Un día en Namur


El sábado me tocó pagar por lo del Bokbierfestival de este año, que cuando hicimos el contrato, quedó estipulado que iríamos al de la ciudad de Amersfoort y a cambio a mí me tocaba acompañar al Moreno a un festival de fotografía en el que concursaba para la gala final. El festival se celebraba en la ciudad belga de Namur, de la que yo no tenía ni puta idea de su existencia hasta el viernes de la semana pasada y es más que probable que jamás la vuelva a pisar. Al parecer es la capital de Valonia y aquello es un poblacho de algo más de cien mil habitantes y que parece que están restaurando al completo. Está a doscientos veinticinco kilómetros de mi keli, o sea, en el recoñísimo y tan cerca de Francia que hasta pensé en buscar una iglesia para que me rociaran con agua bendita por si me reposeía algún espíritu. Nos lo planteamos como un día por allí, más que nada para ver el festival al que acudíamos y me recogió a las diez de la mañana de un día lluvioso, como siempre y las dos horas y media siguientes fueron de coche. Aparcamos cerca de la Fortaleza de Namur o la Ciudadela, que está en una loma entre los ríos Mosa y Sambre.

Visitamos las exposiciones fotográficas por allí y después bajamos el coche a la ciudad, aunque antes hice esta increíble foto de la ciudad vista desde allá arriba. El coche lo aparcó el colega en el lugar en el que esa noche tendría lugar la gala. El resto de la tarde, tras ver las exposiciones en ese sitio, nos dedicamos a callejear.

La ciudadela esa lo domina todo y aquí la vemos desde el nivel del río Mosa, río que se sube pa’l norte y desemboca en los Países Bajos y que en algún lugar de Bélgica, tienen una central nuclear conectada al mismo que de suceder algo, sus efectos se padecerán en los Países Bajos y después nos veremos obligados a asesinar sin excepciones a todas las ratas belgas que pillemos por delante, como manda la tradición. En la foto se pueden ver algunas banderas porque el festival de naturaleza de Namur es internacional y tal y tal.

Otra imagen, esta desde el río Sambre unos metros antes de desembocar en el Mosa. Siguiendo pa’rriba el río se puede llevar hasta Charleroi, famosa por el cutre-aeropuerto desde el que vuela mucho la aerolínea de bajo costo y mucho cierre de bases irlandesa.

Por poner alguna otra cosa del poblacho, tenemos la iglesia de San José, bien cerrada con rejas, que tenía un toque especial para película de terror con pellejas que mueren despellejadas.

En la plaza del Ángel, además de una tienda de una cadena española, está lo que queda de la bomba del Ángel, que era de donde sacaban agua los del poblacho en el pasado si les daba la pereza y no querían bajarse al río.

Por la noche, a las ocho, asistimos a la Gala de los Premiados que fue un masque del copón, duró más de dos horas y el tiempo ser repartió entre el pollaboba al que siempre hablaban cuando eran premios fotográficos, que soltaba unos rollos en francés belga, que es como para retardados y que el tipo estaba encantadísimo de escucharse a sí mismo. Áún peor eran los premios de vídeos, que además de darlos, nos obligaban como a ver entre cinco y diez minutos de aquellos tostones malísimos. Definitivamente, el Moreno no me pilla para que lo vuelva a acompañar ni aunque me ofrezca dos puñados de castañas y un mantecado de Gran Canaria. Para cerrar esta crónica de este luctuoso suceso, la foto que presentaba a concurso y que pese a que la pusieron en un lugar muy prominente del programa y que todas las revistas belgas y francesas que se hicieron eco del festival la eligieron para sus artículos, no ganó nada:

Se trata de dos cascanueces peleándose, seguramente por un quítame allá una truscoluña, que no es nación y casualmente nevaba. El Moreno creó el efecto luminoso con la nieve, que queda muy chulo pero que cree que fue su perdición porque el jurado igual pensó que estaba molestando a los pájaros, que puedo asegurar y aseguro que no se los llevó para freírlos, algo que sí que puedo hacer yo sin ningún problema ético o moral con cualquier sepia, choco, langosta, calamar o langostino que me encuentre en el fondo del mar mientras buceo.

Salimos de la gala a escape y estábamos enñurgadísimos con las pizzas que cenamos y que nos absorbieron toda la humedad del cuerpo. Yo me bebí tres vasos de agua antes de meterme en el coche y en el camino tuvimos que parar para jincarnos medio litro más porque me estaba disecando. Vine entrando en mi casa cuando faltaban cinco minutos para la una de la mañana, o más o menos la hora a la que Genín se despierta para hacer su vida nocturna.


3 respuestas a “Un día en Namur”

  1. Yo tampoco sabia nada de esta ciudad, el nombre me gusta mucho, y no se ve tan cutre como dices…
    No, me levanto al medio dia y me acuesto sobre las 4:30 mas o menos 🙂
    Estoy pensando en cambiar a horarios mas civilizados, pero no creo que pueda, son tantos años ya…
    Salud

  2. Madre mía! Yo me levanto a las 7:30, me encanta aprovechar el día… eso sí, 12, 12:30 como mucho me entra una modorra que no veas, a no ser que me haya puesto morada de café. Dicen que hay dos tipos de personas, búhos y alondras, está claro que Genín es búho!!

  3. ¡Noctambulo total!
    Me he propuesto muchas veces cambiar a un horario mas civilizado, pero no hay manera.

    Claro que cuando curraba tenia el mismo horario que todo cristo, pero ahora de jubilata, me puedo dar este tipo de gustos, y algunos otros… 🙂

    Salud