En mi selección de fotos inicial, creo que había unas quince fotos de esta iglesia, pero he descartado doce y esta será la última que veremos. La iglesia sorprende en su interior por lo alegre de su paleta de colores, esa pintura celeste en los bancos y en las paredes es fantástica. Esta foto debe ser de la tercera vez que fui por allí y por fin pude entrar a hacer fotos. No sé si es porque la iglesia es tan bonita o porque allí el catolicismo está en alza, pero cada vez que el presunto (también conocido como curilla) tenía una gala, se petaba que no veas.
Ayer veíamos en Patinando sobre el hielo en Veluwemeer un documento estremecedor y hoy tenemos otro que hice al día siguiente. En principio, el sábado quería ir a patinar al Merwerdekanaal, que Genín se conoce de sobra porque cuando hice la serie de casas-barco en Utrecht, casi todas las que vimos estaban en el susodicho. Es también el canal por el que está la ruta para bicicletas que uso para ir al cine. Por la mañana, después de ir al Toko, que es el nombre que le dan por aquí a los supermercados chinos, decidí dar un pequeño rodeo de regreso a mi casa para ver que tal estaba el hielo en el Merwerdekanaal y me convenció bastante. Después visité otro canal más cercano a mi casa. Estaba por decidirme entre ambos cuando algo desatascó mis neuras neuronales y recordé que cuando fui a correr por la mañana, que uno es un atleta y ONCE grados bajo cero no van a impedirme ir a correr, pues cuando pasé por la zona me dio la impresión que había un chamo que quería patinar en el Plas Laagraven, el lago que está a trescientos metros de la puerta de mi keli y que normalmente es una reserva para pajarracos, que usan para descansar y agruparse cuando se bajan al sur en otoño y para reproducirse en primavera. Cogí los patines y decidí echarle un vistazo, que trescientos metros no es nada y además, con trescientos más, llegaba al otro lugar que ya había revisado en un canal. Resultó que en el Plas Laagraven ya había gente patinando, habían limpiado un recorrido y estaba perfecto y maravilloso así que corrí al borde del lago (o charca), me quité los zapatos y me puse los patines, dejando las botas en una bolsa a la vera del hielo y aquello fue maravilloso, una pista circular de unos ochocientos metros a trescientos metros de mi puerta. Este lago lo hicieron hace unos pocos años, cuando rediseñaron la zona para hacer el parque, el cual se ve con frecuencia en mis pantallazos de mis sesiones de correr porque siempre voy por ahí. El sábado hice más de diez kilómetros, incluso haciendo una videollamada por el güazá a mi madre y mi hermana que hicieron una vuelta entera conmigo, llamando a otros amigos y haciendo fotos y vídeos. Hoy tenemos por aquí otra vuelta entera que grabé con la cámara que normalmente baja debajo del agua y que en esta ocasión estaba sobre el agua. La música que acompaña a este vídeo es la canción Sweet Dreams (Are Made of This) (Eurythmics Epic Cover) de Sebastian Böhm y puedo confirmar y confirmo, que mis sueños están hechos de patinaje sobre hielo. El domingo regresé al lugar por la mañana y me hice diez kilómetros más, con lo que calculo que mi total, entre los tres días, debe rondar los cuarenta kilómetros. Entre eso y que fui a correr el miércoles, el jueves y el sábado, creo que he hecho una cantidad dantesca de ejercicio la semana pasada. Este lugar, ahora que sé que el agua se congela bien (aunque recuerdo que en la vez anterior no llegó a congelarse por el gran tamaño que tiene la charca), se convertirá en mi base de operaciones y el sitio al que iré a patinar siempre que no tenga otros planes.
La semana pasada veíamos la iglesia azul de frente, que es la foto más complicada porque la calle no es muy ancha y cuesta hacerla y hoy vemos su lateral, que es espectacular. La iglesia no es muy grande pero resulta muy cuca, tanto por fuera como por dentro y la paleta de colores que vemos en el exterior también se respeta en el interior, lugar al que llegaremos en la próxima foto. El estilo arquitectónico del templo es el modernismo y es una iglesia católica. Originalmente, la iglesia formaba parte de un instituto de ese barrio, aunque hoy en día consiguió su independencia.
