Distorsiones

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  • A Home at the End of the World

    5 de abril de 2005

    A veces veo alguna película anunciada en la filmoteca del poblacho y voy a verla sin más. A veces me llevo un palo que me deja escardado durante semanas y a veces salgo de la sala con la sensación de haber visto una buena película. Esto último fue lo que me sucedió con A Home at the end of the World de la que desconozco su título en español.

    La historia es un poco retorcida. Dos chicos se conocen de pequeños y flirtean un poco entre ellos, con pajillas y tal de por medio, aunque por avatares de la vida acaban como hermanastros. Más adelante, vuelven a vivir juntos y el fuego entre ellos se aviva, aunque a uno no le van las mariposas sino las almejas y acaba enamorándose de la compañera de piso del amanerado. Los tres establecerán un triángulo en el que la amistad triunfa sobre los instintos carnales.

    El director de todo esto es Michael Mayer, un director que se estrenaba en el oficio con esta película y que lo ha hecho bastante bien. Al frente hay un trío encabezado por Colin Farrell, al que le cogí una tirria increíble en gAyLEXANDER. Aquí hace del hermano atontado y medio totorota y lo hace francamente bien, sobre todo por su incapacidad para expresar emociones, que aquí le va al pelo. Es también el queso en este sandwich, haciendo de colchón entre los otros dos protagonistas, que son Robin Wright Penn, una chica que está teniendo una madurez bastante interesante y que aquí está que se sale. Se ve que le gustan los papeles con algo de substancia y no esas cosas que se hacen últimamente en Hollywood en donde la madurez de una actriz se mide por los centímetros cúbicos de silicona que lleva en las tetas. El tercero en discordia es un tal Dallas Roberts, al que yo no conocía y que lo hace muy bien. Está muy creíble como flor de loto enajenada mentalmente y enamorada hasta las chacras de su hermanastro. Un poco en segundo plano pero también con un papel bastante importante aparece Sissy Spacek, una de las grandes damas del cine americano actual y que sencillamente abruma con su interpretación.

    En definitiva, si sois capaces de ver un drama y tenéis la capacidad de abstracción suficiente para disfrutar con una buena película, entonces merece la pena. Si vuestro cerebro embrutecido no va más allá de la línea del bikini de Yola Berrocal y de los sopapos de cualquier chulo de discoteca, entonces ahorraros la pasta y gastárosla en putas.
    gallifantegallifantegallifante

  • Omán cuarta parte - Sur

    4 de abril de 2005
    Arabian Tour 2005

    Tras más de una semana relatando mi diario del viaje, sigo insistiendo en el orden adecuado de las historias, que es el siguiente: Comienzo del viaje, Arabia Saudita, Qatar primera y segunda parte, Moscate, Camino de Sur y Sur, primer día. Aún queda mucho por contar, así que quizás deberías mirar los episodios anteriores antes de continuar leyendo si aún no lo has hecho.

    Mi primer día real de trabajo comenzó temprano. En este sitio se trabaja seis días por semana, diez horas por día. La jornada laboral empieza a las siete de la mañana y hay que coger la guagua que te lleva al complejo a las seis y media en punto. Comprenderéis que es la guagua de los poderosos, que la tropa viaja en otras. Así que desayunamos y nos metimos en nuestro transporte. Sur montañas OmanYa a las seis y media empieza a apretar el calor, aunque a esa hora no son más de veinticinco grados. Nuestro vehículo lleva una media de un pasajero por fila. Delante nuestro iba una guagua TATA con seis indios por fila, apiñados. Paramos en la entrada del recinto para el control de seguridad ficticio, en el que el guardia asoma la cabeza, nos ve a nosotros, los europeos y nos deja pasar sin más, mientras que a los hindúes poco menos que les chequean hasta los calzoncillos. He puesto una foto de la vista desde el campamento hacia las montañas, para que os hagáis un poco una composición de lugar. Si la queréis ver en grande, haced clic en ella.

    Después de revisar un poco mis papeles me llevaron al curso de Inducción, obligatorio para todo el que tiene que trabajar allí. Creo que ya comenté que fue un curso a-la-carta, la versión lolailo y festiva del real. En total fueron quince minutos y dos pequeños vídeos antes de ponerme a hablar sobre los jugadores del Real Madrid con el morito que simulaba ser profesor. Tiene guasa que el tipo se encargue de la seguridad y se llame SAIF, que la gente pronuncia como SEIF y que en inglés, por si alguno no lo sabe, significa seguro. Tras la inducción esa, el obligado café con el omanita y de cabeza al trabajo. Primero me fui a la recepción a conocer a las chochas que parte de mi negocio por aquellas tierras tenía que ver con ellas. Las chochas van vestidas de negro de arriba abajo. Mucho velo y tal y tal y tal, pero estas llevan él óvalo de la cara descubierto, en plan monjas. La más simpática y la que ha estado todos los días es un poco fea, con una nariz nada agradable, pero supongo que como diría Torrente, con la luz apagada y remangándole los trapos seguro que se puede follar.

