Cuatro diítas de maestro numerario en el curro enseñando a los ignorantones lo que es la eficiencia más absoluta y la sala abierta se ha caldeado hasta niveles dantescos y la tensión ha subido tanto que la gente se va a otros lugares del edificio para relajarse. Todo el mundo sabe que mi planta gira a mi alrededor, que cuando estoy de cuerpo presente, cualquier acción y su consabida reacción tiene en su núcleo mi autorización, así que cuando llegan y me ven con mis auriculares de princesa Leia resacosa y desquiciada, los más grandes que tengo, desconectado totalmente del universo, haciendo mi trabajo y escuchando mis podcast, ignorando todas las conversaciones y todas las fricciones, la gente se pone nerviosa, muy nerviosa, tanto como para que mañana todos salvo uno que tiene que venir por pelotas hayan decidido trabajar desde su casa. Nadie me puede acusar de estar haciendo algo, la belleza del asunto es que estoy trabajando, sin distracciones, sin paradas para el café, para la tertulia o para cualquier otra cosa. Comienzo una tarea, la analizo, la resuelvo y la acabo repartiendo palos a todos los que la cagaron, palos que pueden ir hacia el país de los amarillos, como esta mañana, hacia gringolandia, también como esta mañana o en nuestro edificio. Una nueva tarea entra en mi buzón, la programo, ejecuto las acciones que la resuelven y cuando el producto final llega a su destinatario, va acompañado de un claro informe sobre quién, cómo, cuándo y dónde la cagó y con esa cagada provocó esa tarea. A nadie le gusta que lo señalen y yo no lo hago, yo disparo.
Hoy, la pava que decidió que sabía más que yo y que me podía mover como una marioneta, seguía apagando fuegos de su cagada, que ejecuté con una precisión de láser quirúrgico como me pidió y que todo el mundo sabe que lo que hice fue exáctamente lo que me ordenó y que durante cinco días laborales le mandé correos, mensajes y tuve conversaciones explicándole que aquello no podía salir bien y las conversaciones, con testigos dispuestos a tirar la primera, la segunda, le tercera y la septuagésimo séptima piedra. En la reunión mensual de asistencia obligatoria en la que el presidente nos comenta el estado de la empresa y lo que está por venir, allí también se habló de lo suyo y del daño que provocó y ella no estaba allí porque no tuvo ovarios para bajar a la misma, se quedó en su escritorio supuestamente ocupada mientras que yo estaba en la pared posterior de la sala, como siempre y en el lugar en el que el presidente me ve claramente y puede ver como la gente se acerca para hablar conmigo o comentarme cosas. En esa reunión, en la que a ella le cayeron chuzos de punta, a mí me loaron por algo que culminará mañana y que yo tengo preparado desde el lunes, por aquello de demostrar que las fechas se respetan y las cosas no se hacen deprisa y corriendo y en plan chapuza. En algún momento de la mañana, la pava me preguntó si estaba enfadado y esa escena, si alguien la hubiese grabado con una cámara, sería la que me dará no solo la nominación a los Oscars, es que gano el premio con contundencia. Mis ojitos de inocencia pura diciéndole que para nada, que yo la quiero como a una prima-hermana y que daría las manos de todos mis compañeros de trabajo por ella, ese momento fue perfecto y solo le faltó una buena música de fondo. En otra planta del edificio, uno me preguntaba si estaba enfadado con ella porque la tensión en el aire es tan grande que la gente teme una explosión en cualquier momento y yo le tuve que explicar que yo no me enfado con alguien, como hacen los holandeses, yo odio, que es lo que hacemos los latinos y como en nuestra sangre hay restos de la de los toros, cojo carrerilla y voy a matar y que hasta que pierda el interés y encuentre un nuevo entretenimiento, si yo fuera ella no saldría de la barrera ni para ir a mear. Curiosamente, lo que más le ha jodido a esa pava es que mi antigua jefa, que es su intimísima, es la primera que me dio la razón y como además ella sabía que yo había tratado de impedir la cagada durante días, ella ha sido la que ha informado a los jefillos que hay desde un modesto servidor hasta la punta de arriba de mi inocencia y de como hice todo lo posible por evitar el desastre.
Ahora la duda es la estrategia de la semana que viene. Puedo seguir con el desgaste o puedo dar un giro de ciento ochenta grados, hacerme su compañero inseparable y buscar el mejor punto y ángulo para rematarla con la saña que se espera de la gente del sur, que en eso somos los mejores. Cualquiera de los dos caminos llevan al mismo destino …
2 respuestas a “Sangre y letra”
Pues mira que tienes mala leche, por favor, pobre mujer… 🙂
Salud
A eso en mi tierra se le llama hijoputismo sumo. Disfruta.