Yendo a Londres de fin de semana


El viernes, en lugar de salir de casa a lomos de la Dolorsi, pillé a la superviviente del dúo Mili-Vanili y con mi mochila de viaje en vuelo de bajo costo a la espalda, me fui a la oficina. Dejé la bicicleta aparcada en la estación de Utrecht y tomé el tren hasta Hilversum y recorrí el último tramo andando. A mi espalda, el kit básico del viajero, con una mochila de cuarenta litros no muy llena y en la que lo más aparatoso era la bolsa de la cámara, un par de mudas de ropa, el pasaporte, el iPad y un jersey. Durante la mañana y mientras trabajaba, añadí la ubicación de unos cuantos pubs con buenas críticas en mi mapa de la ciudad de CitiMaps2Go y me compré una aplicación llamada London Tube para movernos por el metro de la ciudad como auténticos profesionales. En lugar de usar libros o guías turísticas, teníamos en nuestros iPhones instalada la aplicación London2Go la cual regalaron algún día de las tres semanas anteriores y aprovechamos para descargar. Creo que ya expliqué que mi misión era comprar los billetes de avión y organizar el hotel y mi amigo el Rubio se encargaba del resto pero hasta su hija de tres años sabía que esto no iba a salir bien y fue su mujer la que me pidió que asumiera algunas otras tareas porque el hombre andaba con el agua al cuello y sin tiempo de hacerlo todo.

Cada vez soy más remolón y prefiero tener las cosas listas así que me compré mis billetes de tren a través de la página web de la compañía ferroviaria y los imprimí. Después, siendo la bellísima persona que soy, le compré el de regreso al Rubio y le informé de la guita que me debía. A las tres y algo salía de la oficina y en la estación de Hilversum tomaba el tren hacia Schiphol, el Mejor Aeropuerto Europeo en 2012 según los pasajeros y uno en el que deberían mirar algunos y copiar cosillas, que cada vez que paso por un aeropuerto español me enervo con las cagadas tan legendarias que hay en los mismos. Por tráfico, Schiphol es el cuarto aeropuerto de Europa y volaba al que está en primer lugar, London Heathrow. En el tren el intercambio de mensajes con el Rubio y la Primera Esposa era continuo y aunque veníamos de lugares distintos, llegamos más o menos al mismo tiempo al lugar. Subimos directamente al control de seguridad con nuestros dispositivos mágicos y maravillosos, también conocidos como iPhones, ya que en lugar de imprimir las tarjetas de embarque optamos por la versión digital y tal y tal. En el control de seguridad mis botas dieron el cante y me las tuve que quitar. La cámara, que parece un arma de disuasión masiva cuando la miran por las máquinas, no fue lo suficientemente intimidatoria y me dejaron seguir. Nuestro avión salía desde más allá de Mostoles, una de esas puertas que está a veinte minutos de la terminal así que caminamos lo que no está escrito en los libros para llegar a la misma y una vez allí nos sobró tiempo para tomarnos un par de cervezas y echarnos unas risas. Embarcamos en hora y cerraron las puertas antes de tiempo. Todos estábamos emocionados hasta las chacras y ya nos veíamos junto al Tamesis cuando el piloto salió de su cuarto y agarró el micrófono de las azafatas. Yo enseguida me acordé del Marico Hechicero de Ginebra y me temí todo lo peor, siempre. El hombre nos dijo que el tenía la voluntad y el deber de llevarnos a London Heathrow pero que las circunstancias de la vida no eran así y que por culpa de unas lluvias y unos vientos más allá de una ligera brisa veraniega se había reducido la cantidad de vuelos que podían operar en nuestro destino y no nos permitían encender los motores hasta una hora más tarde. Como la cosa podía cambiar, nos quedaríamos a la espera de un milagro que no llegó y mientras nos darían algunas cosillas para tapear. Nos cagamos en la madre de la Gran Bretaña porque al no estar en nuestras manos era lo único que podíamos hacer. Le comenté al Rubio y a todo el que me quiso escuchar que ese aeropuerto está operado por una compañía de la Alianza de las inCivilizaciones del expresidente ZaPatazos, hoy en día conocida como el Reino del MataElefantes cuyo ilustrísimo presidente es Marianico ElCorto y todo el mundo se quedó blanco ante el terror cerval de lo que se nos venía encima. Cincuenta minutos más tarde encendieron el queroseno, nos rempujaron pa’trás y salimos por patas para la pista de despegue, en la cual había una cola que ni en el Lidl de Arrecife Merkadona de Vecindario, capital de Mordor. Despegamos con algún que otro meneo y al instante teníamos una azafata ofreciéndonos un aperitivo y una cerveza para diferenciarse de las aerolíneas que no dan NI AGUA. Casi una hora más tarde y después de hacer un montón de fotos sobre Londres con nuestros teléfonos tomábamos tierra en London Heathrow y salíamos del avión en la terminal 4. Estuve en ese aeropuerto de paso en el año 2004 y me pareció algo cochambroso y avejentado y veo que no ha mejorado mucho ya que sigue siendo cochambroso y avejentado. Como no teníamos que coger maletas, pasamos el control de pasaportes y caminamos hasta la estación de metro que hay en la terminal, me compré una tarjeta Oyster para moverme por la ciudad ahorrando y el Rubio comprobó que la que le dejó la Primera Esposa tenía dinero suficiente.

