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  • Molino de viento De Vriendschap en Weesp

    6 de julio de 2005
    Molino de viento De Vriendschap

    Molino de viento De Vriendschap, originally uploaded by sulaco_rm.

    En Weesp hay más molinos de viento, no sólo De Eendracht . Ese refrán que dice Dios los cría y ellos se juntan se puede aplicar perfectamente a los molinos de viento holandeses. Casi siempre aparecen en manadas.

    Cuando uno viaja en tren desde Hilversum hacia Ámsterdam, al llegar a la estación de ese pueblo, si miras a la izquierda, verás el molino de viento De Vriendschap. Su nombre se puede traducir como La Amistad. En la foto no se ve, pero el molino descansa sobre la casa del molinero, algo que sucede a menudo en los molinos que se pueden ver en Holanda. Las paredes de este molino están hechas de juncos bien apretados (tendréis que ir a flickr y mirar su tamaño más grande para verlo claramente). Ese tipo de construcción de paredes y tejados es el típico de Holanda y en la actualidad los edificios que lo lucen suelen estar protegidos. Dichas paredes abrigan bastante, protegen de la lluvia y le dan un aspecto exótico a las casas. Por lo que me han dicho, requiere bastante mantenimiento y supongo que el riesgo de acabar como pasto de las llamas será bastante alto.

    Si pasáis por Holanda y estáis en Ámsterdam, daros un paseo por Weesp y pararos a saludar al molino De Vriendschap.

    Hay más información sobre Holanda en la anotación Guía para el turismo en Amsterdam y Holanda y también puedes ver el Álbum de molinos de viento

  • Despelléjame otra vez

    5 de julio de 2005

    La edad nos convierte en hienas implacables, depredadores sin escrúpulos que buscan continuamente presas sobre las que hincar el diente. Es un proceso que sucede poco a poco, lentamente. Nuestros cuerpos envejecen al ritmo que marcan los disgustos y mientras estas pequeñas alteraciones tienen lugar, zonas completas de nuestros cerebros se adaptan y se tornan malvadas. Ni siquiera nos damos cuenta de estas pequeñas variaciones hasta que alguien, un observador imparcial nos las señala.

    Los ejemplos están ahí, a la vista de todos. Cualquiera de vosotros, si se para a pensar al menos dos momentos los podrá ver. Yo hace diez años me sentaba a hablar con bleuge y discutíamos el futuro de la programación orientada a objetos y sujetos, planteábamos hipótesis sobre el viaje en el tiempo, buscábamos algoritmos para implementar la translación instantánea de objetos y codificábamos pensamientos en lenguaje Pascal, pensamientos que daban lugar a soberbios algoritmos tan bellos como vacuos, que también la belleza es algo fútil e inane en el universo de la programación. En aquellos años nuestros cerebros estaban recién formados y únicamente sufrían los alienantes embates que nos prodigaban un atajo de inútiles y chupa papeles también conocidos como profesores universitarios, muchos de los cuales aún continúan agarrados a sus sillas, en sus plazas ad eternum, sin aportar absolutamente nada en el supuestamente creativo y enriquecedor entorno universitario, un lugar en el que en otros países mora lo mejor de la sociedad.

    Sabiendo entonces como ahora que somos lobos y conscientes de nuestra superioridad (o inferioridad), pasábamos tardes en los laboratorios escuchando las líneas argumentales de los frikis de turno, gente que seguramente ha acabado en algún oscuro sótano programando sin volver a ver la luz del sol y aprendíamos de ellos. Lo que somos ahora se lo debemos a aquellos tiempos.

    Hoy en día todo es distinto. Nuestros dañados cerebros han estado sometidos a tanto estrés que han terminado por sucumbir a lo inevitable. Ahora cuando me siento con bleuge no tratamos de buscar soluciones elegantes para problemas sencillos ni de reinventar la rueda y volver a hacerla redonda. Hemos reducido el nivel de nuestras aspiraciones y lo hemos simplificado para adaptarlo a estos tiempos de decadencia. Es ahora cuando comenzamos la tertulia, en muchas ocasiones de forma virtual gracias a los programas de mensajería instantánea y despellejamos al prójimo. Ejecutamos un algoritmo que recorre secuencialmente la lista de conocidos, a los que hemos rebautizado con motes cruelmente apropiados y los criticamos con saña. Y lo peor es que nos damos cuenta de lo que estamos haciendo y en algún lugar remoto, bien adentro de nuestras almas sabemos que no está bien y que deberíamos evitar ese linchamiento de los conocidos. A pesar de este conocimiento, prevalece la satisfacción y el placer a corto plazo que obtenemos de la crítica y nos convertimos en noveleros, alcahuetes, correveidiles o lo que se tercie. Podéis llamarnos lo que queráis, pero el que esté libre de culpa que se pegue un tiro de gofio, puesto que su vida debe ser muy aburrida.

