Algunos de los peligros de viajar


Mi amigo el Rubio me mandaba un mensaje el sábado recordándome que soy más simple que una ameba. En mi cabeza todo gira alrededor de qué película voy a ir a ver al cine, qué voy a cocinar y comer hoy, qué audiolibro estoy escuchando, qué voy a escribir en la bitácora y ¿cuál será mi próximo viaje?. No hace falta elaborar complejas teorías, no hay más y aunque parezca muy poco, con esas cosillas estoy ocupado todo el día.

Hasta el día de hoy, en el 2012 he tomado veintisiete aviones y aún daré cuatro saltos más antes de acabar el año. Así, comencé el año viajando desde Málaga a Holanda pasando por Frankfurt, fui a Gran Canaria parando en Madrid, salté a Vietnam via Kuala Lumpur y después hice varios saltos dentro de Vietnam antes de regresar, fui tres veces a Gran Canaria en vuelos directos, estuve en Londres, Budapest, Lisboa, Estambul y antes de ir a Gran Canaria para pasar las Navidades me escaparé a Roma. Como veis, son sesenta y tres mil kilómetros recorridos, seis mil que aún tengo que recorrer y un montón de ocasiones en las que me la juego y confío en que todo salga bien. Cada uno de esos viajes es un acto de fe. En el mismo instante en el que compras el billete, confías en que todo salga bien. Mi rutina comienza buscando en primer lugar el billete de viaje y después los hoteles en los que me voy a quedar. En todos los años que llevo volando, solo he tenido dos experiencias en las que se me puso mal cuerpo. La primera vez fue en un vuelo de Transavia que iba a Gran Canaria. El avión salía a las cinco de la mañana desde el aeropuerto de Amsterdam y creedme que tener que estar allí a las dos de la mañana a recoger mi billete no es algo que me hiciera mucha gracia. Cuando se acercaba la hora del embarque la sala de espera estaba más llena que la consulta de mi médico de cabecera y tres azafatas de tierra se movían como si se hubieran puesto bragas de lana y no podían aguantar los picores. En eso que anuncian que hay overbooking y que un puñado de viajeros se han de quedar en tierra y salir al día siguiente. En seguida empezaron a rastrear la sala como tiburones buscando presas y una de ellas se paró junto a mí mientras me hacía el lolailo y trataba de pasar desapercibido. Me pidió que renunciara a volar y me quedara en el aeropuerto doce horas a cambio de una indemnización por overbooking consistente en un bocadillo y un par de refrescos y yo me limité a hablarle en español y hacerle un Lina Morgan, una de esas conversaciones estúpidas en las que cada uno habla de un tema distinto. Superé la prueba pero al llegar al control de la tarjeta de embarque, la tipa que estaba allí me para de nuevo y en esa ocasión usé el último recurso, ese que nunca ha fallado: me eché a llorar y le dije que iba a Gran canaria para un funeral. La mujer me miró, le hizo una seña a su compañera y me dejaron pasar. Si aquella chica se creía que me podía pillar es que no se ha leído las etiquetas de los rollos de papel higiénico como hago yo, que ando dos pasos por delante y me las conozco todas. Lo del bocadillo me pareció un robo ya que yo tenía entendido que te deben dar bastante más dinero en esos casos pero también conozco gente que me ha dicho que en las aerolíneas intentan metértela siempre que pueden. Mi segunda experiencia de este tipo fue regresando desde Nueva York en un viaje en el que iba con mis padres. En esa ocasión la compañía era Delta y buscaban primos para salir un montón de horas más tarde y además desde el aeropuerto de Newark. A cambio ofrecían doscientos euros y unas disculpas. Yo tenía que trabajar al día siguiente y además iba con mis padres así que me mantuve firme y superamos la prueba.

De ambas situaciones y de historias de amigos y conocidos he aprendido que merece la pena leerte la carta de tus derechos como pasajero cuando viajas en avión y saber lo que te corresponde según las leyes europeas o de cualquier otro lugar del mundo. También soy consciente que las aerolíneas no son mis amigas, son empresas que buscan hacer dinero a costa de los viajeros y pondrán todas las trabas y dificultades posibles para lograrlo. Como ellos juegan con ventaja ya que lo que buscan es cansarte y amargarte con complicados procesos, en estos casos lo mejor es solicitar la ayuda de empresas que conocen el juego y saben como hacerlo y además que solo cobran en caso de tener éxito. En cualquier caso y si te sucede algo así, lo peor es la rabia y la impotencia porque en muchas ocasiones no está en tus manos.

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3 respuestas a “Algunos de los peligros de viajar”

  1. Yo más o menos he corrido con suerte, nunca me he quedado en tierra, pero si que he pillado buenos retrasos.

  2. Yo seguramente lloraría de verdad, por no darle dos guantazos a la tía. Sólo me he quedado en tierra una vez por mal tiempo en Roma, llegué tarde a Barcelona y tuve que dormir en el aeropuerto. El problema que tengo es que soy nula en inglés y eso es un hándicap cuando te coge en el extranjero. Por lo demás, he tenido suerte, aunque siempre me parece una lotería y en los últimos tiempos, como soy funcionaria y pobre, viajo con Ryanair y lo que peor llevo es el tema de las maletas, que me puede.