El hilo de la mierda


Aquellos que se consideran «habituales» de estas tierras saben perfectamente que el tema secundario más brillante de este cansino mes de agosto ha sido la mierda. Tuvimos algo de mierda en De Bangkok a Utrecht pasando por Viena, seguimos más a fondo con la temática en la fantástica Algo que no se puede creer y la cosa continuó en la asombrosa Un olvido muy desafortunado.

Ahora os llega el turno a vosotros. Nadie puede negar que frecuentemente y quizás incluso con regularidad visita un baño, excusado, retrete o como queráis llamarlo y suelta lastre que no veas o jiña, caga o hace un número 1 según la forma en la que os refiráis al asunto. Ya sabéis lo que hay que hacer. Seguro que tenéis una historia buenísima que queréis contar y en los comentarios lo podéis hacer.

Abriré fuego con un par de sucedidos. De pequeño pasábamos los fines de semana en el campo y en el camping de Tauro, en aquel conocido como el Camping de arriba ya que obviamente estaba el camping de abajo que era el más cercano a la playa. En el de arriba, al otro lado de la carretera general, los baños eran hasta lujosos en comparación con las letrinas que lucía el camping más viejo. Pese a ello, yo no puse nunca mis nalgas en contacto con los retretes, sobre todo porque la limpieza no parecía ser el punto fuerte de los dueños y como me daba cosa, levantaba el asiento y me subía al retrete acuclillándome para aliviarme. Los fines de semana, cuando íbamos allí, yo en algún momento tenía un apretón, cogía el rollo de papel higiénico de la caravana de mis padres y cruzaba todo el camping saludando a la basca ya que todos éramos conocidos y todo el mundo sabía a donde iba y lo que haría. Al disparar desde altura, tenía que apuntar previamente y además procurar que al caer no salpicara, algo que seguramente alguna vez no logré evitar aunque no lo recuerdo especialmente. Lo que sí que recuerdo es un día que estoy algo mal de estómago, me entra un apretón y me voy al baño. Cruzo todo el camping con una sonrisa de esas falsas como las que ponen las folclóricas y manteniendo un paso vivo, subo a la planta alta de los baños ya que allí estaban los retretes, me espero a que uno esté libre, entro, me subo a la taza del baño como siempre solo que esta vez las señales eran más alarmantes, cierro los ojos, me concentro y chás, se montó un escándalo del copón. Tenía diarrea y lo que logré fue pintar los azulejos blancos y el retrete con mierda de la buena. Aquello fue un desastre. El baño quedó impracticable, pero eso sí, yo me alivié enormemente. Después tuve que esperar a que no hubieran moros en la costa, salir sigilosamente, cerrar la puerta y me marché directo a las duchas. Cuando ese mismo día se chismorreaba por el camping lo del cabronazo que había cubierto un retrete de mierda, yo me reía con todos y me asombraba e interiormente daba gracias porque nadie me vio.

Otra pequeña anécdota sucedió en esa misma época pero en el campo. El fin de semana que no íbamos al camping nos íbamos a un pequeño pueblo en la isla y allí tenía un amiguito llamado Juan Carlos que era el hijo de Feluca y que seguramente acabó como criminal de polígono periférico, igual que algunos de sus hermanos. Juan Carlos era de lo malo lo peor y siempre andaba maquinando trastadas. Uno de esos fines de semana, cuando llegamos a la casa el chiquillo iba a todos lados con una caja de galletas de mantequilla danesas, de esas que estaban deliciosas y que la gente solía regalar en las visitas. El chiquillo corría por el barranco, subía la montaña, saltaba, jugaba en el solar lleno de escombros que había delante de su casa y en ningún momento soltaba su caja de galletas danesa ni permitía que nadie viese su contenido, algo que incrementaba proporcionalmente mis ganas de saber lo que había allí dentro. En un momento de despiste, otro de los chiquillos le logró arrebatar la caja y la abrió. Lo que vimos nos dejó aterrorizados. Un pedazo de mierda del copón lleno de lombrices, que se estaban poniendo tibias a comer aquel pedazo de pastel. El que tenía la caja la dejó caer y salimos todos corriendo. Cuando volví a mi casa y se lo conté a mi madre, me tuvo todo el puto fin de semana lavándome las manos con jabón lagarto y espantando a Juan Carlos si se acercaba a la casa y yo creo que hasta controló el retrete para ver si me las había pegado.

