Viajando a Eslovenia y la visita a Bled


Para mi primera y única escapada de los primeros meses del año para hacer turismo elegí Eslovenia, un trocito de la antigua Yugoslavia y uno de los pocos destinos de las líneas del costo económico que no he visitado. Tarde o temprano tendré que empezar a ir a Francia porque es que ya he estado en todos los demás destinos y en algunos, como Roma, Lisboa o Pisa, la tira de veces. Además de un precio de esos que te dejan con la boca abierta por un billete de ida y vuelta, lo que más me gustaba es que me permitía aprovechar prácticamente tres días ya que salía a las siete de la mañana de Schiphol y regresava de Liubliana el domingo a las cuatro y diez de la tarde. Esto que tanto me gustaba también suponía un reto ya que para despegar a esa hora, la operación llegada al aeropuerto es épica.

Puse la alarma para las tres y diez de la mañana ya que el tren salía una hora más tarde y me dejaba en el aeropuerto sobre las cinco, dos horas antes del despegue. Ese es el último tren nocturno y si esperas al siguiente, llegaría al aeropuerto a las seis y cuarto o así y con cuarenta y cinco minutos, tendría un nivel de stress épico y legendario. Me levanté a la hora adecuada, me duché, afeité y dejé el jiñote para que los animales que viven en las alcantarillas tengan también un buen desayuno y cuando salía de mi casa veo que el tren está cancelado, con lo que estamos de drama total y ni sabía si podría viajar.

Fui a la estación en bici, entré al vestíbulo prácticamente vacío y la información era contradictoria. En mi teléfono aparecía como que había un tren pero con una ruta diferente y en las pantallas decían que no, que el tren solo me llevaría a Weesp, poblacho en el medio de la nada y lejos del aeropuerto. El tren además acumulaba diez minutos de retraso y pronto dijeron por la megafonía que no hicieramos caso a las indicaciones en las pantallas, que estaban mal y que con una certeza casi relativa, iríamos al aeropuerto, solo que el tren haría una parada extra y extraordinaria en Weesp y allí esperaría diez minutos adicionales, que se sumaban a los diez minutos de retraso, con lo que entre pitos y flautas, vinimos llegando al aeropuerto a las cinco y media.

Pasé sin incidencias el control de inseguridad y pateé la distancia hasta mi avión. El embarque fue en hora, aunque el piloto nos dijo que teníamos un retraso de quince minutos en el despegue por circunstancias de la vida difíciles, sino imposibles, de explicar.

Aviones en Schiphol

Fuera del avión ya clareaba, como se puede ver en la foto y el vídeo, que está a continuación, es un flipe de-que-te-cagas, con un despegue con una puesta de sol fabulosa, el SOLAZO amarillo casi marrón, no hay nubes y se pueden ver los MILES Y MILES de millones de tulipanes alrededor del aeropuerto de Schiphol y si alguno los encuentra por favor que me informe porque NO SE VEN ya que aún no han salido, dado el caracter caprichoso de los tulipanes y el poco caso que hacen a las reservas de billetes de la gente, así que si algún pollaboba deja otra estúpida pregunta en los comentarios que será moderada y jamás respondida, que sepa que gracias al invierno fresquito que tenemos, este años los tulipanes vienen con un retraso apreciable.

La llegada a Liubliana fue aún más épica porque estaba todo blanco, blanco, blanco. ya lo veréis en el vídeo, aquello parece otro universo parecido y por un instante pensé que me la habían metido sin doblar porque yo iba preparado para temperaturas de entre cinco y diez grados y allí parecía que había entre menos diez y menos cinco grados. La música del vídeo es de la fabulosa película Stardust – ¿Qué hacen las estrellas? y la canción se llama Lamia’s Lair. Si no lo veis por ahí debajo, el vídeo está AQUÍ:

En base a la previsión meteorológica, cambié mis planes la tarde anterior y en lugar de tirar para la ciudad, decidí pagarme un taxi o ir en uno de los mini-buses al lago Bled, ya que ese día era soleado. Salí del avión, entré en el aeropuerto, que es minúsculo y casi sin darme cuenta ya estaba afuera, donde los mini-buses y efectivamente, uno te llevaba al lago Bled, a media hora de allí, más o menos. La cantidad de nieve por el camino era brutal, pero de alguna manera, esta gente ha dominado el invierno y las carreteras y las aceras se veían impecables.

Me dejaron junto al lago Bled, en el villorrio del mismo nombre y automáticamente se puso en marcha mi sistema autónomo de desplazamiento, eso que conocemos como las pezuñas ya que no soy culocoche como algunos de los que comentan y enfilé hacia el castillo de Bled, al cual llegué en unos diez minutos andando y subiendo por una loma blanca pero en la que el camino ni tenía nieve ni hielo ni nada que se le parezca.

Castillo de Bled

En la foto anterior se puede ver el castillo, los caminos de acceso y una grúa enorme porque estaban restaurando alguna parte. Más que un castillo, yo diría que es una keli grande, tiene más de casa de ricachona con diecisiete tronos para jiñar que de castillo, pero bueno, si a ellos les hace felices se acepta la definición.

Lago Bled desde el castillo

Pagué los once leuros que valía la entrada y reconozco que no vale la pena. Subiendo al castillo ya tienes las vistas como la de la foto anterior y el castillo, que no lo es, resultó una colección de cutre-tiendas. Hay un tipo con una imprenta supuestamente como la de Gútemberg que te intenta vender cosas impresas por él. En otro cuarto hay uno con una bodega que te vende vino, en otro lado hay uno con una exposición de cosas hechas con hierro que según él están hechas allí y no en China porque en su familia son herreros, en otro cuarto tenemos la tienda del castillo y en los que nos quedaban, que no eran muchos, había un par de exposiciones peri-patéticas, así que básicamente la entrada es solo por la foto anterior y la siguiente y un pequeño vídeo que en algún momento llegaréis a ver.