    Aparte de la evangelización de estos paganos, tengo que instalar un equipo nuevo con su software correspondiente para las operadoras, actualizar otro e instalar un equipo en el cuarto de telecomunicaciones. No daré más detalles para no amargaros el día. De lo que debía estar, estaba la mitad. De lo que tendría que haber llegado, llegó y robaron cuarto y mitad. Mira que hay seguridad en las puertas, pero así y todo los hay que practican el latrocinio. A la hora de comer nos invitaron al comedor de ese edificio. Entenderéis que es al comedor de hombres, porque las mujeres supongo que tendrán el suyo en la otra punta del edificio o quizás en otro. De hecho, junto al comedor sólo hay un baño de hombres. Aquello estaba lleno de extranjeros, de hindúes (que eran la mano de obra que mantiene todo en funcionamiento) y de omanitas, todos con su jaique blanco y su gorrito chimpún. Para honrar un poco a la patria nos sentamos en la mesa de los holandeses. Para todo el mundo en aquellos lares yo era el primer español que veían por allí, lo cual confirma la voluntad viajera de nuestra raza. Es un milagro que colonizáramos América con el atajo de gandules que tenemos en nuestro país. En Omán cuando dices España todos te nombran a Raúl y Real Madrid. Son las marcas más conocidas de nuestro país.

    Para que veáis que no me toco los huevos, como muchos insinuáis habitualmente, trabajamos hasta las ocho y media de la noche. En total, fueron doce horas y media de trabajo y dejamos casi todo listo para el bautizo. Se quedó con nosotros un Omanita, más gandul que los calzoncillos del padre Apeles y que se resignó a pasarse allí la noche si hacía falta, porque mi determinación era acabar a toda costa en la franja de tiempo prevista.

    Tras el trabajo, nos fuimos a celebrar el éxito al bar y quizás también porque la cantina ya estaba cerrada y habíamos encargado unos bocadillos para recoger allí. Invité a mis acompañantes con los cupones que me dio el japonés, que fueron seis. Se quedaron helados cuando vieron todos los que me había dado. Por lo que se ve era un montón de dinero. El inglés que venía con nosotros me dijo que seguramente el japo era mar-y-quita y me aconsejó trancar la puerta con la silla por dentro por si quería venir a mi contenedor a lavarme los dientes con su cepillito amarillo. Estábamos con ese cachondeo cuando aparece el japonés en persona y viene a hablar con nosotros. Estos cabrones ya no lo dudan. El japonés está por mí. Si le pico un ojo se me despatarra allí mismo y me pone el culito en pompa. Creo que no lo he descrito físicamente, así que cerrad los ojos y pensad en Rompetechos y es clavadito a él, sólo que un poco más ajaponesado, pero igualmente calvo. En un lado del bar descubrí una puertilla y pregunté para qué era. Me explicaron que los hindúes no están autorizados a entrar allí, así que tienen una especie de anexo de segunda división regional en el que pueden beber. Es como la casa de los ricos y la casa de los pobres del Gran Hermano, solo que los pobres son más pobres y los ricos somos siempre nosotros.

    Para entrar en el bar hindú, estos tienen que cruzar unos metros por el nuestro. Cuando estábamos bebiendo aparecieron seis hindúes y corrieron a su zona. Me lo confirmaron mis colegas pero no hacía falta. El rastro de aceite los delataba. Era el colectivo mariquita del campamento y por lo que me dijeron, siempre dispuestos a hacer un servicio extra a cualquiera de los hombres que tras meses de estancia en este lugar esté dispuesto a introducir su aparato reproductor masculino en un orto. A veces me pregunto por qué Dios tiene tanta saña con algunos, porque con uno de ellos se ensañó a conciencia y lo jartó a ramalazos, tanto que se le veía la pluma desde el faro de Alejandría.

    Ya más tarde en mi cuarto, medio colocado a cerveza, me meto en mi cutre baño y me encuentro una araña grande y peluda. Era del tamaño de un huevo de gallina. Me hizo un montón de ilusión tener una mascota, así que la dejé estar y me fui a dormir. Por la mañana ya no estaba a la vista y no le dí más importancia.

    Esta historia continúa en Omán quinta parte – Sur

  • La semana pasada en distorsiones

    4 de abril de 2005

    La semana pasada transcurrió en gran parte con el relato sobre el viaje a la península arábiga. Todas las anotaciones de ese viaje están agrupadas en una categoría creada a tal efecto, Arabian Tour 2005. El índice global del viaje se encuentra en la anotación Arabian Tour – Indicey después siguen el resto de anotaciones: Comienzo del viaje, Arabia Saudita, Qatar primera parte, Qatar segunda parte, Omán primera parte – llegada a Moscate, Omán Segunda parte – Camino de Sur y  Omán tercera parte – Sur que es la última de las anotaciones publicadas. Aparte de este empacho de viajes, tenemos un par de cosillas sueltas. En la categoría de Folclore Nórdico he colgado una nueva foto de setas en Más setas en el bosque y seguimos asombrándonos con las cosas de los neerlandeses en Academia de rácanos.