    En estas antológicas conversaciones, que quizás deberíamos preservar para la posteridad, no queda títere con cabeza. A saber lo que dirá de nosotros la miasma que nos rodea, así que no vamos a ser menos. Todos esos años recibiendo formación superior, leyendo con ahínco toda la literatura que caía en nuestras manos, persiguiendo el conocimiento por la red de redes, todos esos sacrificios y alegrías tienen su culmen ahora, cuando comenzamos la tertulia y tras un micro instante de vacilación despellejamos otra vez al prójimo.

  • Molino de viento De Eendracht en Weesp

    5 de julio de 2005
    Molino de viento De Eendracht en Weesp

    Molino de viento De Eendracht, originally uploaded by sulaco_rm.

    La serie de fotografías que comienza hoy va a estar dedicada a los molinos de viento que se pueden ver por toda Holanda. Como aún no he tenido la oportunidad de verlo todo, tendréis que conformaros con los que tengo. El primer molino está ubicado en Weesp, una pequeña localidad situada a las afueras de Ámsterdam y que es punto de conmutación para las líneas de tren que van hacia Almere o Hilversum/Amersfoort.
    Cada molino tiene su nombre y supongo que su historia. El primero, siempre que sea posible lo daré. La segunda me temo que no, aunque seguro que si me siento me invento una historia preciosa para cada uno de ellos.

    El molino de hoy se llama De Eendracht, lo que según mis limitados conocimientos de Holandés significa La Unión. Como ya dije al principio, a este molino le ha tocado vivir en Weesp y disfruta de sus días en un lugar cercano al centro y junto a un canal. La foto la tomé en uno de mis múltiples paseos en bici.

    Hay más información sobre Holanda en la anotación Guía para el turismo en Amsterdam y Holanda y también puedes ver el Álbum de molinos de viento

  • 3. Lugareños der Dani

    4 de julio de 2005

    Ya sé que es muy cómodo saltar en el vagón de cola y disfrutar de la llegada a la estación, pero la ley de la infra-intelectualidad me obliga a informarte que el camino que lleva a esta historia comenzó en todos queremos ser como er Dani y continuó en conozcamos ar Dani. Hay incluso un previo en el que se aventuraba un poco de qué iba la cosa en el camino hacia er Dani.

    Nos habíamos quedando cruzando el umbral del local, atravesando la nube tóxica que nos llevaba a ese fantástico mundo habitado por seres de leyenda. El nivel de ruido allí dentro te forzaba a hablar gritando. A un lado, un conjunto de máquinas tragaperras y de tabaco competían entre ellas para atraer la atención de la gente con música pachanguera y ruidos supuestamente divertidos. Al fondo del local se abría un gran salón, supuesta zona para las mesas del restaurante y que estaba llena de algo que nunca pensé encontrar allí. Mis ojos se abrieron como chapas de botellón tratando de corroborar las señales que llegaban directamente a mi cerebro. Había algo anómalo en aquel lugar, algo fuera de lugar. Mientras que en el bar estaba la gente que uno espera encontrar en ese tipo de sitios, el salón del fondo estaba lleno de mujeres. No me lo podía creer. Las había de todas las edades y formas, aunque todas mayores de treinta tacos o menores de quince. Gritaban y se sentaban en las mesas. Había niñas acompañadas de sus madres y sus abuelas, que repartían cogotazos a diestro y siniestro cuando las chavalas se distraían. A veces pasaba una fémina a nuestro lado y después de saludar a todos los machos y ser convenientemente catalogada y etiquetada continuaba hacia el fondo. Aquello era un Bingo de barrio. Entre la bulla se podían oir expresiones como «los dos patitos«, «la niña bonita«, «el comémelo todo» que claramente referenciaban números, despertando recuerdos de mi niñez, cuando en el camping de Tauro se montaban timbas similares los domingos por la tarde. El bingo estaba en su apogeo. Tras un rato en el que mi atención volaba continuamente hacia aquel lugar en el que mujeres entradas en carnes y escasas en dignidad perreaban por conseguir algo de dinero, se oyó claramente un grito desgarrador: línea, gritó una. Tras el instante de silencio inicial, similar al ruido que se produce en el preciso momento en que un PC es reseteado y su ventilador se detiene al transitar desde una vida hacia la siguiente, tras ese momento se oyeron los gritos de las otras insultando y vengándose verbalmente de su suerte. Una banda de mujeres jugando al bingo es una jauría aterradora que no se detendrá ante nada. En el lugar en el que aquellas hembras se despiporraban y entregaban a semejante vicio no habían hombres. Ni un sólo macho en aquel corral. Esto se explica fácilmente. Quiero que mis lectores masculinos penséis en la última vez que jugasteis al bingo. Si todo va bien fue cuando érais niños. Si algo va mal, ha sido ya de adultos. Para esos lectores que se encuadran entre los que han jugado de adultos, quiero que sepáis que no pasa nada porque lo reconozcáis y que aunque la Iglesia y otros colectivos os tratan de demonizar, yo desde estas líneas os doy todo mi apoyo moral.