Isla de Bled en el lago susodicho

Como el comentarista principal ya tiene una edad y seguro que no la ve, hice otra foto centrándome más en la isla de Bled, que está en el lago Bled y que ahora sí que seguro que ha visto, con una iglesia en el medio de la isla que parece ocuparla casi por completo.

Isla de Bled en el lago Bled

Cuando salí del castillo hice lo que todos los que no son culocoches cuando van por allí, rodear el lago entero caminando, ya que en total son unos seis kilómetros, que no es nada. En la foto anterior se puede ver la Isla de Bled y al fondo, los Alpes Julianos. El castillo de Bled también aparece en la foto y se ve lo pequeño que es, es la keli que está en la montaña a la izquierda de la isla. Merece la pena reseñar, para aquellos cortos de visión, el efecto espejo del agua. El lago está a unos cuatrocientos setenta y cinco metros sobre el nivel del mar y tiene una profundidad máxima de treinta metros.

Isla de Bled y los noventa y nueve escalones

El paseo alrededor del lago es fabuloso y al ser viernes e invierno, había poquísimos turistas, al menos caminando, que seguro que los culocochistas os movéis con otros medios de transporte público. Este lago es muy popular entre los remeros, que practican su deporte aquí y en el mismo se han celebrado al menos cuatro campeonatos mundiales y Eslovenia ha ganado varias medallas gracias a este deporte, igual que truscoluña gana medallas a porrillo por ladrones, pendencieros, viles, despreciables, asquerosos y zarrapastrosos, especialmente su deshonorable criminal y delincuente exiliado en Bélgica y casado con una rumana porque le dan un asco de-que-te-cagas las perras truscolanas, igual que a mí y a todos mis amigos. Se puede visitar la isla, hay unos barqueros que te llevan y ellos mismos hacen el esfuerzo físico y reman. La foto anterior es de la isla de Bled de cerca y en ella se puede ver una rampa por la izquierda que son las escaleras con noventa y nueve escalones que te llevan hasta la iglesia. El coste del viaje en barca de ida y vuelta es de catorce leuros y el impuesto revolucionario por pisar la isla es de seis. Por supuesto que lo hice, fui, vi y regresé. En la barca conmigo iba un grupo de gringos de gira por Europa que me recordaron que ese país genera totorotas a porrillo, es que no me extraña que tengan el presidente que tienen cuando los oyes hablando entre ellos. Había una, casualmente persona de color o eso que en la isleta llamamos una negra, que en los Países Bajos consigue la paga de subnormal sin esfuerzo alguno, es que cada vez que abría la boca soltaba alguna cagada que te dejaba sudando. Va a ser cierto que Dios se ensaña con algunos, que mira que esa lo tiene todo.

Isla de Bled

Antes de seguir el camino, una última foto de la Isla de Bled hecha desde la orilla más cercana a la isla. Decir que la iglesia no parece estar en uso, ahora es un museo y se puede subir al campanario en el que hay un reloj, algo que veréis en el vídeo que no creo que acompañe a esta anotación sino a la próxima. Puedo confirmar y confirmo que no solo di la vuelta al lago Bled, también le di la vuelta andando a la isla de Bled. Decir, por si se me olvidó, que esta isla es la única isla de Eslovenia.

Lago y castillo de Bled con los alpes Julianos al fondo

Cuando estás llegando al final de la vuelta al lago y te acercas de nuevo a Bled se puede ver el castillo de Bled en lo alto del promontorio en el que lo construyeron y por detrás, una épica postal con los alpes julianos petados de nieve.

Castillo de Bled sobre el lago

Y para que Genín vea lo mucho que puede cambiar el universo cuando caminas trescientos metros más, en la foto anterior está nuevamente el castillo, el lago, pero los alpes desaparecen y allí no parece que haya grandes montañas.

Al ser viernes, había muchísimo más transporte público hacia Liubliana y eso me permitió, una vez completé la gira turística, de enfilar hacia la ciudad en una guagua pública, que tarda un poco más de una hora. Una curiosidad de Eslovenia es que en el transporte entre ciudades, no se toca el timbre para que el chófer pare, te levantas cerca de la parada, él te ve y se detiene. Si no te levantas, pues no para si no hay nadie esperando. Como mi destino no era la última parada sino una a quinientos metros de mi hotel, tuve que andar al loro para ponerme en el pasillo en el momento oportuno.

Para evitar los excesos, ya que tengo otro montón de fotos más del mismo día pero de la ciudad, lo dejamos aquí y en la próxima anotación hablaré de mi tarde en Liubliana.

El relato continúa en Callejeando por la tarde en Liubliana


2 respuestas a “Viajando a Eslovenia y la visita a Bled”

  1. La isla la había visto, enseguida llama la atención…
    La aproximación a tierra y la banda sonora del video, gloriosas… 🙂
    Raro que no se hiele el lago ese siendo tan pequeño ¿No?
    Aunque precisamente por ser pequeño se calentará mas fácilmente el agua…
    Salud

  2. La semana anterior, con la helada siberiana que hubo por Europa, seguramente se heló en gran parte. Cuando yo estuve, con casi diez grados, el agua se empieza a calentar inmediatamente.