Regresando a Utrecht desde Malé


Llegamos al día del regreso, que comenzó temprano, o más bien a la hora a la que me levanto por allí, sobre las seis de la mañana. Como no tenía desayuno en el supuesto hotel, pero sabía que estaba a menos de cien metros de la mejor pastelería de la ciudad y que abre a las seis de la mañana, según me levanté, salí a la calle, fui a la pastelería y me compré unas cosillas para desayunar:

Un muffin de limón, otro de chocolate y un donut. Ya el día anterior había comprado el zumo y un café frío que había que menear y menear y menear antes de abrir, supongo que para crear el efecto de la leche montada como nata. Allí mismo me lo jinqué con ilusión y alegría antes de ducharme, afeitarme y marcharme. En el supuesto hotel te intentan vender como una auténtica ganga y algo maravilloso el llevarte al aeropuerto por quince dólares, pero lo cierto es que se limitan a llamar a un taxi que les cuesta cinco dólares, con lo que ganan diez ellos y lo mejor es que estaba a seiscientos metros de la estación de ferrys y allí, por un dólar, o sea, catorce menos, tomas el ferry que te lleva en siete minutos al aeropuerto y te deja delante de la puerta, con lo que fui andando al ferry y abandoné la isla de Malé rumbo al aeropuerto en barco

Cuando íbamos hacia el aeropuerto, tenemos una vista de la gran mezquita de la ciudad, nombrada en la anotación de ayer y del puente chino que conecta la isla del aeropuerto con Malé. También decir que de haber ido en taxi habría tardado más tiempo, que todo el tráfico va por ese único puente que tiene un semáforo al principio y al final para que la experiencia sea más fascinante, te hacen pasar un par de atascos, como en cualquier país moderno. Que yo sepa, este es el único puente entre islas en las Maldivas y tanto la isla del aeropuerto como la isla de Hulhumalé son artificiales, la única isla auténtica ahí es la de Malé con la ciudad.

Al llegar al aeropuerto y sabiendo que en el control de pasaportes no te dejan pasar con tarjeta de embarque digital y tal y tal, fui a los mostradores de facturación y me dieron una de papel. El aeropuerto sigue siendo el cutre y viejísimo porque el presidente terrorista-musulmán-de-mielda del país se niega a inaugurar el nuevo ya que sin elecciones no hay ganancia electoral alguna para él y lo tiene acabado y se retrasa una y otra vez su apertura, que cuando estuve en el 2023 se abría en el mes que yo fui, cuando estuve en el 2024 hubo dos retrasos, el segundo coincidió con mi visita, después decían que lo abrían en febrero de este año y ahora dicen que en octubre, con lo que sin elecciones, tampoco abrirá este año. Pasé el control de pasaporte y el control de INseguridad, en el que la principal obsesión es la de los líquidos. Una vez dentro en el edificio ancestral, en el que hay cuatro tiendas y una nave inmensa desde la que se toman las guaguas a los aviones, esperé a que comenzara el embarque.

Lo bueno de sentarme en la punta de atrás es que me llamaron de los primeros y fui en la primera guagua al avión. Tenía asiento de ventana casi atrás del todo para que el ala no me joda la vista. Tuve que esperar casi una hora a que subiera todo el mundo, que trayendo guaguas la cosa toma su tiempo y finalmente estábamos todos dentro y antes de salir, también me gustaría comentar la diferencia entre un aeropuerto Europeo y este. En Europa, en el embarque hay una persona, quizás dos y son más que suficientes para encauzar los pasajeros al avión. En Malé, contadas por el Elegido, veinte personas por vuelo, veinte y el proceso de embarque es totalmente caótico y más lento que cuando lo llevan dos y por eso toma una hora. Cuando se llenó el cacharro hasta la bandera, el chófer quitó el freno de manos y salimos por patas de allí y como esperaba, despegamos hacia el norte y tengo un vídeo muy bonito con los atolones que veremos algún día.

