Hoy he estado trabajando en otro lugar hasta tarde y no he tenido tiempo de escribir lo que pensaba así que habrá que conformarse con algo sobre mi vida y miserias.
Llegó el día y la hora temidos (o anhelados). Esta mañana tenía la entrevista con el vicepresidente de la división a la que me quiero cambiar. A las diez de la mañana. Me esperaban con la ventana de la puerta cubierta con un papel para que no se vea el interior. Algo muy cutre y sospechoso. Rostros serios, de funeral de segundas. Yo con un polo naranja para demostrar mi integración en el país y con la más falsa de mis sonrisas, aquella que tanto temen mis amigos porque no deja traslucir nada.
La entrevista fue como todos esperábamos. Yo quiero el puesto y ellos no tienen a nadie mejor para el mismo. A ellos no les sobra el tiempo y a mí, si no me lo dan, me faltarán patas para coger el piro y buscarme la vida en otro lado. Estábamos en sintonía durante toda la conversación. Mis habilidades comunicativas son harto conocidas. Puedo enamorar a la gente en un corto periodo de tiempo. Me oyen hablar y sienten que lo que les digo es lo que quieren oír. Forma parte de mis encantos naturales no hago mucho (o ningún) esfuerzo para ello. Así ha sido desde siempre. Resulta extraño que no conozca a ese tipo porque todo el mundo sabe de mí. Por supuesto él había oído hablar bastante del salvador hispano. Preparé el camino la semana pasada. Tuvieron al menos cuatro crisis que yo les solucioné en un parpadeo y él supo que había sido yo. También supo que lo hice sin esperar nada a cambio (o casi nada :-)). El tema más espinoso de la entrevista se encontraba al final. Mi vicepresidente es como el hermano pequeño de Darth Vader, un pájaro de cuidado que si le pones la mano te la muerde. ?ltimamente le habla a todo el mundo salvo a mí porque lo ofendí aquel día que no quise ir a la reunión que él organizó. Le ha dicho a toda la gente de nuestra división lo muy enfadado que está conmigo y cuánto lo he decepcionado. Se lo ha dicho a todos salvo a mí. No parece tener huevos para decírmelo a la cara. También sabe que yo no me quedaré callado y que igual que puedo solucionar problemas, le puedo joder sus vacaciones que empiezan en una semana. Me asusta un poco pensar que tengo tanto poder, que el destino de mi división se puede tambalear si yo dejo de pulsar las teclas adecuadas. El hombre tiene suerte que yo solo quiera salir de su camino y no quiera encenderle un par de velas negras.
Así que les digo que yo no pienso hablarle a esa mala bestia y el que debería ser mi nuevo vicepresidente me dice que a él también le ha dicho lo decepcionado que está conmigo. Yo lo flipo totalmente. Me dice que él se encargará personalmente y que no me preocupe. Salgo de allí y me voy directo a hablar con mi jefe. Será la primera y última vez que lo haga. Tras la reestructuración me asignaron a un nuevo grupo pero el jefe estaba de vacaciones hasta la semana pasada. Yo casi no he estado en la oficina desde que se reincorporó así que no lo había visto. Fui a su despacho y el hombre me da la bienvenida al equipo. Le echo una mirada de pena infinita, me siento y le digo que la bienvenida llega muy tarde y que quiero cambiarme a otra división. Se le tuerce el gesto y me dice que primero escuche su historia sobre nuestro grupo. Me cuenta un rollo que ya conozco porque fue el mismo tres meses atrás en el otro equipo, suena al estribillo de una canción de Mecano, las cosas van a cambiar, todos seremos felices, iremos a Hawaii, Bombai y unas cuantas milongas más. Yo no le digo nada, le escucho con la desgana que da el saber que nada de eso llegará a realizarse. El hombre termina y le explico que mi decisión ya está tomada y los engranajes han comenzado a girar. Me pide razones y se las doy. No una, ni dos, ni tres sino un torrente que lo deja pasmado. Le cuento lo que ha pasado durante estas tres semanas pasadas, las trastadas que me ha hecho su jefe, como he tenido que torear diez toros al día y esquivar cornadas a destajo. Le explico por qué todos los proyectos de su equipo van a fracasar, le enseño los puntos débiles, los riesgos que no pueden asumir. Le informo que todo eso ya lo he transmitido a los jefes de proyecto y ninguno de ellos me ha escuchado y a mí no me gusta perder. Si jugamos en equipo lo hacemos como tal y si ellos no saben, no quieren o han recibido la orden de no hacerlo, a mí me da igual pero yo no permaneceré impasible viendo como el tren en el que vamos se estampa. El hombre lo apunta todo y no se lo puede creer. Avisa a uno de sus hombres, alguien a quien yo debería considerar parte del grupo y me pide que repita los puntos más importantes. El tipo lo confirma. Con esa información me dice que ahora más que nunca me necesita en su equipo para que identifique todas las fallas y las encauce. Es tarde, demasiado tarde. Yo ya estoy cansado de luchar con molinos de viento y prefiero retos difíciles pero en los que no dependo de otros. Me salva mi teléfono. El Moreno me llama al DECT para irnos a caminar. Los dejo allí, derrotados y le estrecho la mano recordándole que no tengo nada contra él, que en otras circunstancias seguramente habría sido un jefe al que yo respetaría y por el que daría el pellejo pero en las actuales no puedo ni quiero arriesgarme.
