Acabada la temporada del millo y casi sin descanso comienza la de las castañas. Aquí arriba no hay vendedores de castañas asadas en las calles. De hecho, estos bárbaros las consideran comida de caballos y no se molestan en comerlas. Es por tanto bastante difícil conseguirlas. Yo conozco unos cuantos castañeros alrededor de la ciudad y cuando tengo tiempo los sableo. A veces no hay nada porque compito con otros por el preciado bien. La única opción restante es comprarlas en el mercado los sábados, a precios abusivos. Las venden en los puestos de los turcos.
Este otoño comencé a comer castañas en Santiago. Me compraba un cucurucho de dos euros que tiene una cantidad brutal. Al volver me traje un kilo con el que he aguantado esta semana y ya las han puesto en el mercado, así que imagino que llegaré hasta primeros de diciembre comiendo castañas.
Sólo hay una cosa que me molesta de las castañas y son los castañazos. La RAE se refiere a ellos como puñetazos, pero eso es porque esos pobres no tienen ni puta idea de esto.
Un castañazo es un golpe sonoro de aire del vientre que se expele por el ano tras la ingesta de castañas y mientras el individuo está dormido. Quiero que os fijéis en las palabras clave: sonoro ? aire ? castañas ? dormido. Efectivamente. Uno se infla a comer castañas para cenar. Hasta aquí todo bien. Más tarde, cuando el sueño aprieta, nos vamos a la cama a dormir. En la madrugada, sin aviso previo, un trallazo rompe el silencio de la noche. Salimos bruscamente del sueño más dulce y nuestro cerebro ha de activarse instantáneamente. Hemos de procesar el ruido, identificarlo como un castañazo (aunque en base a recuerdos porque el sonido es historia) y actuar en consecuencia.
Lo primero que hace el cerebro es ordenar el bloqueo de los pulmones. No más aire entrante hasta nueva orden. Lo segundo es activar el sistema motriz. Salimos de la cama lo más rápidamente posible y huimos a otra habitación. Sólo cuando estemos a una distancia prudencial y tengamos una certeza absoluta sobre la calidad del aire será posible la reanudación de las funciones respiratorias.
Los castañazos son altamente peligrosos por el efecto butanito, del que ya hemos hablado anteriormente (ver esta historia). El castañazo está compuesto en casi un cien por cien por gases altamente inflamables y de naturaleza tóxica. Cuentan que aquellos que no huyen no llegan a contarlo. La maceración de las castañas en el estómago produce armas químicas que ya quisieran para sí algunos tiranos del mundo.
No confundir los castañazos con las flatulencias, que no son más que molestas acumulaciones de gases en el tubo digestivo, sin peligro alguno.
Como me niego a renunciar a la ingesta de castañas asadas, comprenderéis que las próximas semanas duerma mal y ande siempre cansado. Uno debe hacer ciertos sacrificios para poder disfrutar de algunas cosas.