Veredicto


El otro día salía temprano del trabajo para pasar por mi médico a escuchar los resultados del análisis que me hicieron. Como no cuela el ir en la hora libre ya que fui haciéndome el enfermo moribundo, pedí hora y me la dieron para las tres y media. Mirando el lado positivo, salí del trabajo a las dos y media, todo un lujo. Ese día hacía calor pero se supone que estoy enfermo así que cerré la chaqueta de invierno y me di un carrerón de cuidado hacia la consulta del médico. Llegué sin aliento y más sudado que el coño de una azafata de aerolínea de costo bajo. Cuando voy sin pedir hora siempre me atiende en cinco o diez minutos pero cuando tengo cita acabo esperando veinte minutos, lo cual ratifica que lo aleatorio funciona siempre mucho mejor que lo programado.

En la consulta, esperando turno, una chica con algo raro. Me senté a la mayor distancia posible de ella porque sí, todos somos bellísimas personas y deseamos todo lo mejor, siempre, pero a la hora de la verdad, la cara de asco y repulsión no la puedo esconder y cada vez que aquella se aproximaba en mi dirección diez centímetros, yo metía veinticinco adicionales. Cuando entró me fijé que se sentó en el asiento de la izquierda y tomé nota mental para yo usar el de la derecha. Seguí esperando, jugando al Jetpack, mi nuevo juego favorito y que por supuesto aún no está para los teléfonos de los pobres con el Androitotorota. Cuando la chama salió de la consulta, dejé pasar los segundos para que el médico fumigara el despacho y hasta puede que hiciera un exorcismo y una vez estuve seguro de que no pillaba nada, entré. Me senté en el asiento derecho y el médico empezó a leerme los resultados de los análisis.

Azúcar, perfecta; colesterol, perfecto; recuento de la bonoloto, perfecto; primitiva, perfecto; sincronismo, perfecto; asincronismo, aún más perfecto y así hasta el infinito. Según el médico no había nada anormal en mi estado y aún menos se podía explicar esta primera Edad de Oro que estoy viviendo en la que mi peso ronda los sesenta y tres kilos, cuando no hace mucho yo era un ser obeso de sesenta y cinco. El médico me pesó, me midió, calculó mi porcentaje del no-se-qué, el cual estaba por el lado bajo pero dentro de lo normal y después de charlar un poco me dice que seguramente el problema es que no como bien. Saco mi dispositivo mágico y maravilloso o eso que los guanabí llaman iPhone y le empiezo a mostrar una pequeña selección de las cientos de fotos de comida. Me centré en lo que comí desde mi anterior visita. El hombre escribió en el informe: el capullo este come mejor que yo, así que la comida no puede ser. Al final, lo ha acotado a dos posibles causas. La primera es la tensión por la ronda de despidos, la cual según él me hace perder peso. No debe leer mi bitácora porque yo desde que era chiquitito siempre quise que me despidieran de una empresa. Además, si eso fuera así, en alguna de las siete u ocho rondas anteriores habría perdido peso y lo normal es que engordara porque la ansiedad me daba por encochinarme. La segunda causa puede ser algo que habría que seguir investigando, unas lombrices o similares. Digo yo que si son lombrices las tienen que pasar putas porque yo jiño unos troncos que parecen de hormigón y si no que se lo diga a la desgraciada que tuvo que limpiar el retrete que atoré en Bangkok hace diez meses (y ese no fue el único retrete que tupí en el 2011).

Como yo no estoy por la labor de que me hagan pruebas a porrillo y visto que todo sale bien, hemos acordado que a menos que baje de sesenta y dos kilos, lo dejamos estar. Me ha dicho que tenga mucho cuidado, sobre todo con mis amigas las OBESAS porque con esos cuerpos mastodónticos, me pueden aplastar o arrear un porrazo de cuidado. Para celebrar que no engordo, me compré un bote de 150 ml de nata para montar, la preparé con un poco de azúcar y me encochiné que no veas para los postres. Bueno, eso fue después de regresar al centro de la ciudad y ya que era temprano meterme en el cine para ver una películ por segunda vez.


2 respuestas a “Veredicto”

  1. Que envidia me das, y nada de sana, muy malsana, me corroe, no hay manera de bajar de los 96k, bueno, no es que me sacrifique, pero para 1,80 de altura es demasiado peso y eso que ando una hora diaria, claro que es todo el ejercicio que hago, cada día soy mas vago.
    Me he estado un buen rato descojonando recordando el atasque de tus mojones de campeonato…jajajaja
    Por cierto,¿ Tienes pruebas de que esas azafatas lo tienen sudao?…jajaja
    Salud

  2. Qué suerte que no engordes, hijo, mejor para tí y no te busques nada más que los médicos siempre te tienen que sacar algo y si te encuentras bien no te estudies más.