Los navegantes casuales que han arrivado por esta página merecen saber que Planta 33 comenzó en Planta 33 – Capítulo primero y el de hoy es el noveno capítulo.
Fue como si hubiera cruzado un portal y viajado en el espacio a otro lugar en la tierra. Parpadeé dos veces para intentar que se difuminara el espejismo pero no sucedió así, las cosas siguieron tal y como estaban. Miré a mi alrededor sin poder creerlo. Se supone que estaba en los Estados Unidos de América, o en América como preferimos llamarla y allí todo estaba escrito en ruso o en algún idioma parecido. La gente llevaba esos gorros que se ven en las viejas películas y que siempre llevan los comunistas. No podía ser cierto. En la esquina había un local que semejaba una droguería pero en sus escaparates todos los productos eran rusos, cosas que jamás había visto en la vida. Un horrible maniquí llevaba unas ropas extrañas. En su interior unas señoras se gritaban unas a otras hablando. Las podía escuchar desde la calle. Allí la única nota discordante era yo. Volví a comprobar el papel por si me había equivocado de parada pero por desgracia era la correcta, Ocean Parkway. Decidí no prestar más atención a lo que sucedía a mi alrededor y encontrar el sitio. Prefería no pensar por qué mi amigo Jorge había elegido aquel lugar para quedarse en Nueva York, con toda una ciudad llena de hoteles y él se viene a la única parte que parece sacada de otro país. Allí el frío era más intenso que en Manhattan y podía oler el mar, un mar frío e inhóspito. A través de un callejón vi la playa. Unas nubes enormes volaban veloces y amenazaban con cubrirlo todo en minutos. Seguramente nevaría ese día. Metí las manos en los bolsillos y me apresuré.
Un edificio enorme destacaba sobre el resto. Era un bloque de apartamentos. En los bajos había una biblioteca en la que se mezclaban los libros en inglés con otros en ruso. Junto a la puerta dos hombres hablaban en un idioma extraño. Me miraron con curiosidad y sabía que si les preguntaba igual me podrían indicar el camino pero no quería arriesgarme a no entenderlo. Eso sería demasiado para mi. Cuando los dejé atrás llegué a la entrada principal del edificio, un jardín que esperaba el calor para volver a la vida y que ahora estaba lleno de trozos de fotos recortadas. En todas faltaba un pedazo, como si alguien hubiese decidido arrancar ese trozo de los recuerdos de su vida y después no había quedado contento con el resultado. Recogí una foto. En ella se podía ver a una chica bastante guapa junto a una señora muy vieja, arrugada como un lagarto y con una sonrisa que desvelaba una boca negra y con un solo diente, una pieza marrón que marcaba el centro de la boca. sus ojos aparecían hundidos entre arrugas y estaban llenos de vida. Me eché la foto en el bolsillo. Llegué al portal y pulsé el botón del conserje. Una voz de acento extraño respondió
– ¿Qué desea? ? dijo sin andarse con rodeos.
– Hola, me llamo David y venía para visitar a la señora Smith ? le dije dando la mayor cantidad posible de información. Esta nueva moda de los condominios se estaba extendiendo por todo el país. Se quitaban los porteros automáticos y se pone a alguien que controla la entrada del edificio, día y noche. Supuestamente aumenta la seguridad. Se oyó un zumbido agudo y la puerta se abrió sola. Entré y se cerró detrás de mi. Tuve que esperar unos segundos para que se abriera la segunda puerta. Un chorro de aire caliente me recibió en el interior. Me acerqué al conserje. Era un hombre mayor al que la corbata y la camisa de vestir le quedaban demasiado falsas. Tenía pinta de maleante y traté de atisbar algún tatuaje que asomara por los puños de la camisa. Su pelo raleaba y clareaba y un fino manto de caspa parecía disfrutar de un periodo de floración. La caspa se mezclaba con algún tipo de gomina y creaba pelotillas grises. El hombre me miró seriamente. A su lado tenía un ordenador viejo que hacía un montón de ruido. El teclado estaba negro del uso y la pantalla la rodeaban un montón de notas amarillas. Sacó un libro y buscó la última página escrita.
– Tendrá que inscribirse, todas las personas que entran en el edificio tienen que hacerlo ? me dijo girando el libro hacia mi y dándome un viejo bolígrafo que estaba mordido por su parte superior. Desprecié el bolígrafo y saqué el mío, toda una obra de ingeniería. Probablemente me había costado más de lo que este hombre recibía como salario. Escribí mi nombre y apellidos, el apartamento que iba a visitar y la fecha y hora de entrada. Dejé en blanco la casilla con la hora de salida. Cuando terminé lo volví a girar y él estudió detenidamente mi caligrafía como si estuviera tratando de descifrar alguno de los misterios fundamentales.
– Espere un momento ? me dijo y cogió un teléfono que estaba sobre el mostrador. Marcó una extensión y esperó con la vista perdida en algún lado, como si yo ya hubiera dejado de existir. Alguien respondió al otro lado y hablaron durante unos instantes en ruso o en algo parecido. Cuando acabó la conversación, colgó y volvió a mirarme ? Puede subir, el ascensor está a mano derecha, en el corredor. Vaya a la segunda planta y cuando salga gire a la derecha y camine hasta el final del pasillo, es el último apartamento.
En ese instante hubo un fuerte zumbido y vi que alguien estaba en la puerta de fuera. Cogió el mismo teléfono que había usado para llamar a la casa y comenzó su ciclo nuevamente
– ¿Qué desea? ? lo dejé y salí hacia el ascensor. No era uno, eran dos y ambos estaban en la planta baja. Me subí y pulsé el dos. La puerta se cerró rápidamente y al arrancar el ascensor dio un tirón brusco.
Si quieres seguir leyendo la historia, sigue el enlace hacia Planta 33 – capítulo décimo
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4 respuestas a “Planta 33 – capítulo noveno”
Hombre, uno no suele comentar los relatos. Solamente quiero decirte que me va gustando el ritmo de la historia así como las descripciones. keep on.
La idea general es ir muy muy despacio para que se alargue hasta los doscientos capítulos. No creo que lo consiga pero ese es el plan. Aún no he decidido si crearé una segunda y tercera línea argumental que confluyan en un punto o seguiré con la línea única. Mi visión sobre la historia es muy vaga y difusa y no tengo un plan maestro con lo que igual se agota en unas cuantas entregas adicionales. También intento mantener la frecuencia de dos capítulos por semana y si todo fuera bien ir subiendo hasta tres capítulos aunque eso suena casi a misión imposible.
Creo que con dos capítulos estás creando la situación suficiente. Y así tampoco te quemas demasiado.
Esta semana se me está haciendo cuesta arriba pero intentaré cumplir con la cuota hoy. Lo bueno es que ya tengo decidida una segunda trama en Roma, posiblemente con dos amigas y quizás una tercera en Salamanca (casualidades de la vida diría yo) y después según se tercie, a lo mejor visitas a Omán, Berlín o cualquier otro lugar en el que he estado (Nueva Orleans me atrae bastante como sitio para una historia …). Lo que sigo sin ver es lo que sucederá o cual será el terrible giro en la historia y supongo que basculará hacia el misterio o el terror en algún momento.