Por la tarde estoy en un laboratorio trabajando, preparando mi gala de la noche, ya que hoy he estado trabajando hasta las diez. Mis teléfonos echan humo. Los tres. Tanto el fijo, el DECT como un móvil que uso de cuando en cuando de la empresa. La noticia ha corrido por toda la compañía. Hay un duelo de vicepresidentes y yo soy la causa. Se baten por mí, por tenerme en su grupo. A mí no me interesa el asunto, ya jugué mis cartas y solo me queda esperar. Por el edificio la gente me busca para preguntarme y averiguar lo que está pasando. El resultado de la lucha definirá los poderes de ambos. Sabremos si uno es tan temido como dicen o el otro tiene esos padrinos que se comentan. Mi teléfono tiene dieciséis llamadas perdidas. La operadora se está desquiciando. Le digo que reenvíe todas las llamadas a mi buzón de voz, el mismo que no he escuchado jamás. La mujer también quiere saber qué está pasando, cual es la causa de tanto revuelo. Desde los días de la última reorganización, allá por Marzo, no había tanto trasiego en la central telefónica.
A las cuatro me tengo que ir a Nijmegen y antes aprovecho para hablar con el que será mi nuevo jefe. Le pregunto si se sabe ya algo. El hombre me mira sin decirme nada, una mirada larga. Después sonríe. Mueve la cabeza afirmando. Bienvenido a bordo. Eres uno de los nuestros. Voy a mi despacho, el nuevo despacho al que me han mudado un día antes y miro las cajas sin desempaquetar. Vuelvo a la oficina de mi nuevo jefe y le comento que ya que me tengo que volver a cambiar no pienso desempaquetar. ?l me mira. Saca el plano y me pide que elija despacho. Miro los disponibles y elijo de lo malo lo mejor. Mi nuevo compañero será un tipo tranquilo, alguien con quien se puede hablar. Meto todos mis trastos en la mochila, aviso a los colegas y nos vamos en manada al aparcamiento de bicicletas. No es un día para moverme solo, no es seguro. La gente nos ve bajar formando una piña de casi diez personas. Yo voy en el centro. Los demás me escoltan. Son la gente del nuevo equipo y estos sí que tienen conciencia de grupo. Han elegido salir conmigo para mandar un mensaje a los jefillos que sueñen con hacerme alguna putada. El aviso es recibido alto y claro por todos los demás. Aunque oficialmente mi cambio tendrá lugar el uno de septiembre, desde hoy soy Uno de los suyos.
10 respuestas a “Un nuevo comienzo”
Yuosss uno de los nuestros. Suerte en esa división nueva.
¡A por ellos!
vaya huevos le echaste…. si señor…..
suerte!
De verdad… supongo que ese es el problema de estar en la elite. Que te conviertes en un recurso vital de la empresa y quieras o no te ves envuelto en las luchas de poder de los jefes [¡que tienen que justificar sus sueldos y vacaciones en hawai!]
Animo sulaco! recuerda que con el pedazo de curriculun que debes tener y tu experiencia laboral seguro que no te cuesta encontrar algo mejor si las cosas acaban de torcerce… que uno debe trabajar para vivir y no vivir para trabajar.
Yo lo llevo muy bien, son ellos los que han de preocuparse.
Felicidades y mucha suerte! Me alegra mucho por ti!
Adriana a ver si conseguimos quedar en Septiembre en Hilversum para tomarnos un café juntos.
Puedes el sábado 26? o sino para el 2 de Septiembre?
Sino no resulta pues entonces tendremos que quedar hasta para despues del 17 porque del 6 al 17 estoy en tu tierra, cerca de Malaga.
Te resulta?
Sábado 26 estoy en Canarias. Vuelvo el 27.
¿Cuando llegas?
Dame un toque para vernos