Buceando alrededor de Koh Tao y la visita a Nang Yuan


El relato comenzó en Otro de esos saltos gigantescos

Mi segundo día en Koh Tao era el reservado para la exploración. La tarde anterior me había apuntado a una excursión alrededor de la isla que paraba en cinco puntos para bucear. Esto me sirve para ver si la próxima vez me acuerdo y me compro unas gafas y tubo en Holanda y me los traigo, aunque sea un peso muerto que solo usaré una o dos veces, al menos sé que la boca que chupa ese tubo es la mía, que las que te dan en esas excursiones están chupadísimos por todo tipo de chusma y gentuza y es hasta probable que por truscolanes de mierda. Como mi pensión estaba en el centro del villorrio principal de Koh Tao y a dos minutos andando del muelle, les dije que yo bajaba directamente y me ahorraba esperar en la calle durante veinte minutos para que me recogieran. En esta ocasión pasé de llevarme una toballa porque nunca la uso, se moja toda y con los calores de estas tierras, te secas en menos de doscientos cuarenta segundos sí o sí.

Llegué al muelle y allí me dieron la lista para que me apuntara y pusiera mi nacionalidad, además de la edad, siempre 32 por culpa del síndrome de Peter Pan. Todos éramos europedos y chinos. No me he cruzado casi no ningún español en este viaje. Recuerdo que el año pasado tuve que tachar en una de las listas el invento ese de País Basko y rectificarlo por Provincias Vascongadas, ESPAÑA, mucho más correcto. El mayor grupo lo formaban cuatro chamos de Dinamarca y dos inglesas ya algo ajadas y encochinadas los tomaron como el objetivo de sus flirteos, comenzando el ataque cuando ellos empezaron a fumar y ellas se les unieron. El universo parece que se divide en dos clanes. Los que fuman y el resto. Aparte de esos seis y algún miembro de la tripulación, nadie más tragaba humo y nadie intentó en ningún momento unirse a ellos. Es la ley más sagrada de la selva y la jungla. Tanto mis amigos el Rubio como el Turco parece que intuitivamente aplican la norma que uso yo y ninguno de ellos trata con gente que fuma. Vivimos en un universo opuesto al de ellos.

A las nueve salimos del muelle en una operación complicada porque cinco o seis barcos lo hacen a la vez y las aguas son poco profundas. De repente había gente saltando de barco en barco, tirando de cuerdas, empujando y gritando pero se nota que lo hacen todos los días porque no sucedió nada y de pasar algo, simplemente caminaríamos porque no hay demasiado fondo.

La primera parada fue al sur de la isla, en la bahía de los tiburones o Ao Thian Ok. Saltamos al agua y aparte de nadar sobre unos tiburones muy tímidos y que cuesta encontrar, lo más relevante es que los corales en ese sitio están bastante cascados, con lo que ya me preparaba para todo lo peor y asumía que esto iba a ser como en Indonesia. Uno de estos años debería regresar a las islas Perhentian en Malasia porque las tengo idealizadas. De todos los sitios en los que me he tirado a bucear, son las que tenían los fondos más bellos. Estuvimos una media hora en el agua. Los chinos, por supuesto, buceaban con chalecos salvavidas y todos tenían unas bolsas impermeables para hacer fotos con sus dispositivos mágicos y maravillosos, ya que nadie en China con dinero para viajar usa, ha usado o usará jamás un androitotorota y particularmente, jamás de los jamases una copia burda y asquerosa y condenada en tribunales de la empresa de los cabezudos korreanos de mierda, esa que cambia el orden del número y la letra de los iPhones para nombrar sus modelos. Estando allí descubrí que en el barco iban también tres italianas, ruidosas como ellas solas y pijas a más no poder. Se apoltronaban en la cubierta superior posando para un anuncio de Mangani solo que el aire cuando el barco se mueve y los treinta y pico grados de temperatura les quitaban todo el glamour y las dejaban chorreando de sudor. Los únicos que estaban interesados en ellas eran los tailandeses de la tripulación, que chapurreaban palabras sueltas y ellas respondían con otras palabras sueltas, básicamente con ambos grupos demostrando su incapacidad para hablar inglés.

Nuestra segunda parada fue en Aow Luk. Fue saltar al agua y casi ahogarme cuando se me olvidó que llevaba el tubo en la boca y se me escapó un GUAU. Todo lo contrario que el lugar anterior. Unos corales espectaculares, bandas de peces, un agua transparente como el cristal, un universo extraterrestre. Vais a tener que hacer una colecta para una funda de esas para el iPhone si queréis ver vídeos y fotos de lugares así. En el lugar también hay una playa de arena blanquísima y un par de complejos turísticos, aunque por lo que he leído, la carretera para llegar es odiosa. Flipé con lo hermoso del fondo y me tuvieron que sacar de allí con amenazas, como al resto de los turistas. Todos íbamos por el agua como cochitos de choque, sin saber muy bien en donde fijarnos porque todo era hermosísimo.

La tercera parada fue en Hin Wong, otro lugar precioso y con unos fondos increíbles. Aquí también habían varios grupos de buceadores con bombona, probablemente de la infinidad de empresas que te enseñan a bucear en esa isla en cursos de cuatro días a precios mucho más económicos que en cualquier otro lugar del mundo. En algunos de los otros barcos les estaban dando de comer así que supuse que tras el buceo nos llegaría el turno y efectivamente, se cumplieron mis sospechas. Al salir del agua un chamo te entregaba un tupperware que contenía arroz, una bolsita con carne picada con especias y verduras y una cuchara. Buscabas tu rincón en el barco y te lo comías. De postre nos dieron piña y sandía.

La cuarta parada fue en Aow Muong o la Mango Bay, al norte de la isla y en un lugar al que resulta muy difícil llegar con moto o coche, con lo que solo están por allí los visitantes que vienen en barco. El agua estaba tan clara que parecía un cristal, podías ver el fondo sin problemas. La flora y la fauna, fabulosa. Los tailandeses se dedicaron a tirar trozos de galletas y sandía y se acumulaban cientos de peces para comérselos. Los lanzaban directamente delante tuyo y de repente veías una marabunta que luchaba por conseguir un pedazo de comida y te ignoraba completamente.

Desde aquí fuimos a Nang Yuan, que tiene su propio embarcadero y en donde pasaríamos unas horas. Está al noroeste de la isla y en realidad son tres islotes, unidos entre ellos por franjas de arena blanquísima formando una Y. Es una especie de parque nacional y hay que pagar algo más de dos leuros por entrar. Allí, puedes bucear en los conocidos como Jardines Japoneses, nombre que comprendes cuando has saltado al agua y encuentras esos corales separados por arena y llenos de vida marina en un agua impoluta, puedes subir al mirador y tener una vista aérea del conjunto o puedes descansar en la playa que forma la franja de arena. Flipante, como seguro que habréis visto en los vídeos y las fotos. Este era el ultimo punto y desde allí regresamos al muelle, al que llegamos cerca de las cinco de la tarde.

Volví a cenar en el restaurante de Na Na y me acosté temprano porque estaba agotado.

El relato continúa en Desde Koh Tao a Bangkok

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2 respuestas a “Buceando alrededor de Koh Tao y la visita a Nang Yuan”

  1. Los corales son una preciosidad en si mismos y en la vida que hay en sus alrededores, nunca se me olvidarán la maravilla de corales que hay en Venezuela.
    Salud

  2. Esto si que fue un día productivo y digno de envidia, igual que el día de Elephants World, hasta ahora mis dos favoritos para copiar (algún día).