    Finalmente, ya casi he completado la serie Arquitectura Efímera, basada en los títulos de las canciones del álbum con dicho nombre. Como todos sabéis, siendo especial predilección por estos cuentos cortos y hasta el momento estoy muy satisfecho de como ha quedado la serie. El arte de decir que no es el nombre de la historia.

    Y esto es todo. Durante la semana que viene seguiremos con el relato del viaje a Omán e intercalaré algunas cosillas sueltas. Espero con ansia esos regalos que siempre me han animado a seguir adelante. Os recuerdo que la lista de cosas que ansío la podéis encontrar en:

    • Wishlist en Amazon UK
    • Wishlist en Amazon USA
  • Omán tercera parte - Sur

    3 de abril de 2005
    Arabian Tour 2005

    Ya llevamos siete días contando la historia de este viaje. Si quieres seguir el orden de lectura apropiado, deberías retroceder a Comienzo del viaje y después continuar con Arabia Saudita, Qatar primera y segunda parte, para alcanzar Omán, del que ya se han publicado los capítulos Moscate y Camino de Sur. Aún queda mucho por contar, así que quizás deberías mirar los episodios anteriores antes de continuar leyendo si aún no lo has hecho.

    El lugar en el que me encuentro y sobre el que hablaré en las anotaciones sucesivas está en las cercanías. No puedo desvelar su nombre así como no puedo desvelar su función. Me siento como Mayra Gomez-Kemp en el 1, 2, 3. …. y hasta aquí puedo leer.

    Sólo diré que me siento como un alemán en las pelis de Nazis, o como alguno de esos británicos en pelis de África. Aquí dentro hay un montón de gente, cerca de seis mil trabajadores. Casi todos se quedan dentro del complejo las 24 horas del día. Las mujeres son las únicas que se van por la tarde. Son todas del pueblo que está cerca. No se les permite quedarse en el Hotel contenedor ?campamento??, eufemístico nombre por el que se conocen los barracones en los que dormimos (A propósito, podéis hacer clic en la foto para verla en grande). Hay diferentes grupos de barracones, según las clases. Están los Senior, los Junior, los Contractors y finalmente Local staff. En cristiano serían los Gerentes, los cargos medios, las subcontratas y la tropa. Yo pensaba que pertenecía al grupo de Subcontratas, pero parece que pertenezco al grupo de los cargos medios, que a todos los efectos es similar al de los gerentes, de hecho, compartimos cantina y bares con ellos. Los otros se deben quedar en algún otro sitio, hacinados me imagino, porque aquí, por si aún no lo habéis captado, hay esclavitud encubierta. Todo este país, como todos los del golfo Pérsico funcionan a base de los esclavos que importan de Asia. Una esclavitud relativa, pero esclavos al fin y al cabo. En nuestro comedor no pueden entrar hindúes ni similares, que han de comer en un comedor aparte. En nuestro campamento tienen también prohibida la entrada. Pueden hablar con nosotros, pero nosotros podemos ignorarlos u ordenarles lo que se nos ocurra. De todo esto me he enterado a través del hombre con el que voy a trabajar, un holandés que me ha dicho que está asqueado de este país, que esto es la edad media en el siglo XXI. No hay nada que podamos hacer para cambiarlo, salvo tratar en la medida de lo posible de ser amables y respetar a toda esa pobre gente que tiene unos sueldos miserables y se desloma por sacar este país adelante. Hay profesiones de lo más variadas aquí, trabajos que en Europa serían inadmisibles. Hay un tipo cuya única misión es hacerte el café y traértelo a la mesa. El hombre va vestido como un camarero de un restaurante de lujo. Permanece encerrado en el cuarto de la cafetera hasta que alguien lo llama. Entonces va, lleva el café que se le ha pedido y vuelve a su cuarto, un espacio de dos por dos sin ventanas en el que está encerrado. Hay una mujer que no sé muy bien que hace, pero que da lástima. Está en un rincón, como castigada. Los japoneses son unos cabrones con esta gente y los tratan al trapo. Lanzan órdenes directas y esperan que las ejecuten inmediatamente. Por lo que me han contado, llamar hijosdeputa a estos amarillos es quedarse corto.

