Otro de esos saltos gigantescos


Toda gran aventura que comienza con un gran viaje requiere un gran salto. En todas mis visitas al suroeste de Asia salvo en una ocasión, Kuala Lumpur fue el punto de entrada elegido y en este ocasión se ha vuelto a convertir en la puerta que traspaso antes de visitar algún otro país. Me gusta porque es una ciudad moderna y porque desde su aeropuerto hay más conexiones con los países circundantes con AirAsia que desde ningún otro y no os engañéis, si queréis viajar barato por el suroeste de Asia, AirAsia es una de las alternativas más seguras, tanto porque tienen una flota gigantesca como porque sus aviones ni siquiera están vetados en Europa, como le pasa a algunos de sus competidores.

El billete a Kuala Lumpur lo compré desde el verano del año pasado y de esa forma me ahorré un montón de pasta. Después, no fue hasta febrero de este año en que decidí cual sería mi destino. En el tramo final, Filipinas competía con Tailandia y con Malasia (la parte de Sabah) y me acabé decantando por Tailandia por el tifón filipino y las noticias sobre asesinatos de turistas e inseguridad en el otro lado. Una vez elegido el lugar, quedaba montar un esqueleto básico y para ello, opté por entrar por el norte del país y desde allí ir bajando hasta cerca de Bangkok. En esta ocasión no iré a las islas más al sur y me quedaré por el norte. Finalmente, para los últimos días opté por ir a Singapore y así ver la ciudad estado de una vez, que el año pasado estuve a punto de hacerlo y al final lo deseché y después lo lamenté.

Con todo decidido y los billetes para los vuelos comprados (uno con AirAsia y dos con Tiger Air, la línea de bajo costo propiedad de Singapore Airlines), pasó el tiempo y el viernes me tocaba volar.

Salí de mi casa sobre las tres de la tarde, una vez acabé de trabajar y fui en tren a Schiphol. Allí facturé mi mochila de cuarenta litros con siete mil trescientos gramos, es decir, he logrado reducir en una barbaridad el peso de lo que me llevo. Tras la facturación, pasé el control de pasaportes y me acerqué a la zona en la que debía esperar el avión. Me puse en una de las mesas con conexiones eléctricas para mantener mis dispositivos mágicos y maravillosos bien llenos de jugo de la vida y ahí esperé. Lo voy a volver a repetir por si algún día algún comemielda en el poder lo lee. Conseguir que los pasajeros voten a un aeropuerto como el mejor de Europa no se logra contratando al arquitecto más maricón o famoso para que haga unas nuevas pirámides de Egipto. No tienes ni que hacer un edificio bonito. Puede ser horrible, horripilante y horroroso. Lo único que has de hacer es dotarlo con las cosas que necesitan los viajeros, con un buen y rápido sistema de control de seguridad, con salas de embarque amplias y cómodas, con baños en su interior y en donde haya abundante espacio para sentarse, con un sistema simple y sencillo que hasta un lerdo truscolán puede entender sin perderse y con muchas tiendas, muchos bares y lo más importante, con muchísimos lugares en los que sentarte a descansar o a esperar y en donde hayan puntos de electricidad a mansalva porque en el siglo XXI (equis-equis-palito), las cosas más imprescindibles en nuestra vida necesitan recargar sus baterías con cierta frecuencia. Schiphol lo tiene todo y por eso es el mejor aeropuerto de Europa.

Como el vuelo era a un destino fuera de la Unión Europea, los controles de equipaje eran en la misma puerta de embarque, algo a lo que se tendrán que acostumbrar los truscolanes en su momento, ya que no ser ciudadanos de la Unión tiene esas cosas. En el avión, yo había seleccionado un asiento casi al final del mismo, ya que estaba seguro de que así no se sentaría nadie a mi lado y así fue.

