Un marido abatido


Este relato comenzó en La mensajera

Aún no se han puesto de acuerdo sobre el comienzo del fin, el día que la rueda se atascó y el mundo tal y como lo conocemos dejó de funcionar. Hay muchos que se han montado sus teorías, que han buscado razones para explicar lo inexplicable, intentando comprender para poder reparar, volver a nuestra vida anterior, a nuestros problemas, alegrías y tristezas. Si esos que tanto quieren saber descubrieran la verdad quedarían horrorizados porque como todas las grandes cosas de esta vida, el final no lo comenzó un enorme y dramático evento. En realidad pasó desapercibido hasta un tiempo más tarde. Todo comenzó en una tarde de rebajas en la que una madre se fue de compras con su hija. Fue la niña la que vio las luces, la que habló con ellas y las ayudó a conseguir su fin. Ella no sabía lo que hacía, fue manipulada por un poder superior para conseguir un fin que seguramente estaba escrito desde hacía mucho tiempo.

La pobre chiquilla presenció la muerte de su propia madre y fue incapaz de impedirla, al igual que previamente había predicho las muertes de dos hermanos. Ella jamás pidió poseer ese poder, ni siquiera llegó a entenderlo. No pudo explicar a los demás lo que había sucedido, lo que le habían dicho o quién se lo había dicho. Para ella el descubrimiento fue terrorífico, no era algo bonito y agradable que te alegra los ojos sino más bien una maldición que te azotaba sin tregua. Cuando la gente acudió a sus gritos en la planta alta del centro comercial lo único que vieron fue a una niña con su madre muerta al lado. En un intento por burlar al destino había vuelto a enviar el ascensor a la planta superior pero no sirvió de nada. Hay cosas que no se pueden solucionar y la muerte es una de ellas. La niña se agarraba a su madre y se negaba a salir del ascensor. Al sacarla gritó, pataleó y arañó a todo el que tuvo cerca. El personal de la ambulancia intentó calmarla sin éxito y finalmente tuvieron que ponerle un tranquilizante. Eran los mismos que habían atendido a la otra persona muerta en aquel sitio. La policía también hizo acto de presencia y hubo reuniones con los gerentes de dicho negocio.

Una persona muerta por atropellamiento en tu aparcamiento es mala suerte pero si le sumas dos mujeres que han caído fulminadas y todo ha sucedido en un corto periodo de tiempo, es más que probable que haya algo más. Se cerraron las entradas al centro comercial y se invitó a los clientes que no habían presenciado nada a que se fueran a sus casas. Los negocios cerraron varias horas antes de tiempo. Los testigos permanecían sentados en una de las cafeterías esperando que les tomaran declaración. Nadie sabía a ciencia cierta lo que había pasado. Los rumores entre ellos eran variados: Un atentado terrorista con armas químicas, un ajuste de cuentas entre bandas, una sobredosis por drogas, otra muerte más por malos tratos y así sucesivamente. Cada uno lanzaba su teoría y la ligaba al par de hechos que conocía para darle autenticidad. Otros inventaban descaradamente sin importarles que no hubiera nada de cierto en sus palabras. Los que les escuchaban distorsionaban la realidad y agrandaban su historia y así la iban transmitiendo, amplificada hasta niveles que rozaban lo absurdo.

Así que detrás de todo esto solo tenemos una niña que fue enviada al mismo hospital que llevaron a su madre, la primera sedada y la segunda muerta. Allí la fue a recoger su padre, aún bajo la impresión recibida al conocer la noticia de la muerte de su esposa. Primero firmó unos papeles para que procedieran a hacer la autopsia a su esposa y le mostraron el cadáver. Uno de los tragos más amargos que tiene que pasar uno es el de visitar la morgue de un hospital. Es un sitio inhumano, frío y siniestro en donde se nos despoja de todo y se nos convierte en carne de almacén. Se nos archiva en pequeños cubículos como si fuéramos productos congelados y se preservan los cuerpos de la descomposición. Allí, bajo la luz de un fluorescente que fallaba haciendo ruido y creando luces y sombras vio por última vez a su esposa, la mujer con la que quería compartir el resto de su vida. Después, llorando, subió a buscar a su hija para llevársela a casa. Cuando la vio le dio un abrazo y no tuvo fuerzas para responder a las preguntas de la niña. Ella quería saber donde estaba su madre y él no podía hablar de su ser querido sin echarse a llorar. Le dieron las bolsas que llevaban ambas y con su hija de la mano salió al aparcamiento para coger el coche e ir a casa. Iba a ser una noche muy larga y aún tenía que organizar muchas cosas. La niña no le dijo nada de lo que había pasado y él no le preguntó. Ahora ella era todo lo que tenía en esta vida, a través suyo viviría su amada esposa. En su cara, en sus gestos, en su forma de arreglarse el pelo la vería todos los días.


2 respuestas a “Un marido abatido”

  1. que le regale la niña al primero que vea! yuyu!! que va a ver los gestos de la madre en ella? eso será si el pobre sobrevive más de dos días, que al lado de la mini-bruja esa ya será mucho! que mal rollo. . .

  2. Aún no lo tengo tan claro. Yo creo que la niña se pasará las tardes cantando con su juego de Karaoke y que su madre se reencarnará en la abeja Maya y quizás su padre se vuelva alcohólico conocido y se gaste el sueldo en la máquina tragaperras del bar de la esquina. O quizás no. La verdad que no lo sé. Cada vez que he escrito un episodio surge espontáneamente el mismo día que es publicado y ni yo sabía que llegaríamos a este punto hasta ayer.