Hay historias de las que los directores parecen no cansarse nunca y las siguen haciendo una y otra vez, con pequeños o grandes cambios para adaptarlas a los nuevos tiempos. Una de esas es el Cuento de Navidad de Charles Dickens que hemos visto en multitud de interpretaciones. Como no habían bastantes han hecho una nueva llamada A Christmas Carol y por supuesto traducida al español como Cuento de Navidad cuya principal novedad es el haber sido rodada en 3D y el usar la animación por ordenador esa rara que ya se empleó en aquel pallufo llamado Beowulf.

Un hijoputa julay se repite más que las judías con chorizo

A estas alturas hasta er Nani conoce la historia pero por si acaso digamos que a un tipo mezquino y cascarrabias lo visitan tres fantasmas, el de las navidades pasadas, presentes y futuras para que aprenda de sus errores y tenga una nueva oportunidad de enderezar su vida.

Lo primero es que el formato ese de animación sobre los actores es una mierda del carajo. Menudo asco. En su momento ya decidí no ir a ver Beowulf porque el trailer me repugnaba y si fui esta vez al cine es porque desde siempre he sido fans de Jim Carrey y por mucho que me duela he de decir que esta vez se ha equivocado completamente. Además, hace un huevo de papeles y hay momentos en que tanta saturación de este hombre en la pantalla acaba por hartarte. El 3D no me convenció y me pareció más bien mediocre tirando a malo, sobre todo por la combinación con esa asquerosa técnica que usan y que no te permite ver a los actores y los hace bastante irreales.

Esta adaptación si hay algo que no tiene es el ser familiar. A mi lado había una pareja con un chiquillo de unos seis años y se marcharon al poco de comenzar los fantasmas porque aquello era demasiado fuerte para su hijo. Así que el público más infantil se encontrará con una película terrorífica y los adultos con un bodrio aburrido que malogra completamente una historia clásica y preciosa. El director Robert Zemeckis la ha cagado hasta el fondo con esta película y espero que sea capaz de aprender de sus errores.

En fin, no quiero perder más el tiempo. Una historia clásica estropeada por una estúpida y absurda innovación y llevada a la pantalla con una saturación de un único actor que no venía a cuento.