    En realidad no he hecho nada porque llegamos tarde. Me han tenido toda la tarde sentado escribiendo todo esto y mirando alrededor, más que nada para hacerme una composición de lugar. Las reglas del lugar son curiosas. Está prohibido silbar, está prohibido decir palabrotas, está prohibido hacer ruido, sobre todo después de las diez de la noche, no se permite tener comida en los barracones ni dispositivos de ningún tipo para cocinar, actos que se consideran hostiles y que conllevan la expulsión directa de las instalaciones. Lo mismo sucede con quien sea pillado ?obrando?? en cualquier lugar que no sea un baño (Para aquellos que desconozcan el término obrar, favor de sustituir la palabra por cagar). La expresión que usan es ?Will be removed from the Camp?? que yo traduciré libremente por ?será removido del campamento??. No se pueden apagar cigarrillos en el suelo, no se puede cambiar de barracón sin permiso escrito de la administración, no se puede realizar contrabando de substancias ilegales en el sultanato, ni se puede socializar en la cantina, que es un lugar estrictamente para comer.

    En el comedor se puede elegir entre tres tipos de comida. Japonesa, Europea e Hindú. La hindú es picante, la japonesa pues a su estilo, aunque nada parecido a lo que se come en los restaurantes que pululan por doquier en Europa y la Europea aunque jamás la había visto parece la más normal. Por lo que me han dicho de la hindú, es como fuego de picante. Ya lo intentaré otro día, que tampoco me quiero abrasar la garganta por la noche, que no tengo ni idea de si se puede beber el agua del grifo y no pienso averiguarlo. De mi barracón he hecho fotos, que subiré algún día de estos. RetreteEl baño es de película, como podéis ver en la foto que he puesto (haced clic para verla en grande). Hay varios que leen esto que se morirían sin jiñar en este recinto. Me han dicho que hay gente que lleva viviendo aquí siete años en estas condiciones. Yo creo que no sobreviviría al primer mes. En el comedor habían un montón de moscas, pero nadie parece notarlas y por lo que me han dicho, hay que preocuparse más de los comedores sin moscas. He visto a más de un camarero con tres o cuatro al hombro, como si fueran piratas con sus loros y de hecho, las putas moscas son del tamaño de nueces, que las cabronas están super bien alimentadas. Aún no he visto un solo perro o gato en este país, así que me temo que la vida para las mascotas domésticas en estas tierras sea muy difícil sino imposible.

    Después de cenar y de escribir un rato mi diario había quedado con el colega holandés al que he venido a ayudar en el bar del campamento. Junto al bar hay pistas de tenis, de squash y una piscina. Todos estos equipamientos están disponibles para los V.I.P cada día de seis a diez de la noche. Los hindúes, siguiendo la norma de la casa, juegan al fútbol fuera del campamento en un campo de tierra que se han montado ellos mismos. Cuando entré en el bar estaban poniendo partido de fútbol de la Premier league y unos cuantos ingleses lo miraban atentamente. En una mesa habían tres japoneses, incluyendo el que había venido conmigo en el viaje al campamento. Me acerqué a saludarlo. El otro era el jefe de administración de la obra, otro gerifalte. Hablé un poco con ellos y todos se pelearon por pagarme mi primera cerveza. Me senté por allí a mirar la gente y un poco el partido. En esas entró otro amarillo y empezaron todos a agitar las cabezas. A mí eso me da un montón de miedo, porque el cuello humano no está hecho para esos tremendos cabezones y esta gente se empeña en menearla como si de una coctelera se tratara. Estoy seguro que tienen infinidad de problemas de cuello por culpa de eso. Además, cuando están agitándolas levantan unas ventoleras horrorosas. Yo siempre me acuerdo de esas pobres madres que tienen que parir esos hijos cabezudos. Supongo que los echarán en cuclillas para que la gravedad ayude algo, porque si no, no veo por donde les pueden salir. Cuando llegó mi colega se quedó asombrado de ver a los asiáticos en el bar. Según él, era la primera vez en las 6 semanas que llevaba trabajando en este sitio. Aún se asombró más cuando le dije que me habían pagado la copa y cuando mi japonés vino en persona a presentarse y decirle que habíamos venido juntos al campamento. El hombre no se lo podía creer. Pero es que un poco más tarde, otro de los japoneses, picado porque me habían pagado la copa, vino e invitó a toda la barra a cerveza y finalmente extendió la invitación a todos los que estábamos en el bar, que éramos unos diez sin contarlos a ellos. Eso fue el acabose. Para que después haya gente que dude de mi capacidad de obrar milagros. El que regaló las bebidas fue el jefe de administración. Lo mejor de los japoneses es que te pagan las bebidas y no hay que darles coba. Eso me gusta.

    Los japoneses siguieron privando cerveza como locos y meneando los cabezones en su mesa mientras nosotros bebíamos a costa de ellos. Más tarde me fui a mi contenedor-vivienda y caí muerto en la cama.

    El relato continúa en Omán cuarta parte – Sur

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