Reducir


reducir.
(Del lat. reduc?re).
Disminuir o aminorar.
Estrechar o ceñir.
Dicho de una cosa: No tener mayor importancia que la que se expresa.

El verbo reducir es uno de esos que a mucha gente le da miedo. Lo temen y al hacerlo, le dan más poder del que debería tener. Reducir es algo natural, de la misma forma que las cosas se expanden, se han de reducir. Lo mismo sucede con las empresas. Ayer en la mía la mañana comenzaba tranquila, con todo el mundo feliz y contento, unos perdiendo el tiempo, otros navegando por Internet, los menos trabajando y la espada de Damocles oscilando por encima de las cabezas de todos. Tenemos que retroceder a noviembre para pararnos en un evento. Una vez al mes, los representantes de los trabajadores se reunen con la dirección para discutir asuntos y vislumbrar el futuro cercano y lejano. En noviembre, esos representantes recibieron el mensaje de que no había planeada ninguna reducción de personal. Lo comunicaron a todos los trabajadores con gran alegría y algarabía. En diciembre, nuevamente, el mensaje fue la ausencia de reducción del tamaño de la compañía e incluso el incremento de algunas zonas. Sucede que yo, por algún misterioso evento que nadie se puede explicar pero que seguramente esté relacionado con mi trabajo y con lo variadas de mis tareas, tengo acceso a lugares escondidos a los ojos de la mayoría y puedo ver cosas de las que habitualmente no se habla. En uno de esos rincones, oculta, hay información que me permite ser un buen agorero. En diciembre yo le decía al Moreno que las cosas no iban bien. Tres de mis tareas secundarias me mostraban síntomas de agotamiento pero la gerencia y los representantes de los trabajadores lo negaban y mostraban datos que no cuadraban con los míos. Yo predicaba en el desierto, siempre negativo, según unos y poco informado, según otros. En enero, el mensaje era el mismo. La casa matriz anunciaba una reducción masiva de trabajadores en todo el mundo y ellos se lanzaban al día siguiente a anunciar a los cuatro vientos que no nos afectaba, que no había reducción en Camelot, que nuestro pequeño reino seguía disfrutando de la paz y el bienestar eterno. La misma semana pasada yo le comentaba a varios compañeros que las señales de alarma estaban todas encendidas, que desde mi balcón yo podía ver que las cosas no es que no vayan bien, es que van muy mal. Todo el mundo, salvo por mi jefa, desechaban mi valoración.

Ayer a primera hora, la dirección convocaba a los representantes de los trabajadores. Como todo sucede en la planta en la que yo trabajo, yo ya avisaba a los amigos que el Armageddon se aproximaba y uno de ellos me decía que como siempre, estaba equivocado. A las once acababa esa reunión y yo mandaba el mensaje. La bomba está a punto de caer. Incredulidad. Es más fácil enterrar la cabeza debajo de la arena que afrontar la realidad. Unos minutos más tarde se anunciaba una asamblea extraordinaria para todos los trabajadores. Todos seguían con la necia idea de algún pequeño cambio o quizás celebrar un gran éxito. Yo miraba en los rincones escondidos y sacaba otras conclusiones. A las doce me fui a caminar con el Moreno y le comentaba que la maquinaria ya estaba en movimiento y que solo faltaba por saber cuántos y cuándo. Al regresar de caminar obtuvimos la respuesta. Reducción. Un diez por ciento de la plantilla, muy detallado en número y con un claro reparto por departamentos. De ejecución casi inmediata, con los elegidos conociendo su destino antes del final de marzo. Ahí fue cuando muchos empezaron a venir a mí, a recordar lo que les decía, a atar cabos y ahora parece que son creyentes. Desde ayer por la tarde nadie trabaja en la empresa, todos comentan, opinan, elucubran y tratan de poner nombres a la lista y evitar que los suyos formen parte de la misma.

Yo no dejo que mi vida dependa de algo así. No cuando estoy en un país con un cinco por ciento de paro y se que puedo encontrar trabajo fácilmente. En el equipo en el que yo me encuentro caerán unos cuantos y tanto mi jefa como un servidor pensamos que uno de los dos dejará la academia. Ella cree que será la ganadora y yo creo que seré el ganador. Esta mañana, a las nueve, en la primera reunión del día, despachamos los asuntos que nos traíamos entre manos en cinco minutos y después tuvimos cincuenta y cinco de terapia colectiva. Reducir parece que es sinónimo de miedo, terror, pánico. Uno me contaba que se despertó a las cinco de la mañana, incapaz de dormir por lo que podía deparar el futuro. Otro negaba lo evidente y ponía nombres para evitar incluír el suyo.

Yo soy más práctico y cachondo. Imprimí el organigrama de la compañía, lo colgué en mi tablero, puse los números que corresponden a cada departamento y ya estoy organizando una quiniela en la que pueden participar todos los que no pertenecen a la gerencia. El que acierte el mayor número de nombres se lleva la porra. Mi lógica es simple. Durante las próximas cinco semanas, el tema de conversación va a oscilar sobre la reducción y como no puedo hacer nada para que mi nombre esté presente o ausente de esa lista, en lugar de recalentarme las neuronas con el asunto, me lo tomo a cachondeo y al menos me divierto.

Si tuviera un rato libre me pondría a contar las reducciones que he ido superando a lo largo de diez años en la empresa, pero como uno se termina acostumbrando a todo, creo que voy a pasar.


5 respuestas a “Reducir”

  1. Es muy español lo de tomarse a cachondeo lo que pinta mal… espero que tus compañeros no se tomen a mal lo de la porra. ¿Sigues queriendo que te echen?

  2. Un 10% es una barbaridad de gente! y tendrán un 5% de paro, pero la economía está tan mal como la española (recesión prevista 2012 España, 1%, Holanda, 0.9%), es cierto que no está en tu mano la elección, y que no ganas nada con preocuparte, al fin y al cabo tienes las cuentas saneadas y no tienes gente a tu cargo, personalmente yo no podría evitarlo, aunque está claro que aquí es más difícil la recolocación. Uf.

  3. Virtuditas, del 5% de paro, un 4% son marroquíes engañando. Decir que la economía está tan mal como en España es alucinar en colores. Salario mínimo: 1500+, paro, nulo si te esfuerzas un poco, economía sumergida, una centésima parte que en España, corrupción, ídem, casas sin alarma, casi todas. Casas sin rejas en las ventanas, todas. Jóvenes marchándose de casa de sus padres a los 18 a vivir por su cuenta, todos los normales y podría seguir.

    Mi empresa ha bajado de 1400 empleados a 180 en diez años, así que esta ronda, con 18 no es nada. La razón es bien sencilla: estamos en un mercado muerto y acabado, somos un dinosaurio en la época de los mamíferos y si no me he ido antes, es porque me niego a irme sin mi PAQUETE. ¡NO sin mi PAQUETE!