Yo no estaré allí


La gran fiesta
Hoy es el gran día. Aquellos que entran de una forma regular recordarán que a principios de Diciembre hablé de la madre de todas las fiestas, un superevento organizado por un comité fantasma creado en la empresa en la que trabajo y que casualmente se celebra hoy. Como ya conté entonces, decidí no acudir a dicho acto social. De las cerca de cuatrocientas personas que trabajamos en Hilversum, yo fui la única a la que aparentemente no le ha importado decirlo alto y claro. Los otros, mis hipócritas compañeros, han criticado hasta la saciedad pero al final muchos de ellos han ido, que ya se sabe que el perro vuelve siempre a comer de la mano del amo. Hubo un grupo que trató de zafarse, rechazando la invitación mediante correo electrónico, pero fueron debidamente convencidos y al final estarán allí.
Después tenemos el grupo de los que dicen que van y luego inventan excusas y no aparecen. En ese grupo se encuentra mi amigo el chino. Hoy llegó a la oficina simulando un dolor de cuello y andando todo el día con la cabeza torcida. Ahora sé que el chino es un pedazo de actor y que debería estar entre las nominaciones a mejor actor principal en los Oscars de este año. El chino ha hecho un esfuerzo sublime por aparentar su enfermedad, aunque a mí no me engaña y al final ha tenido que reconocer lo obvio y evidente: que es todo cuento para tener una excusa. Como el chino, hoy los hemos tenido que han estado todo el día con bufanda, simulando resfriados, otros con jaquecas y los incapaces de actuar optaron por llamar esta mañana y declararse enfermos.
Finalmente está la gente que desde el principio respondieron afirmativamente y hoy estaban excitadísimos ante la perspectiva de pasar seis horas con comida y bebida gratis en compañía de todo el cuadro de directivos. Sobre estos últimos no sé si sentir lástima o desprecio. Que haya gente que sienta que su vida adquiere un nuevo sentido por poder estar cerca de aquellos a los que les da pánico hablar es algo que nunca comprenderé.

De alguna manera se ha sabido que yo no acudía, no porque yo lo haya ocultado, sino porque alguien lo ha filtrado. La noticia ha corrido por todos los departamentos. He contado más de veinte personas dejándose caer por mi despacho para preguntarme: «Vienes a la fiesta, ¿no?«. Mi paciencia es finita, así que con los últimos he sido un poco cruel. Mi jefe, que ya se graduó con honores en el master de comprender la mente de un canario en holanda, se abstuvo de abrir esa linda boca, porque sabe que sería un craso error, o lo que el populacho en la Isleta llamaba una cagada de escándalo. A todos los que vinieron y aducían al supuesto atributo de Team Building de dicho acto, les he recordado que el último viernes de cada mes se organiza un «Café» en la cantina y en este no solemos ser más de quince personas, a pesar de que hay «comida» y «bebida» gratuita, y les he remarcado el carácter de Team Building de dichos Cafés. Eso suele bastar para que salgan con el rabo entre las piernas, porque no pueden refutar el argumento. Yo jamás he faltado a uno de esos Cafés y de hecho, los que vamos somos siempre los mismos, incluyendo a mi vicepresidente, al manager general y a todos los pelotas que lo rodean. Así que todos ellos me conocen muy bien y nunca he tenido problema alguno en hablar con ellos y decirles a la cara lo que pienso de su gestión.

Tengo que admitir que de haber ido, podría haber hecho fotos para poner contenido en la bitácora los próximos dos meses, porque ver ese despliegue de rusas, checas, polacas y ucranianas no tiene desperdicio. Toda la planta de desarrollo, es decir, todos los frikis de los desarrolladores, se han casado a base de comprar esposas por catálogo, como ya expliqué en hembras à la carte. En mi planta los frikis optaron por las camboyanas, vietnamitas, malayas y uno de ellos por esposa colombiana. O sea, un catálogo de película de terror. Sólo conozco dos desarroladores que tengan esposa holandesa y son los únicos normales que hay en ese grupo.

La estrella de todo este evento, la que pondrá glamour y estilo, la que le dará un toque chic, la que romperá todos los moldes de escayola que le pongan por delante, será mi compañera transexual (aunque el turco y el chino prefieren que use el género masculino por no estar operado/a), que se ha pasado mes y medio buscando el vestido de noche perfecto para la que será su puesta de largo, que ha acudido ayer a la peluquería, que se ha pintado las uñas a juego con su traje, que demostrará a todos los presentes que es una top-woman y que ella, como ninguna, representa el ideal de la mujer del siglo XXI, mujer que viene equipada con un interfaz adicional que le permite metértela doblada, o sin doblar, a poco que te descuides.

En lugar de eso, pasaré la noche de cacería con mi amigo turco por el pueblo, que con el frío las hembras andan acorraladas dentro de los locales y es más fácil atosigarlas…