La tercera historia tuvo como protagonista a un primo mío. Estábamos en la playa de Puerto Rico bañándonos, disfrutando de la eterna primavera Gran Canaria. En algún momento de esa jornada de asueto a mi primo le dio un apretón y como había que pagar por usar los baños de la playa, mi primo decidió que iba a ser que no. Se alejó de nosotros en el agua y de repente lo vemos como que se ahoga. Se hundía y volvía a aparecer, se hundía y volvía a subir como si lo estuviera atacando un tiburón. Después de una agonía de un par de minutos lo vemos que empieza a chapotear desesperadamente y comienza a huir del lugar. Entonces vemos que su bañador ha quedado atrás, flotando en el agua y cuando se dio cuenta regresó y escapó de la zona lo más rápido que pudo. Medio asfixiado, llegó junto a nosotros después de ponerse el bañador y nos explicó que había jiñado en el agua, algo complicado porque para hacer el esfuerzo tenía que dejar de nadar y por eso parecía que se estaba ahogando pero lo peor fue cuando la mierda salió y con esa maldad tan característica que tiene, en lugar de hundirse subió a la superficie, momento en el que lo vimos chapotear ya que estaba comenzando a verse rodeado y acosado por su propia mierda. Huelga decir que nos estuvimos riendo de él todo el día y llamándolo mierdoso.

Y ahora os llega el turno. Seguro que tenéis algún momento entrañable que queréis compartir …


9 respuestas a “El hilo de la mierda”

  1. Si me acuerdo de algo reseñable, vuelvo y lo cuento, porque ahora, estoy en blanco y no me acuerdo de nada…
    Salud

  2. Pues seguro que he tenido más de una movida, pero ahora no lo recuerdo.
    Y lo que te pasó en la primera historia se llama cagar a gotelé.

  3. A mí también me ha pasado lo de apuntar desde lo alto, ya sabes que las mujeres tenemos más problemas y tenemos que hacer más equilibrios a la hora de evacuar, y con las prisas, yo creí que caía en el agujero, pero no, qué va, el mojón fue a parar directamente a la tapadera del water. Un mojón hermoso que no se movía ni de coña y luego intentar limpiar todo, para que la gente no crea que eres una guarra. En fín lo normal, que nos ha tenido que pasar a todos. Si me acuerdo de algo más escatológico lo cuento. Por cierto, lo de tu primo de cagar dentro del agua es para darle el oscar al tío. De arte, me ha encantado.

  4. Me acabo de acordar que de pequeña, cuando mi madre me estaba enseñando a pedir la caca (pa no cambiarme más, la pobre mujer) me tenía sentada en el orinal una hora de reloj a ver si hacía algo y la niña nada de nada. Cuando me levantaba ya del orinal, con el culo morado y con un cerco horrososo de estar sentada tanto tiempo, le cogía las vueltas a mi madre, me escondía detrás de las cortinas y me cagaba directamente, con el cate correspondiente de mi madre, después de cambiarme el pañal, evidentemente, que pa eso la Paca es muy suya.

  5. En Venezuela la leche en polvo la venden en unos potes que son tan anchos como el trasero de un niño, supongo que mi madre si alguna vez bajo alguna adiccion a alguna droga nos hubiese llevado de camping se habria asegurado de tener varios potes de esos para no hacernos pasar por la pesadilla que tuviste que haber vivido en ese camping y el retrete. :S

    Un besito.

  6. Montse, desde esa época no me he vuelto a encaramar a un retrete para jiñar. Por suerte tenía las duchas en el mismo lugar y salí de allí y me fui directo a ducharme porque hasta yo acabé cubierto de substancia.

    Darliz, las de bebé no cuentan.

    Waiting, la idea de jiñar en un bote de leche en polvo (en Canarias también los habían, además de los paquetes de ese maravilloso preparado lacteo como la leche fresca que era el Millac) me resulta fascinante.

  7. A mi me parece espantosa pero no se me ocurre nada mejor, menos mal que mi mama siempre se aseguraba de alejarnos de situaciones incomodas jejejeje.

  8. ¿que haces en el campo cuando tienes que jiñar y no dispones de papel para limpiarte? Te limpias el jete con UNA PIEDRA. No cuento más…