Ayutthaya


El relato comenzó en Otro de esos saltos gigantescos

Saliendo de Sukhothai a las ocho de la mañana, sabía que no iba a poder desayunar en la pensión y por eso el día anterior me compré unos bollos en el 7eleven. A las siete y media me llamaban un tuk tuk y me alcanzaba a la estación, en donde compraba mi billete para viajar con la guagua de Wintertur, supuestamente más lujosa que la estatal que me había traído dos días antes. Como siempre, parece que no va llena pero más tarde en las sucesivas paradas aaba petada. Salimos en hora y debíamos llegar a Ayutthaya sobre la una de la tarde y me dejaría en la autopista y no en el centro de la ciudad. Ayutthaya está a unos setenta kilómetros al norte de Bangkok.

Una hora después de haber salido nos dieron una botella de agua a cada uno y un poco más tarde un paquete de papas fritas. En la guagua viaja una especie de azafata, que controla que nadie te robe el equipaje y que la gente se siente donde le corresponde. A las tres horas de viaje hicieron una parada de unos veinte minutos para que la gente comprara, meara, jiñara o simplemente salieran a estirar las piernas. Tras dejarme en la autopista, allí mismo había una parada de taxis y tomé uno para que me llevara al Tamarind Guesthouse, mi pensión en Ayutthaya.

Nada más llegar, largué las cosas, me puse las pilas y me lancé a la calle para visitar el templo Wat Phra Mahathat, impresionante y construido para hospedar restos del mismísimo Buda. Según cuentan, el rey Ramesuan estaba haciéndose una pajilla en el balcón de su palacio cuando delante de sus narices se materializó de la nada un montón de cenizas de Buda las cuales pusieron en ese templo en una caja de oro. Y después me dicen que es difícil creer en los Reyes Magos, si esos hasta parecen pardillos. Por supuesto el templo acabó por colapsarse y ahora está parcialmente reconstruido. En uno de los rincones hay una cabeza de Buda incrustada en un árbol y que la gente venera como si fuera la décima copa de Europa. Al lado de este templo está el Wat Ratburana, construido por el rey Boromraja II (palito-palito) para conmemorar que sus dos hermanos mayores, Ay y Yi, se mataron en un duelo con elefantes por el reino y de rebote y sin comerlo ni beberlo le tocó a él. La estupa es enorme y se puede subir para ver una bonita vista de Ayutthaya y también descender por la misma para ver murales. Los Budas tailandeses, tanto los de Sukhothai como los de Ayutthaya son como amariconados, con caras de travelos muy estropeados, nada que ver con la serenidad de los birmanos o camboyanos. Paseé hasta el Wat Thammikarat, el cual sigue siendo un templo ene activo con monasterio y lleno de puestos de venta de todo tipo de cosas relacionadas con el Budismo. Regresé a la pensión y allí me recogieron para ir a dar un paseo en barco, ya que Ayutthaya es una isla ya que han dragado canales a su alrededor y están alimentados por los ríos que la rodean. El barco era una falúa alargada y el tipo iba a todo meter por el agua. De repente se para en seco y empieza a gritar y nos señala un cocodrilo o lagarto grande, como medio kilómetro más abajo de donde se bañaban unos niños. Seguimos y fuimos hasta el Wat Phanan Choeng, petadísimo de gente y que se supone que es el templo más viejo de la ciudad y también el que atrae más gente. En él hay una figura de un Buda de diecinueve metros de alto que lleva allí desde 1324, aunque originalmente estaba a la intemperie. La gente compraba láminas de oro para pegárselas a los otros Budas y había mucho chino, algo que al parecer tiene que ver con una imagen de una princesa china del siglo XVIII (equis-uve-palito-palito-palito) y que se suicidó ahogándose cuando su rey la convirtió en un Vitorino. Desde este templo fuimos al Wat Phutthai Sawsn, templo y monasterio budista con una estupa enorme y con forma de piña de millo y en el que habían murciélagos a porrillo. En uno de los jardines una pava tocaba música cuando se acercaban los turistas con un cartel diciendo que era para su educación, aunque todos sabemos que si vuelves dentro de diez años seguirá allí.

Siguiendo la ruta por el canal fuimos al Wat Chaiwatthanaran, muy bien conservado, con una estupa enorme a la que se puede subir y extremadamente fotogénico, sobre todo al atardecer, que fue cuando estuvimos allí. Completamos el círculo completo de Ayutthaya y regresamos al punto de partida y desde allí me devolvieron al hotel en tuk tuk. Fui a ver por fuera el Palacio Real (Wihan Phra Mogkhon Bophit) y el Wat Phra Si Samphet, llegando a ambos en bicicleta. Fui por la noche porque supuestamente los iluminan y son muy bonitos pero ese día no estaban por la labor.

Como en esta ciudad hay poco que ver y ya había cubierto mi lista de imprescindibles, al día siguiente seguía de camino a Kanchanaburi, a las nueve de la mañana.

El relato continúa en De Ayutthaya a Kanchanaburi

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2 respuestas a “Ayutthaya”

  1. Pues para ver el bicho a esa distancia mas bien seria un cucudrulu, un lagarto, por muy grande que fuera no se vería tan bien a esa distancia ¿No? a lo mejor era amigo de los niños y por eso no les hacia nada 🙂
    Salud

  2. Tengo muchas ganas de leer ya tu día en Kanchanaburi, me ha dejado alucinando el mail de los elefantes, si no fuera tan lejos (y tan caro) me iría a ese sitio pero YA mismo.