Todos sabemos lo que pasó el fin de semana pasado en la isla de la Palma, que pertenece a la provincia de Tenerife y que no tiene absolutamente nada que ver con la ciudad de las Palmas de Gran Canaria, que ya tiene en su nombre la isla en la que se encuentra. Yo llevo años cada vez más convencido que la gente se ha acarajotado mucho, sobre todo con los telefoninos, que tanto mirar a la pantalla los ha transformado en Bosmongolos. Desde el lunes me empezaron a llegar mensajes y correos preguntándome si estaba bien, si estaba seguro y polladas similares. Para cualquiera que realmente me conozca, yo soy la persona que menos oculta su vida, ya sea a través de las historias del istagrame o de los estados del güazá, cualquiera puede ver mis sesiones de correr, lo que desayuno y ceno, puede ver las películas que voy a ver y casi todos los días cae alguna foto más de mi jardín, o de mi ciudad, o de Ámsterdam o del lugar en el que me encuentro. Toda esa información está disponible, no es necesario abonarse, no hay que buscarla en lugares retorcidos y no está limitada, cualquiera la puede ver y sabe, en cuatro o cinco imágenes, dónde estoy, qué como, qué veo en el cine y alguna cosilla más. Es así de fácil y todavía me mandan los mensajes para preguntarme si estoy bien.
Después tenemos el otro tema, ese que parece que se le escapa a todo el mundo y que me hace temer y mucho por la capacidad intelectual de las nuevas y las viejas de-generaciones. Entre el aeropuerto de Schiphol, a treinta kilómetros de mi keli y el de Santa Cruz de la Palmas hay la friolera de tres mil doscientos veintiún kilómetros, casi nada, vamos que creo que el noventa y nueve, coma noventa y nueve por ciento de la gente que conozco vive más cerca de ese volcán activo que yo y ninguno me ve preguntándole a nadie si está bien, si está en peligro o similares. Entre el aeropuerto de Gran Canaria y el de la Palma hay doscientos cuarenta y cuatro kilómetros en línea recta, vamos, que ni aunque se convierta en el super-hiper-mega volcán más potente de la historia de la humanidad puede soltar lava por allí, así que tengamos un poquito de por favor y dejemos de enviar sandeces a otros seres humanos, que mi paciencia cada vez es más limitada y solo puedo hacer una cantidad determinada de meditaciones al día para no salir por la puerta hacia el aeropuerto, ir a buscaros y daros un par de hostias que bien que tenéis merecidas.
Por si todavía queda algún Bosmongolo que sigue sin captarlo, no solo no vivo cerca del volcán o mi familia, vamos un paso más allá y puedo confirmar y confirmo que no conozco un solo ser humano o inhumano que sea de esa isla y tenga trato conmigo en la actualidad o en los últimos veintiún años, los mismos que llevo viviendo a más de tres mil kilómetros de distancia. Eso sí, el que no me mande mensajes de ultratumba el día que haya un tsunami en el norte del océano Atlántico en dirección a los Países Bajos, a ese le hago un cruz y raya instantáneo desde el más allá, que aunque mi keli está a CUATRO metros sobre el nivel del mar, casi todo lo que la separa de éste está por debajo del susodicho nivel y los diques que tenemos pararán muy poco o quizás, hasta nada.