Balada triste de trompeta


Nadie me puede reprochar que no vaya a ver cine español. Siempre que paso por España, procuro que el único cine que vea sea el producido en el país, sin doblajes ni cosas por el estilo. Ya me siento hasta raro cuando voy a esos cines con salas vacías porque todo el mundo prefiere ir a lo seguro aunque reconozco que tiene su lógica, cuando los primeros minutos de una película se gastan en indicar las decenas de organismos públicos que han tirado su dinero recaudado mediante impuestos para que algún amigo del gobierno de turno pueda dar rienda suelta a su artisteo y haga lo que le salga de los huevos. Pese a lo anterior, estas navidades decidí darle una oportunidad a Balada triste de trompeta, lo último del director Álex de la Iglesia.

Un julay pollaboba se encoña de una soplapollas a la que le gusta que la hostien y se tiene que enfrentar al primo malvado del de Zumosol

Comenzamos en la guerra civil en un circo, en el que mientras intentan entretener a los niños, afuera hay una batalla. Los republicanos reclutan al payaso tonto y este se da gusto matando fachas a golpe de machete, aunque acaba en la cárcel. Su hijo, que también quiere ser payaso, cumplirá años más tarde su sueño en otro circo, uno que recorre España y en el que el payaso listo y gracioso es un desequilibrado, alcohólico y violento que le arrea palos a su novia y a todo el que se cruza en su camino. El payaso tonto se enamorará de ella y se desquiciará entrando en una espiral de violencia que no puede tener un buen final.

La historia es de esas que navegan en los mares del absurdo. Aunque el director tomó un montón de riesgos y se nota que quería hacer algo legendario, lo cierto es que conmigo no lo ha conseguido y más bien me aburrí bastante con esos personajes que son como caricaturas de humanos de verdad y las estúpidas líneas de diálogo que les obligaban a decir. Conmigo no funcionó la ambientación, la violencia, la música, nada. Me parecía estar viviendo una experiencia extracorporal en la que mi alma sale del cuerpo y lo ves todo como muy distante. Hubo un momento en el que casi me duermo de puro aburrimiento. Poner a un tío violento pegándole hostias a la novia no es algo que a mí me parezca muy artístico o a un payaso cortando cabezas y brazos con un machete y ahí radica el problema, que se sacrificó la historia para primar el aspecto visual, para ir un paso más allá en el reino de lo impactante. Quizás sea lo que busca la gente que no se cansa de ver esos programas que dan en la tele española y en los que unas hienas devoran al pobre desgraciado de turno pero a mí no me vale.

En resumen, otra de esas películas españolas que pasarán sin pena ni gloria y que olvidaremos bien pronto. A menos que te encante la violencia de género y te pongan los frikis, ni te molestes en ir a verla.

04/10


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