Bicicleta cromada


A los filipinos todo lo que sea cromado se la pone morcillona. Los jeepnies, los coches, las motos y por supuesto las bicis. Además, sus bicis parece que evolucionaron de los modelos gringos aunque adaptadas a su tamaño (menor) y mucho más aparatosa, ya que para fardar lo que mola es que tenga mucho hierro y por eso les añaden tubos por todos lados. Como en la bici pueden ir dos, tres o más personas, lo mejor es meterle un pedazo de asiento como aquel que llevaban las chopper, solo que nosotros en España en aquellas bicis míticas solo sentábamos un julay. El lío de cables que sale del volante es para los frenos delanteros y traseros y para el cambio de marchas, tanto el trasero como el del pedal. El detalle poético festivo por detrás del sillón es épico: Work to eat, eat to live, live to bike, bike to work, que se traduce literalmente como truscoluña no es nación. El volante de la bici es raro, raro y la única explicación que le puedo dar es que o así se parece más a una motocicleta de quinqui o jacoso, o está adaptado para que alguna culocoche (no la comentarista residente en esta bitácora, obviamente), pose el culo sobre el mismo y así llevar un pasajero más. Los manguitos metálicos me dejaron flipando, muy prácticos no pueden ser. La bicicleta protegía la columna esa de hierro para que nadie la robe. Yo no le vi marca alguna así que esta debe ser de algún maestrillo que tiene su librillo y las monta por allí.


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