de combustible de aquel cacharro. Estuvo como diez minutos dándonos la charla. Al final ya nos lo tomábamos a cachondeo y lo vitoreábamos. ?l, que nos debía oír a través de la puerta blindada, salió a saludar cuando terminó y lo recompensamos con un unánime aplauso que alborotó aún más a los chiquillos llorones.

    Sin más contratiempos llegamos a Rótterdam, el aeropuerto de destino. El aterrizaje fue de los que no me gustan. Odio los aeropuertos pequeños porque tienen unas pistas muy rácanas. El piloto toma tierra, mete la inversión de motores y empieza a clavar frenos con tanto ahinco que realmente piensas que es el fin de tus días. En el último instante, cuando ya parece inminente la catástrofe, aparece la pista auxiliar y respiras aliviado. Lo único que puedes hacer entonces es aplaudir para liberar la tensión.

    Y aquí estamos, de vuelta a los Países Bajos.

  • La música de este interludio canario

    19 de junio de 2005

    Uno de los clásicos de esta bitácora es el repaso a las nuevas tendencias musicales con las que telejinco castiga a los televidentes canarios en esas pausas publicitarias que suelen durar más que los programas de los que supuestamente nos están relajando. Aunque no he tenido mucho tiempo para disfrutarlas, sacando un rato de aquí y otro de allá y a base de apuntarlas en unos cuantos papeles he conseguido realizar la siguiente recopilación:

    • El más popular parece ser un tal Pepe Benavente cantando algo llamado la Rielera. Son unas rancheras vomitivas que canta este pobre diablo que por alguna razón está consiguiendo minutos de promoción a porrillo. Yo no tengo nada contra la música mexicana, pero es que este hombre es malo de vicio y sus vídeos más rancios que las bragas centenarias de la reina holandesa.
    • Otra que pega fuerte es una tal Marlenn con su tema No se toca. La pobre tiene pinta de putorra chaflanera que se ha hartado a chuparse vídeos de Britney Spears y similares y ha decidido copiarlos cantando en cristiano. Como dicen en los anuncios que ponen en el cine, la piratería es un delito y lo que ella hace es copiar descaradamente sin aportar nada y además dando lástima con su patético vídeo.
    • Reconozco que cuando escuché por primera vez al grupo Kardomillo cantando Agüita con las gasolineras no me lo podía creer. Aún no tengo claro si el vídeo es un anuncio pagado por alguien o realmente van en serio. Por el título de la canción yo diría que son un grupo local, aunque ya no me atrevo a jurar nada. En realidad podrían tener su punto divertido, pero les falta el arte y el salero de los Toreros Muertos, en los que parecen haberse inspirado.
    • Y siguiendo con el producto local, casi se me caen los calzoncillos cuando vi por primera vez al grupo K-Narias cantando su Reggaetunning. Es oficial, nuestra tierra se ha contaminado y después de miles de horas reventando los oídos de la gente, han conseguido que esa bazofia que jamás debió haber nacido que es el reggaeton tenga representantes locales. Se trata de dos pelanduscas con pinta de ser más putas que las gallinas cuya incapacidad de vocalizar debe ser la consecuencia lógica de la frecuente ingestión de pollas demasiado grandes para sus sucias bocas. Creo que lo que cantaban era alguna variante de Canario, aunque si se ponen el micrófono en el hocico y se lo sacan del coño quizás hubiera podido pillar algo de la letra.
    • Creía que no podían sorprenderme y que lo había visto todo y entonces llega Arístides Moreno con su Agua con gas y me deja con un mal cuerpo de que te cagas. Es una especie de refrito de la canción Love is in the air con tintes melovomitivos de pimpinela y con un cantante que lleva una mierda de peluca a lo afro, o al menos eso espero porque si es su pelo, el pobre está más que condenado al infierno y a la abstinencia sexual. Advierto que este vídeo musical es dañino y puede causar daños permanentes tanto a las retinas como a los tímpanos.
    • Echaba de menos el género de las baladas de susto de muerte, así que cuando escuché a Eduardo Marante y su Depende de ti me quedé más tranquilo. Es una especie de Camilo Sesto de tercera división regional de puta pena. El pobre espero que encuentre un trabajo decente y honrado porque como cantante no vale dos duros.
    • Y también hay recopilatorios. El más publicitado es Flow callejero con el reggaeton más zafio y más chaflanero. Imagino que habrá quien compre esto y espero que algún día se avergüencen de ello porque irán de cabeza al infierno.
    • Los esfuerzos de teleJinco por alienar a sus espectadores han culminado con otro recopilatorio, el Caribe 2005. Después de experimentar en las Canarias durante mucho tiempo, han encontrado la selección perfecta de música basura y lo anuncian hasta la saciedad en ese programa nocturno que está a punto de desaparecer. Esta música no debería ser legal. No voy a añadir más, porque no lo merece.
    • Y aunque no es una canción, la contaminación del reggaeton en nuestra tierra es tan profunda que ha surgido el Yugui Pan, con el primer anuncio estilo reggaeton para anunciar un pan que desde aquí animo a boicotear. Ni una sola casa con este pan. Saquémoslo del mercado para que se den cuenta del error que han cometido.
  • House of Wax – La casa de cera

    18 de junio de 2005

    El Porqué me meto a ver este tipo de películas cuando sé a ciencia cierta que voy a salir del cine disgustado es uno de los mayores misterios de mi existencia, pero lo cierto es que cuando fui a ver House of Wax, o La casa de cera, que es su título en español no me esperaba gran cosa y fue incluso peor que eso.

