Trozos de mi realidad


El domingo pasado después de dejar a mis padres en el aeropuerto enfilé hacia Amsterdam para ir al cine. Justo ese día había algún tipo de obras en las vías de tren que conectan el aeropuerto con la ciudad y habían montado un servicio de autobuses hasta la parada en la que podías coger el tren. El cambio suponía unos diez minutos adicionales de viaje y además de dorarte la píldora y disculparse te daban café gratis. Al llegar a la estación central de Amsterdam me mezclé con la marabunta que siempre pulula por allí, una multitud que espera tranvías, toma el metro, está a punto de salir o acaba de llegar a la ciudad y entre ellos, miles de turistas despistados y que siempre parecen estar mirando sus mapas. De cuando en cuando veo a uno que tiene unas páginas impresas y sonrío porque lo que llevan es alguna de las indicaciones que he escrito en distorsiones.com o en visitarholanda.com. Algún día me acercaré a uno de esos turistas y les regalaré algún secretillo sobre la ciudad que no he contado en las guías.

Tenía tiempo de sobra hasta el comienzo de la película que quería ver así que paseé tranquilamente por las concurridas calles, me paré a comprar papas fritas en el puesto de Manneken Pis e hice algunas compras en Kalverstraat. En esa calle has de seguir las corrientes humanas, que emulan al tráfico de vehículos. Si estás en el lado adecuado de la calzada avanzarás sin prisa pero sin pausa. Si se te ocurre ir en contra de la corriente (lo cual suele ser por tu izquierda), entonces prepárate a chocar con cientos de personas y te aseguro que más bien antes que después te arrepentirás y te pasarás a la otra banda.

En la puerta del cine me esperaba el Niño y después del abrazo de rigor nos contamos toda nuestra vida en las últimas cuatro semanas. Llevo más de un año queriendo contar alguna de las historias que me ha relatado pero por gandulismo, falta de tiempo y dejadez no lo hago. El domingo me regaló otra joya que con una pequeña distorsión estoy seguro que se puede convertir en un Gran Relato pero seamos realistas, el poco tiempo que me queda libre lo estoy gastando en estudiar holandés o procesar alguna de las miles de fotos que tengo pendientes. Unas penquillas estaban justo delante de nosotros viendo la película y el Niño desplegó todo su encanto con una de ellas, una chica de aspecto modosito tirando a viciosilla y que por supuesto se dio cuenta, ya que en ningún momento bajamos el tono de voz de nuestra conversación. De repente nos vimos hablando con ellas y antes de que se apagaran las luces de la sala el Niño tenía una cita para el jueves por la noche con aquella pava. El hombre se infló como un globo de orgullo y si no lo agarro se va flotando hasta el techo del cine. Al acabar la película, todos emocionadísimos porque lo que vimos solo se puede considerar un clásico, nos fuimos con ellas a tomar una cervecilla antes de que cada uno se fuera a su casa.

La semana arrancó con una sobrecarga de trabajo y de deberes para las clases de neerlandés y lo peor es que el mismo martes tenía un examen del primer tema. El nuevo curso se me está atragantando. Ya no tenemos la sencillez y alegría del pasado, ahora los conceptos vienen en botellas de aceite de ricino y cuesta un huevo tragárselos. Estamos hilando muy fino y yo sigo convencido que el holandés no es para mí, que esta lengua no la hablaré en la vida.

El jueves quedé con otro colega para ir al cine ya que ahora que vuelvo a ser libre, que no tengo a mis padres en casa, todo el mundo me está llamando para quedar y no estoy dando abasto. Ya sé que va a sonar absurdo e incluso increíble pero estoy dando cita para la segunda semana de noviembre. Es lo que hay. Si tuviera un feisbuc y un tuiter seguro que ahora mismo estaría bien gordito y sentado todo el día delante de la pantalla de mi ordenador e interactuando con mis doscientos mejores amigos de esos mundos tan interesantes pero por desgracia me tengo que conformar con un montón de gente del mundo real que me machacan a base de bien y con las que voy al cine, de copas, de más copas, de cenas, de parranda, de caminata o de safari fotográfico, que de todo hay.

Aún no sé lo que sucederá la semana que viene porque no tengo nada preparado y me temo que estaré totalmente desconectado de la red durante unos días. No creo que lo eche mucho de menos pero nunca se sabe. Hacedme caso, no paséis en vuestras casas un minuto más de los necesarios, el Mundo está ahí afuera.


3 respuestas a “Trozos de mi realidad”

  1. Debo reconocer que una de las cosas que mas extraño de Holanda es ir al cine contigo…. ya no lo repito más hasta el 2010 jejejej BESOS.