Tránsito de Sihanoukville a Phnom Penh


El relato de este viaje comenzó en El comienzo de otro gran viaje

Otra jornada de tránsito entre destinos y en este caso engancharé dos seguidas ya que en realidad he ido desde Sihanoukville hasta la capital (Phnom Penh) para tomar al día siguiente un avión que me devuelve a Malasia. El día comenzó temprano y cerca de las ocho estaba desayunando con la dueña del lugar en el que me estaba quedando. La mujer me iba a alcanzar a la estación de autobuses. Algo que creo que no he contado es que el segundo día en Sihanoukville se estropeó el acceso a Internet en el hotel. Cuando les pregunté, el dueño me contó que habían caído todos los de la zona así que posiblemente algún cable estaba cortado. El hombre me dijo que ese día además se había estropeado la tele (algo que yo no noté porque no suelo encenderla). Vinieron por la mañana a arreglarla y al subir a la azotea del edificio al parecer había un nido de abejas bastante agresivas en el sito en el que está el enlace de microondas. Los técnicos las intentaron espantar (mira tú que brillantez intelectual) y las abejas los atacaron. Uno salió corriendo hacia el mar y el otro cayó desplomado en el restaurante del hotel y se lo tuvieron que llevar en camioneta a un chamán o lo que quiera que sea que tienen allí porque no hay hospitales. En uno de mis pasos por la ciudad me fijé que en un punto determinado hay una especie de farmacia totalmente abierta a la calle y con cuatro camas como de hospital y en una de ellas había un niño. Supongo que eso es lo más cercano a servicio médico que hay por allí. Vuelvo a recordar que mi guía de viajes es muy clara en sus consejos si tienes algún problema médico en Camboya: vete del país, a Tailandia o a otro de los vecinos.

Volviendo al relato, me dejaron en la estación junto al autobús, un vehículo de dos pisos en el que por llevar, puedes meter hasta tu motocicleta. Lo flipé en tres dimensiones cuando veo a la gente entrándolas en la parte de abajo. Mi asiento era el primero de la parte superior, con vistas como las del conductor. Si he de morir, al menos lo veré llegar. Faltaban veinte minutos pero pronto se fue llenando y salimos casi al completo y exactamente a su hora. Esta línea, como todas las otras que he tomado, es Expresa pero al parecer el concepto incluye tantas paradas como sea necesario. De hecho, antes de salir de la ciudad ya lo habían llenado con nativos y como arriba no cabían más y seguían entrando, supongo que los metían en la bodega de carga en donde estaban las motos. El viaje comenzó con una andanada de vídeos de karaoke camboyano y después pasaron a la película Rambo 3 doblada al camboyano y subtitulada al inglés. Se me olvida comentar que a mi lado se sentó Omaíta en versión malaya. Llevaba guantes y todo y debía ser la primera vez que se subía a un autobús de dos pisos. La hija estaba en la parte de atrás pero ella gritaba igual como diciéndole: mira María, que tienen hasta tele. La mujer era un espectáculo. Yo creo que fue al baño diez veces solo porque no se creía que un vehículo pueda tener un baño dentro. Se quitaba y se ponía los guantes continuamente. Cuando estábamos saliendo de la ciudad comenzó a llover con un montón de fuerza, un diluvio y en seguida la carretera se convirtió en un río de agua. La gente no usa ni paraguas, se mojan y punto.

Siguiendo mi pauta habitual, me conecté a un audiobook y me desconecté del mundo. Mientras avanzábamos vi ciervos en un monte y la carretera serpenteaba por la campiña. Esta es la MEJOR carretera de Camboya, la joya de la corona y no deja de ser más que un camino local en España. Un carril en cada sentido, arcén de tierra y encima de peaje. A la vera, gente vendiendo gasolina en botellas, vacas parando el tráfico, niños cruzando sin mirar, coches circulando en dirección contraria, motos circulando por donde les sale de los güevos y furgonetas llenas con treinta personas y bultos encima que casi no pueden tomar velocidad, llevan las puertas abiertas y si el tío ve que hay una persona en el camino que puede llevar, clava frenos y que sea lo que Dios quiera.

Aunque la distancia son ciento y pico kilómetros, tardamos cuatro horas y media. Hubo un par de momentos en los que vi pasar mi vida y la del chófer por delante de mis ojos, sobre todo cuando estábamos en el carril opuesto y otro coche venía en dirección contraria también por el carril opuesto y nos cruzamos mientras a nuestra alrededor un montón de motos, bicicletas y vacas se movían sin rumbo fijo. Entrando en la ciudad el tráfico lo frena mucho y solo en ese tramo perdimos una hora. Al salir nos llevan a una sala en la que entran el equipaje para evitar que los conductores de tuk-tuk, motoristas y pseudo taxistas nos acosen o se lleven el equipaje. Después me apalabré un tuk-tuk que me llevó al hotel, el Villa Paradiso, el mismo en el que estuve la vez anterior. Justo después de llegar al hotel y agenciarme la habitación se abrieron los cielos y comenzó a llover con saña sobre Phnom Penh. En mis tres semanas de vacaciones, esta es la primera vez que llueve allí en donde yo estoy y la verdad es que no me importó porque no tenía nada que ver en la ciudad y pensaba pasar la tarde en la piscina, algo que cambié por mi habitación y me lo tomé relajadamente. Por la noche salí a cenar y volví pronto.

Hotel Villa Paradiso - Phnom Penh - Cambodia

Esta vez me tocó la suite Khmer la cual podéis ver en la foto, espectacular como la otra y con una bañera gigantesca que tan pronto como entré comencé a llenar y tardé dos horas en llenarla porque más que bañera es piscina.

Al día siguiente me llevaban al aeropuerto a las ocho de la mañana y para eso tendré que madrugar (o levantarme a la hora de siempre ya que tengo el cuerpo acostumbrado a esas horas intempestivas).

El relato continúa en Tránsito de Phnom Penh a Melaka

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2 respuestas a “Tránsito de Sihanoukville a Phnom Penh”

  1. Buenas, venía a comentar -as usual- la foto.
    El mosquitero de la cama se asemeja a 4 ángeles custodiándola.

  2. Que bañera! Pena que no conocieses a Omaíta antes, le podías haber ofrecido compartirla, bien entrabais los dos! (es la envidia, que me corroe 😉 )