Con todo lo que nos han quitado este año, cuando anunciaron una semana de frío polar y la formación de hielo, aquí en los Países Bajos, muchos nos volvimos niños porque rodeados de agua y con canales, lagos y otras formas de almacenar agua con poca profundidad, todos sabíamos que el frío trae el hielo y el hielo, una vez alcanza el grosor adecuado, nos permite patinar y el patinaje sobre hielo en esta tierra es una religión y son muchos los que apuntan a los niños en clases con cuatro o cinco años y algunos aprenden a patinar sobre hielo antes que a nadar. Es de todos sabido que el Elegido, pese a sus orígenes cien por mil africanos, es un consumado patinador, tanto en patines en línea como en hielo y una de mis primeras posesiones fueron los patines de velocidad, que tras alquilar unos en una ocasión y ver que aquello estaba chupao de fácil que era, me los compré de paquetísimo que no me gusta meter las garras en bota de otros. Desde el lunes de la semana pasada un colega creó el grupo en el güazá y comenzamos a negociar, aunque los otros se rajaron porque son viejos, son culocochistas y tal y tal y tal. Según los cálculos de los expertos, que en este país son unos diecisiete millones, tantos como julays, el hielo estaría ya en condiciones para el patinaje «seguro» el viernes, así que ese fue el día que apalabramos, sin saber exactamente a donde iríamos porque aún era muy pronto para decidirlo.
El jueves por la tarde, chateando, nos inclinábamos más a ir a patinar en Oostvaardersplassen, un enorme parque nacional con abundante hielo natural, aunque en ese momento todavía no existían zonas abiertas al patinaje. El viernes por la mañana, como el anterior seguía sin noticias positivas, habíamos decidido ir a Loosdrecht, cerca de Hilversum y quedamos a una hora, aunque cuando aún me faltaba hora y media para tener que ir, el colega me llama en modo pánico total y me dice que los picoletos, la pasma, ha cerrado el acceso al lugar por miedo a cierto virus truscolán y podemita porque se estaba petando en demasía. Tuvimos que desempolvar el plan alternativo, que era el Veluwemeer, el lugar más lejano de los tres y mi mañana relajada se fue al carajo y tuve que salir por patas para pillar el tren y llegar al punto de encuentro, ya que la empresa ferroviaria, en una semana, aún no habían sido capaces de recuperar la normalidad y los trenes circulaban poquísimo tirando a casi nada. Resultó que el sistema de cambio de velocidades de mi bici se congeló y estaba en la tercera (de siete) y no podía meterle más velocidad para llegar a la estación a tiempo, así que hice trampa, le di candela de la máxima a las velocidades eléctricas de la bici y yo movía el pedal y el motor me ponía a veinticinco kilómetros por hora cuando se podía, que no era siempre por culpa del hielo en algunos lugares de la ruta. Llegué al andén ciento veinte segundos antes de que saliera el tren y llegué al punto de encuentro a la hora prevista. Desde allí eran cuarenta minutos en coche hasta el Veluwemeer y tras encontrar aparcamiento, tuvimos que caminar unos doscientos metros hasta un punto en el que nos pudimos poner los patinas y lanzarnos al hielo. La primera vez, cada año, es un gran acto de fe, siempre piensas que se te ha olvidado y tras un primer medio minuto inestable, como que el puñado de neuronas que guardan este sagrado conocimiento se desempolvan y a partir de ahí, todo va como la seda.
El documento que viene a continuación incluye vídeos hechos con el telefonino y con la cámara esa que uso para los vídeos bajo el agua, aunque con las prisas no encontré el soporte para llevarla en un trípode y la tuve que agarrar con la mano y como los guantes son gigantescos tirando a enormes, de cuando en cuando se verá algún dedo. Hay varias oportunidades para ver al Scelto. La música es la canción Hello, Dolly!, muy conocida tanto por el Ancestral como por su intimísima porque es de su época, aunque esta es la versión hecha por el elenco de la fabulosa serie Zoey’s Extraordinary Playlist, en el primer episodio de la nueva temporada que acaba de comenzar. Atentos sobre los treinta segundos para ver un vehículo de transporte sobre el hielo que seguro que es más del gusto de algunos conocidos culocochistas previamente mentados.
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