Nuestro hotel era el Caring Hotel y está en Bayswater, muy cerca de Hyde Park, Notting Hill y la estación de tren de Paddington. Llegar en metro tomó unos cincuenta minutos incluyendo un cambio de línea. Tras entrar al hotel y largar las cosas en nuestra habitación nos echamos a la calle y fuimos al The Cow Pub para cenar. En ese momento estaba muy avanzado el partido de fútbol y el lugar estaba lleno pero conseguimos mesa en la parte del mismo que es restaurante y nos dimos un homenaje que seguro que habéis visto en esa otra bitácora en la que pongo algunas fotos de comida. Tras la cena, nos fuimos a otro pub más tranquilo y nos tomamos unos litros de cerveza antes de regresar al hotel y dar por concluida la jornada.

Mi idea original era contarlo todo de un tirón pero ya veo que se ha estirado mucho así que sigo en otra ocasión ….

El relato continúa en Callejeando por Londres

,

9 respuestas a “Yendo a Londres de fin de semana”

  1. en el Lidl de Arrecife ya no hay tantas colas….. ¿por qué? porque han subido los precios un 20%

  2. Qué recuerdos Bayswater, en qué mierda de hotel estuve (los ácaros te subían las escaleras ellos solos sin tú dar ni un paso, era cómodo pero asqueroso, si se te caía algo al suelo allí se quedaba y lo dabas por perdido), espero que el tuyo fuera bueno, aunque como eres un niño europeo del norte tu sueldo no será una mierda y no te lo habrán bajado los asquerosos de los políticos y te lo podrás permitir.

  3. Cunnao, ya lo he ajustado a Mordor.

    Darliz, lo nuestro fue una pensión y dado que la busqué con tres semanas de antelación, bastante buena y a 90 leuros por noche con desayuno incluido por habitación con dos camas. Visto lo que había disponible, no estaba mal de precio. Eso sí, impecable y limpia

  4. Pues entonces me la apunto, que sólo he ido a Londres una vez y me gustaría repetir.

  5. Vete a tripadvisor, búscalo y mira las fotos de la gente. El único problema que tuvimos es que una de las noches alguien hizo una fiesta tecno en una casa de los alrededores y había un montón de ruido. De todas maneras, yo duermo con ruido así que para mí no fue ningún problema.

  6. Qué por culo da la humanidad, siempre tiene que haber un gilipollas que mete la pata. A mí es que el ruido me puede y me pongo verdulera. Yo el tripadvisor lo tengo como cabecera cada vez que comienzo a organizar un viaje y siempre lo miro.

  7. En Tripadvisor tengo casi 100 comentarios de los sitios en los que me he quedado, donde he comido y las cosas que he visto. Creo que me consideran como un SENIOR contributor, pero no por la edad, que con el síndrome Peter Pan no envejezco. Entre ayer y hoy he añadido unos veinte de Londres.

  8. Mira por donde me has recordado que tengo que evaluar los hoteles de la Selva Negra, donde he estado hace 20 días, que siempre me gusta hacerlo, porque me parece de recibo ayudar a la gente que también te ayuda. Junto con el foro de Los viajeros y el Lonely Planet, mi catecismo para organizar los viajes.