Embarcamos y despegamos en hora. Turkish Airline fue la mejor aerolínea europea en el 2013 y el premio se lo dieron por algo. El espacio entre filas es espectacular. Hasta una persona con muñones en vez de piernas lo nota. Además, tienen un espectacular sistema de audio y vídeo y según despegan pasan las azafatas regalando dulces y dándote el menú para que elijas tu plato principal. La cena fue de rescándalo y en menos que nada llegué a Estambul. Esta vez el aeropuerto era el de Ataturk y por eso, el avión dio una vuelta por encima de la ciudad e identifiqué el chabolo de mi amigo el Turco desde el aire, los centros comerciales a los que vamos al cine y muchos otros lugares. Cualquiera diría que he pasado por Estambul con frecuencia … coño, si creo que esta es la octava o la novena vez que paso por allí …

En el aeropuerto, como tenía el tripazo lleno, busqué un baño y me eché una jiñada turca y así vacié la recámara de aire porque a mí volar me infla como a un pez tamborín. En el retrete parecía que estaba ensayando alguien de la sección de viento de una filarmónica. Mi segundo vuelo salía a la una de la mañana, hora turca y el embarque comenzó casi una hora antes. Fue muy rápido y de nuevo elegí un asiento casi al final de avión, también porque si hay algo que se es que la parte delantera está petada y en la trasera, con suerte no se sienta nadie a tu lado y tienes dos asientos como así fue. A mi alrededor, las cosillas que iba a necesitar. El flotador para el cuello, el antifaz para dormir, el iPad y una vez me quité los zapatos y me acomodé tapándome con la manta que te dan, estaba listo.

El primer avión era un Airbus A321 y el segundo un A330. Tras despegar, nos volvieron a dar dulces y también una cajita de metal fastuosa que en su interior lleva unos calcetines largos y cómodos, un antifaz, tapones para los oídos, crema hidratante para los labios y un cepillo de dientes con un poco de pasta. Estos detallitos son muy de agradecer y los terroristas musulmanes malayos que iban en el vuelo lo guardaron para regalar. Se me ha olvidado comentar que tuve un momento de pánico mientras esperaba porque el vuelo tenía código compartido con Malaysia Airlines. Pensé que igual era uno de sus aviones y con mi suerte y todos los males de ojo que me han deseado últimamente, pilotaba el primo-hermano del julay que desapareció el otro avión y éste repetía la hazaña. Cuando vi a la tripulación venir y comprobé que ninguno era asiático y todos parecían terroristas musulmanes pero de las cercanías de Europa, respiré tranquilo.

Fui al baño para vaciarme de líquidos y al poco nos dieron la cena, apabullante. Me encochiné nuevamente y cuando acabé me puse la almohada del cuello, el antifaz y así sin más caí muerto. Dormí entre seis y siete horas con un par de minutos despierto de cuando en cuando. Casi que prefiero estos viajes larguísimos, yo en los aviones duermo como un bellaco truscolán. Aterrizamos en Kuala Lumpur sobre las cinco de la tarde hora local. Yo me conozco el aeropuerto así que salí y fui directo al tren que te lleva desde la terminal satélite a la principal y después pasé el control de pasaportes, recogí mi maleta, bajé a la estación de tren y compré mi billete para Kuala Lumpur. Tuve que esperar diez minutos por el tren y tras media hora en el mismo llegamos a la ciudad.

En todos mis viajes anteriores (salvo una noche cuando fui a Taman Negara), elijo el triángulo de oro para quedarme pero esta vez pasé, la zona la tengo muy vista y lo único que quería era algo cerca de la estación de tren. Encontré un hotel muy barato y que estaba muy bien y fue salir del tren y en menos de cinco minutos estaba en mi habitación. Tras una purriada de años, han inaugurado un centro comercial enorme junto a la estación de tren y conectado con la misma y con el Monorrail. Más tarde fui por allí y encontré un sitio para cenar antes de retirarme a la habitación. Conseguí dormirme a las once y dormir de un tirón hasta las siete de la mañana. Así acabó la primera etapa de mi salto a Asia. Al día siguiente seguía camino y por la mañana iba a ser un poco de turismo por la zona antigua de Kuala Lumpur.

El relato continúa en De Kuala Lumpur a Chiang Mai


2 respuestas a “Otro de esos saltos gigantescos”

  1. Pobre Evelyne, a mi no me da ninguna envidia, es mas me canso con solo leer, estoy preparando un viaje con mi coche para pasar unos días con mi hija y nietos para mi cumple y si no fuera porque ya he dado mi palabra me echaba para atrás 🙂
    Salud