Una hora después nos daban la pitanza, que en ambos vuelos, al igual que en la ida, era la misma, con tres opciones de plato principal, pollo con pasta, albóndigas de carne de vaca con puré de papa y gnocchi, que fue la que elegí esta vez porque en los dos vuelos anteriores probé las otras dos:

Personalmente prefiero las aerolíneas europeas pero tengo que admitir que esta gente da muchísima más comida y de más calidad. Aunque en el avión era un aquelarre alcohólico y todo el mundo pedía vino y cerveza, yo seguí con mis zumitos de manzana. Pasé ese vuelo de cuatro horas hasta Doha viendo series, o una serie, que entre los dos vuelos me vi todos los episodios menos uno de la segunda temporada.

En Doha tenía que esperar dos horas y media y por supuesto, mi avión estaba literalmente en el otro lado del aeropuerto y de nuevo tenía que volver a pasar un estúpido control de seguridad en el que te quitan los líquidos. Alguien debería decir a los terroristas-musulmanes-de-mielda que todas las personas que llegan ya han pasado esos controles y en muchos casos, mucho más estrictos que los suyos, que yo no saqué los líquidos de la bolsa y los esclavos que tienen allí no se dieron cuenta y no me dijeron nada, lo cual demuestra lo estúpido que es este control.

En el punto central del aeropuerto está la masiva obra de Oso/Lámpara que el jeque del país compró por una millonada y que es horrendo y de mal gusto, pero bueno, tampoco se puede esperar buen gusto de un tipo que viste siempre faldas largas blancas y considera a las mujeres animales de procreación y compañía, como las mascotas. Mi segundo vuelo era en un Airbus A350-900, algo de agradecer porque ese avión, además de ser más nuevo, tiene los asientos más grandes y uno menos por fila, con lo que no iríamos tan enlatados. De nuevo conseguí ventana y a mi lado sentaron a una morita y en el pasillo a una pava neerlandesa. En la fila delante de mí, al parecer, dos panolis, pareja, eligieron el asiento de ventana y el del pasillo con la esperanza que les dejaran el del medio vacío y cuando llegaron y vieron que tenían al primo segundo de Bin Laden sentado allí, a los dos cabezas de queso se les vio el tremendo disgusto en la jeta. El avión, hasta el momento del despegue, lo mantenían con las persianas de las ventanas cerradas para evitar que los cuarenta grados de afuera nos recalentaran, que Doha es el puto infierno en la Tierra. Afuera del avión, esclavos movían equipaje y demás. La comida era la misma y en esa ocasión elegí las albóndigas de carne de vaca. En el vuelo seguí viendo la serie para no dormir, algo que conseguí. También mantuve la persiana de la ventana abierta para que la luz evitara que me durmiera. Llegamos a Schiphol con diez minutos de adelanto. Después de salir del avión, prácticamente el último por ir sentado por atrás, corrí al control de pasaporte y ejecuté un truco que no pienso dejar aquí y que te garantiza recortar el tiempo en el lugar, salí a la zona de recogida de equipaje y vi que si corría, pillaba el tren a Utrecht, que salía en tres minutos, así que me di el carrerón y llegué a tiempo. Se supone que la conexión al tren de mi barrio me la perdía, porque era solo de un minuto, pero resultó que el tren en el que iba llegó con un minuto de adelanto, volví a salir por patas, con la ventaja adicional que mi puerta estaba junto a las escaleras y conseguí entrar en el tren que me llevó a mi barrio y desde allí fui andando a mi keli, en la que entré unos minutos pasada las diez de la noche, hora neerlandesa, o pasada la una de la mañana, hora maldiviana y así acabó esta semana de buceo en Rasdhoo.

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Una respuesta a “Regresando a Utrecht desde Malé”

  1. Los del hotel son unos chorizos, menos mal que con tu experiencia te libraste de los mangantes oportunistas…
    Salud

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