Después de unos días en España, esa España mía, esa España nuestra, aaaah, creo que va siendo hora de empezar a plasmar las terroríficas impresiones que en tan corto periodo de tiempo he tenido a bien de sufrir.
Hace ya tantos años que ni me acuerdo de cuando comenzamos con la tradicional salida de Nochebuena en los alrededores de la Plaza de Santa Ana. En los comienzos, solíamos llevar cada uno una botella de Cava Catalán y nos cogíamos una melopea del quince. Ahora en nuestra madurez, pagamos las copas en los bares, en mi caso LA CERVEZA puesto que como conductor irresponsable no pude beber más y ya no hacemos cola para entrar en los locales. El gorila que bloquea los lugares de moda es capaz de oler el dinero y un ?Ábrete Sésamo?? suele ser suficiente para obrar el milagro. De la observación exhaustiva de la flora y fauna nocturna, me he quedado impactado por como están las coyotes. Tenemos las exageradas que se ponen guantes y bufanda con diecisiete grados de temperatura y las que por falta de tela, van con el potorro al aire. Sigo creyendo que se realizan experimentos bio-nucleares en este barrio, porque esas hembras gordas como cochinas y con tan poca vergüenza no son normales. Algunas hacen parecer al muñeco Michelín anoréxico. Pero ahí están, medio desnudas, cargadas de Airbag laterales y a grito pelado por la calle, mostrando su (falta de) educación.
Fui testigo primerísimo del auge de los pseudo-metrosexuales, esa banda de subnormales y tarados que se afeitan de forma exótica y creen pertenecer al club de David Beckham y similares. Esos infrahumanos pululan por doquier, paseando su falta de clase y estilo que parece atraer tanto a las coyotes canarias, las mismas que han marcado un nuevo record en incultura y falta de educación durante este año. El año que viene seguirán otra moda, estoy seguro. Por ahora, gracias a su incapacidad para la lectura, desconocen que vuelve el hombre con pelo. Si compraran el Muy Interesante, por ejemplo, verían que todos los anuncios de colonia vienen con modelos ?osito??. Nuestros metro-in-sexuales, en su ignorancia supina, van afeitados al máximo: brazos, pecho y todas las áreas a la vista. A mí me dan arcadas cuando los oigo hablar. No vocalizan y su vocabulario es muy limitado. Ni soñéis con complejas estructuras gramaticales. Ellos se limitan a: ¡Ven pa?quí! ¡Mira! ¡T?voy a meter un?hostia! ¡Chacho! ¡Surnormal! ¡?ooos!
Redundando en el metrosexualismo de mierda ese, tuve el privilegio de departir con uno de ellos por unos minutos. Se autodefinía metrosexual, aunque yo lo clasificaría más como cacho de carne de cañón apropiado para primera línea de batalla en el frente. El susodicho lucía delicadas líneas en su barba que le daban una pinta entre amariconado y bujarrón del quince. Hablamos con él en la calle, pero tengo clarísimo que nunca me quedaría a solas en una habitación con un individuo con esa barba. Ese te coge en las duchas del gimnasio y a poco que te descuides te hace un ocho donde tú sabes.
Una preocupación que tanto mi amigo anormal como yo compartimos es la degradación cívica del entorno del Multicines Monopol. La plaza de las Ranas y alrededores es territorio de metrosexuales y mariquitas del coño. Nosotros, como intelectuales incultos, preferimos ir a dicho cine para incrementar los puntos de cultura de nuestros personajes de rol. Así nos va, que ayer vimos 2046 y aún me tiemblan las piernas. Próximamente contaré las verdades sobre dicha película. La fauna que acude a dicho multicines es muy variada. Señoras entre 45 y 60 años, enjoyadas y enlacadas al máximo, además de lucir con garbo y desvergüenza esos trajes con estampados floreales que en algunos países son constitutivos de delito. Nosotros nos dejamos ver y las rondamos, porque tenemos la firme convicción de que nuestro futuro está en el matrimonio con señora mayor adinerada. Somos lobos cuaternarios rondando la manada, buscando presa con cuenta bancaria saneada a la que atarnos por unos años y sablearlas hasta el infinito y más allá. Es vox populi que con la edad que tienen han de ser unas viciosillas de cuidado y seguro que no le hacen ascos a nada, permitiéndonos saciar nuestros más sucios instintos, que misioneros ya hay bastantes en África. [Nota del traductor: buscad los diversos sentidos de la frase]
Aparte de esas damas de alta cuna y baja estatura, el cine estaba lleno de unidades con pérdida máxima de aceite, o dicho de una forma más poética, hombres que hacen de su culo un florero. Esos no le quitaban ojo al colega anormal. Diga lo que diga Rodolfo, la ceja única de anormal les produce un morbo bestial y les atrae como la miel a las moscas. Las mías fracasan rotundamente con el colectivo y no consigo levantar siquiera una de sus pestañas. Dejémoslo estar así. Ayer era el día de la pareja en el cine y mira por donde, nos tomaron como pareja de desecho y la entrada nos costó más barata. Anormal, que en circunstancias distintas hubiera obligado a la taquillera a cobrarnos la diferencia, se alegró del ahorro conseguido aún a costa de nuestro deshonor. Es lo que tiene la pela, que amansa las fieras.