    Estuve tentado de quedarme allí contemplado aquella escena tan enternecedora, con todas esas mujeres gritando y clavándose puñales con los ojos con su insana envidia. Mi amigo Sergio, servicial como siempre, recuperó mi atención y la devolvió hacia el escenario principal. Mientras disfrutaba del chocherio ludópata, er Dani se había metido en la barra y había mandado a su hermana a servirnos. Alguna mente perpicaz se preguntará como puedo saber que era su hermana y a esa mente le responderé que él nos lo dijo. Ella llegó y mis fatigados ojos, sometidos al fuego intenso del humo que nublaba el ambiente y que comenzaban a tornarse rojos como reacción protectora, mis ojos se agrandaron aún más. Estábamos ante un portento de la naturaleza. La Carmen, nombre por el que conoceremos a la susodicha, rebosaba carnes por todos y cada uno de sus poros. Era una masa de complexión más bien fofa que se arrastraba pesadamente por detrás de la barra, guiada por los michelines que la sujetaban a la misma y que impedían que desviara su trayectoria. La Carmen tiene pinta de ser joven, posiblemente por debajo de los veinte, pero también sé que ha comido mucho más de lo que yo podré en toda mi vida. Toda esa comida, disfrutada bocado a bocado ha conseguido encontrar hogar en su cuerpo, que se ha convertido en un gran silo en el que cientos de filetes, miles de pollos y millones de judías y garbanzos han hayado el asilo que tanto añoraban. La cara de la chica se ha redondeado hasta emular la esfera perfecta. Sus ojos, hundidos ante tanta grasa, te miran con la sabiduría que da el saber que su cuerpo hace una digestión perenne. La ropa de la Carmen era holgada, al menos en un cuerpo de figurín, porque en el de ella se veía aplastada por toda esa grasa y estaba sometida a presiones descomunales. Su pantalón de chándal, típico recurso de la gente de bocado fácil, desplegaba un culo con una superficie mayor que la de alguno de esos nuevos micro-pisos que se están construyendo en España. Sus manos no tenían dedos. Aquello eran barras de pan móviles. Esas mismas manos agarraron dos vasos, los llenaron de cerveza y los pusieron frente a nosotros. Yo no podía quitar ojo de esas uñas, semi-enterradas entre tanta carne y pintadas con variados motivos. Mi amigo Sergio, a mi lado, observaba con satisfacción mis reacciones ante lo que a todas luces era un lugar que no puede pertenecer a nuestro tiempo.

    Yo estaba como un niño con zapatos nuevos, mirando hacia todos lados, tratando de quemar con fuego indeleble esas imágenes en mi cerebro para poder contarlo más tarde. Toda mi educación, todos los años de formación con los mejores maestros, todas esas lecciones aprendidas con sangre culminaban en ese instante, en ese bar, en algún lugar de Málaga. Era demasiado increíble para ser verdad. Er Dani seguía rebotando por todos lados, con su parloteo incesante y sus risas a destiempo. Agarré mi cerveza, me la llevé lentamente a mis labios y antes de beber el primer trago me dí cuenta que lo correcto era brindar por el chaval, que para algo era su cumpleaños. Alcé mi caña, lo miré a los ojos consiguiendo que su sempiterno movimiento aleatorio redujera su frecuencia y lancé mi dedicatoria: ¡Feliz cumpleaños chaval!

    Aquí termina este episodio de la que se me antoja eterna historia der Dani. Estad atentos para el próximo capítulo en el que conoceremos algunos de los contertulios del bar en conocidos der Dani

    .

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