Aquello y eso otro


Llevamos algo más de dos meses desde que se escoñó el mundo y las cosas han cambiado mucho y ahora, cuando te acostumbras a lo nuevo que odiabas al principio, igual no es tan malo. A mí me gusta la distancia social, el que la gente en la calle no se te pegue como ladilla a güevo y no se te acerquen. Me parece algo fabuloso. También me gusta el silencio en el centro de Amsterdam, que se había convertido en un parque temático, Amsterlandia, con millones de turistas yendo de atracción a atracción y sin locales o comercios para ellos y ahora que desaparecieron los turistas, es un lugar increíble, bucólico, tranquilo, más o menos como lo tuvo que ver en su día Rembrandt y puedes recorrer las calles sin la presión de los turistas que no tienen ni puta idea de como ir en bici. Entre las cosas que están desapareciendo de la ciudad están los mini-mercados de precios abusivos para timarlos, con esas botellas a cinco leuros y que si te molestabas en caminar unos cientos de metros hasta un supermercado normal, te costaban probablemente ocho o nueve veces más baratas. También las heladerías son historias, creadas por y para el turismo y por una ley local que permite tener estos negocios sin camareros, con lo que muchísimos bares se transformaron en heladerías, quitaron a los empleados y dejaron las mesas acumulando mierda ya que el que servía los helados y el café y los cruasanes y los bocadillos y las bebidas está detrás de la barra y solo hace la ronda para limpiar muy de cuando en cuando. A esos negocios no iba ningún local y han muerto con la falta de sus turistas, como los koffieshop, repartidos en masa por el centro de la ciudad para que se coloquen los turistas y ahora cerrando como moscas porque la demanda local no necesita de tantos locales así. Quizás, ahora que se empieza a reiniciar la actividad, habría que mirar lo bueno que ha traído esto y potenciarlo, devolver el centro de la ciudad a los ciudadanos, limitar el turismo o ponerlos fuera de la ciudad, en hoteles masivos a los que tienen que regresar antes de que se acabe el transporte público. También son historias los taxistas de Amsterdam, calaña de la peor, que no dudan en timarte y pegarte una clavada y que no solo tienen pinta de criminales, lo son. Esos ahora han tenido que volver a sus otros negocios criminales porque nadie los necesita. Tampoco añoro el ir a la oficina, hago lo mismo desde mi casa, en menos tiempo y de manera más eficiente, sin visitas para colocarte algún marrón ni aguantar las neuras del prójimo, aunque al principio echaba de menos el tomarme un montón de tazas de café, ahora ya ni eso, he perdido la adicción. Lo que sí que me gustaría que vuelva son las clases de italiano en persona que con videoconferencia no es lo mismo, se pierde mucha de la gracia de ver al profesor gesticulando como un molino de viento en medio de un huracán. No tengo ganas ni añoro el ir de restaurantes o terrazas, los veo como lugares inseguros y en donde juegas a la ruleta rusa porque no solo no sabes quien es el desgraciado que está a tu lado, tampoco sabes si el lugar está lo suficientemente limpio.

Entre las cosas que hecho de menos está el cine y bucear porque lo de ir a la playa lo parcheo tomando el sol prácticamente a diario en mi jardín, tumbado en mi hamaca, balanceándome y disfrutando con el calorcito. El cine en los Países Bajos re-comenzará la semana que viene aunque con más restricciones que en España, con treinta personas como máximo por sala, sin posibilidad de cruzarte a la entrada o a la salida con gente de otras salas, con los asientos asignados por los empleados para repartir a la gente lo más posible por la sala y no queda nada claro si habrán baños abiertos en los cines. Tampoco es como que la cartelera con la que abren llame mucho, de todas las películas programadas para la semana que viene, creo que no he visto dos de ellas y el resto o estaban en cartelera cuando se cortó todo o son películas viejas que vuelven al cine para seguramente alargar la espera hasta que los estudios vuelvan a comenzar con los estrenos, que a treinta personas por sala cuando pueden tener quinientas no creo que les interese estrenar los peliculones, lo cual debería ser una gloriosa oportunidad para las películas pequeñas y de mejor calidad, que igual tienen su momento de gloria durante el mes de junio.


5 respuestas a “Aquello y eso otro”

  1. A mi esta situación, no me ha cambiado la vida en absoluto, salvo las nuevas normas del supermercado y la farmacia, el resto sigo haciendo prácticamente la misma vida, claro, vivir en el campo es otra cosa muy diferente a hacerlo en la ciudad.
    Salud

  2. A mí en cambio me ha dado un buen vuelco. También hay muchas cosas que no echo de menos, pero otras…

  3. Au contraire mon ami! yo me movía andando o en bus a todas partes, y ahora que el transporte público es poco menos que el agujero del demonio y que si te movías andando (ahora no, que estamos ya en la fase 2, por suerte) te podían parar, multar y de todo, y teniendo en cuenta que hasta para ir a la compra tengo que desplazarme, he dependido del coche mucho más de lo habitual, eso sí, a mí me llevan y me traen, porque como he dicho mil veces ¡no conduzco siquiera desde hace más de 13 años, coño ya! De todos modos, aclarar que mucho más de lo habitual fueron dos o tres viajes en total. Y uno fue para ir al dentista. Yupi.

  4. ¿has cambiado el coche por un autobús? Con uno o con otro, sigues siendo culocochista, solo que ahora cuando se comparan tamaños, el tuyo es siempre el más grande.