Capítulo segundo: Plantation Country


Nota: esta es la continuación de El comienzo

Al día siguiente al levantarnos se nos ocurrió salir a la calle a buscar un lugar en el que desayunar. Llegamos a la esquina y nos volvimos. No habían aceras. El hotel estaba entre un montón de carreteras de dos o más carriles sin aceras en las que protegerse del tráfico. Nos metimos en un Denny’s que estaba adosado al hotel y nos pusieron un megadesayuno, lo que equivaldría a un copioso almuerzo en España. Después, fuimos en el autobús del hotel al aeropuerto a buscar nuestro coche de alquiler. Mientras esto sucede se abren los cielos y empieza a caer el diluvio universal. La tipa del alquiler de coches trata de conseguir que cojamos un coche más grande y no el económico, sin comprender que ese es ya más grande que mi coche.
Salimos del negocio de alquiler de coches y nos perdemos. Volvemos al punto de inicio y tras ciertas dificultades encontramos la carretera que nos llevaría a la vera del río Mississippi a través de Plantation Country (el país de las plantaciones). Según la guía Lonely Planet, la carretera nos llevará hacia Baton Rouge siguiendo el río. En la práctica casi no se atisba el Mississippi por las dos barreras de protección contra inundaciones que han puesto a ambas orillas del susodicho. Sin embargo la carretera es muy exótica y merece la pena recorrerla. Vas pasando al lado de las antiguas plantaciones que aún quedan en pie.

Es increíble el contraste entre zonas de gente con dinero, generalmente blancos y zonas de extrema pobreza y en las que el color predominante (y yo diría que casi único) es el negro.
Plantación de LauraEn un poblacho llamado Lutcher nos detuvimos a comprar un mapa en una gasolinera y tuvimos la primera de muchas experiencias de incomunicación. Habían dos chicas en la gasolinera y muy educadamente les pedimos si tenían mapas. ¡No nos entendieron! Y lo que es peor: ¡Nosotros tampoco las entendimos a ellas! Aunque la base de la comunicación era el idioma inglés, las tías pronunciaban de una forma que sonaba a cualquier cosa menos a inglés para nosotros. Tras un rato de forcejeos idiomáticos, logramos hacernos entender. Nos enseñaron un mapa, pero ofrecía tan poco detalle como el que teníamos nosotros cortesía de la casa de alquiler de coches. Frustrados, volvimos al vehículo y pusimos rumbo a la Plantación de Laura. Esta plantación está recomendada por la guía. Fue fundada por una familia criolla (de origen francés) y más tarde se mezclaron con una familia alemana. La casa está siendo renovada, tratando de respetar tanto como sea posible el aspecto original. Podéis ver varias fotos de la misma en el Plantacion de Lauraálbum de Plantation Country. Durante toda la visita a la casa llovía con intensidad y no pude tomar muchas fotos fuera.
Nos llamó mucho la atención encontrar palmeras canarias. Preguntamos a la guía y nos dijo que ?Los isleños?? las habían traído consigo. La denominación de Isleño es para los canarios que España exportó a Luisiana y otros estados americanos hace unos cientos de años.

Después de visitar la plantación seguimos por la carretera hasta llegar a Donaldsonville, un supuesto villorrio que merecía la pena ver. Destacar dos cosas. De nuevo no nos entendieron en la gasolinera, esta vez preguntamos por un teléfono público, pero sin éxito, y el pueblo era tétrico, perfecto para una película de terror. Decidimos pasar de largo y seguir hacia Baton Rouge.

En el camino cruzamos infinidad de pequeñas iglesias, de sectas cristianas variadas, en las que a uno se le ponían los pelos de punta cuando veías todos los coches en la puerta con matrícula JESUS y similares. Esta gente son fundamentalistas cristianos. De aquí se alimentan los sagrados ejércitos del emperador, supongo.

Tras llegar a Baton Rouge, perdimos más de una hora buscando hotel. Os lo juro. No había forma de dar con los putos hoteles de carretera. Entramos en la ciudad por el camino equivocado y los hoteles parecen concentrarse alrededor de las carreteras interestatales, y cualquier otra no goza del privilegio de estos antros. Tras una ardua búsqueda en la que nos metimos en todos los barrios de mala muerte de la ciudad, encontramos un ?La Quinta Inn??. Preguntamos a la chica de recepción por un lugar folklórico para comer, y nos recomendó uno en el que nos pusieron el plato más grande de comida que había visto en mi vida. Todo marisco, patas de rana y similares. No pude ni con la mitad de la comida que había en aquel plato y la camarera aún pretendía que pidiéramos entrantes y postres.

Aquí acaba el primer día de carretera. En el próximo capítulo: Cajún Country (el país Cajun).

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