    Decir que es una mierda de película es quedarme corto. Decir que es una basura deleznable, una patética revisitación de un clásico no le haría justicia. La verdad es que si pudiera, encerraría a todos mis enemigos en una habitación y los obligaría a ver esta película durante dos semanas seguidas, dieciséis horas al día. No creo que ninguno saliera cuerdo de ese cuarto.

    El cabrón que perpetró este atentado es un español, un tal Jaume Collet-Serra muy conocido en su barrio y que merece que le prohiban acercarse a una cámara de cine o de vídeo hasta el fin de los siglos. Le dieron dinero y lo tiró a la basura. ?l como director es el responsible de este fracaso. La historia es plana, los actores son de juzgado de guardia, los efectos de puta pena, los sustos son nulos, sólo hay una cosa que lo redime y que es lo que he puntuado: que matara a la pollaboba de Paris Hilton de la forma en la que lo hizo. Los gallifantes que le he dado han sido sólo por ese plano de esa subnormal asesinada.

    Junto a la negada para la actuación de Paris Hilton hay una banda de adolescentes que no merece la pena ni recordar. La tipa esta, luce su amorfa figura en pantalla con gran desenfado y consiguió que la gente aplaudiera cuando la mataron. Fue sin lugar a dudas lo único bueno que hubo en los ochenta y ocho minutos de suplicio. Por nombrar algún otro de los ineptos que salieron en la peli, había una tal Elisha Cuthbert que supuestamente era muy dura y tal y tal y tal pero que a la hora de la verdad lo único que hacía era chillar como un cerdo en el matadero.

    Si tenéis enemigos y queréis mostrarles cuanto los aprecíais, este es el tipo de películas al que tenéis que decirles que vayan.
    gallifante

  • 90-60-90

    17 de junio de 2005

    Lo mejor del centro comercial de Vecindario es la observación de la mercancía del país, aunque ya empiezo a dudar que seamos país vista la degradación máxima que sufre nuestra raza. Estoy por allí, sentado y se me ponen los ojos como botones de albornoz de grandes al ver pasar todas esas hembras encochinadas medio desnudas y sin vergüenza. Es que hay que decirlo claro y alto: ¡Un poquito de por favor!

    Lo que más me asombra es la reconversión que ha sufrido en esta tierra el sistema métrico decimal. Antes el ideal de belleza femenina estaba establecido en el 90-60-90, con los primeros en las tetas, los segundos en el ombligo y los terceros en las caderas. Ahora, agarramos cualquier hambrón de esos que pululan por las calles canarias y o estamos hablando en pulgadas y no en centímetros o aquí pasa algo raro. Cualquiera de estas hembras michelín tiene trescientos sesenta de pecho. Yo me acuerdo que se usaba el concepto de copa al hablar de las coñas esas que se ponen para mantener el tetaje en posición. Eso era antes. Ahora con estas niñas hay que olvidarse de las copas y emplear el término de champaneras, porque con los racimos que se gastan, más que unas cuantas copas se pueden llenar dos champaneras.

    Después bajamos y supuestamente su cinturita de avispa debería marcar sesenta. De nuevo me pregunto si ha cambiado el tipo de unidad, porque a la altura de la cintura estas tías llevan como unas alforjas de grasa que seguramente les permitan sobrevivir en condiciones extremas durante años. Esas alforjas descansan bajo el peso de los tetones campaneros y a veces se confunden con los mismos. Como vergüenza hay poca o ninguna, van con tops para dejar esa carnita al aire y que los machos que pululan a su alrededor babeen ante la promesa de tanta carne curada.

    Quizás creáis que no puede empeorar, pero es posible. Ya vienen cargaditas desde arriba pero es que en la zona en la que supuestamente deberían haber otros noventa, estas tías tienen un volumen cercano al infinito. Esos culos como zambombas ondean al viento pesadamente mientras se deslizan por todos lados bamboleándose, agitando esas bragas tamaño super-maxi-cosi que sólo se pueden hacer usando velas de velero. Si creéis que ellas andan preocupadas por su pequeña desviación del estándar del siglo veinte, olvidaros. Andan tan felices como las nuevas hembras del veintiuno, esas hembras que revientan camas, rompen tapas de retretes y son capaces de joder la suspensión de cualquier vehículo.

    He intentado hacer alguna foto, pero la cámara de mi móvil no tiene una lente panorámica y no hay forma de conseguir que una entre completa en la foto. Como mucho podría poner uno de los jamones o quizás un cuarto de teta y medio de michelín. Tendremos que buscar nombre para esta nueva especie. Yo propongo el de mujeres MACHUTONAS

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