Cuando elegía los sitios de buceo que quería visitar allá por enero, no tenía ni puta idea de lo que iba a ver, salvo por las mantas en Komodo y las sorpresas no han dejado de sucederse. Hoy nuestro eterno peregrinaje nos llevó a la isla de Maratua, la única en la zona que puede considerarse isla porque tiene los kilómetros adecuados para ello, ya que al parecer hay hasta una ley universal que dice que si llega a los kilómetros esos es isla y si no, islote, con lo que Derawan, Kakaban y Sangalaki son más bien islotes. Como todos los días, la vida comienza a las seis de la mañana y a las siete estamos todos desayunando y excitados por lo que está por venir. Ayer en el panel en el que vemos los destinos y el barco en el que vamos me cambiaron de grupo y en lugar de ir con los Malayos, me pusieron con los canadienses, tres chavales que acaban de acabar la carrera de medicina y que ahora les toca la esclavitud de los cinco años esos en los que los explotan a conciencia antes de darles la especialidad. Una cosa que distingue al buceo de otras actividades es que nos une a todos, independientemente de la raza, el sexo o la edad y así te lo pasas igual de bien con los malayos, que son ya mayores como Genín y Virtuditas que con los canadienses, que están casi recién nacidos. En nuestro barco venían otros tres, una chica y dos chamos que aún no les he pillado el acento pero son de algún país anglosajón.
La isla de Maratua es la más alejada de Derawan y el trayecto en barco nos tomó como setenta minutos. Tiene forma de letra U y en la misma hay incluso un aeropuerto, pero solo para aviones pequeños a hélice y hay un montón de complejos turísticos y al parecer es popular entre los locales. Nosotros obviamente no íbamos por eso. El trayecto de ida lo hicimos con unos dormitando y otros escuchando música o audiolibros ya que con el ruido del motor no se puede hablar. Nuestra primera inmersión era también la más profunda. Nada más comenzar a bajar vimos una tortuga enorme y poco después una raya enorme, que estaba posada en la arena junto a una roca y al poco levantó el vuelo y se fue. Al poco vimos una raya águila y después nos topamos con un banco de barracudas gigantesco y nos agarramos al suelo para quedarnos un rato viéndolas. Después seguimos y mientras más avanzábamos, veíamos más y más tortugas y muchas de ellas, como rascándose el caparazón contra rocas, que parece que les mola un montón. En total en esa inmersión vimos al menos quince tortugas, pero de las gigantescas.
Salimos y después de la hora de descanso bajamos de nuevo en un lugar que ellos llaman tráfico de tortugas, así que hasta los menos iluminados se pueden imaginar lo que se ve por allí. En la hora que estuvimos yo vi al menos treinta tortugas diferentes, ascendiendo, descendiendo, navegando, rascándose el caparazón y haciendo otras cosas. Aquello era un festival de tortugas con un pulpo enorme que yo me habría llevado para la cena. También vimos un pez loro cototo verde, el gigantesco que el año pasado vi en manadas en Malasia y todo tipo de peces que ni recuerdo. Aquello fue épico.
Salimos y fuimos a un pantalán para almorzar nuestra cajita de siempre y después del descanso vino la tercera inmersión, esta siguiendo una pared con corriente y viendo algas, corales y peces por un tubo y hasta una morena. Fue una hora muy relajada y para calmarnos después de lo vivido durante el día.
Cuando estábamos regresando oteamos unos delfines y el capitán del barco redujo la velocidad, comenzaron a hacer ruido como de tambores y uno de los delfines se puso a nadar justo delante de la proa, como guiando el barco. Fue épico y flipante. Después vinieron muchos más delfines que saltaban a nuestro alrededor y hasta pillaron un pescado de dos o tres kilos que acarajotaron y estaba el pobre chapoteando en la superficie hasta que se lo comieron los delfines. Esto fue la guinda a un día fabuloso. Después de volver, lo de siempre, rellenar nuestros diarios de buceo, que nos los firmen y después ir a cenar. O eso pensaba yo, pero me encontré con los malayos que habían pedido comida a una chama que prepara por encargo y tenían un montón y me invitaron a cenar con ellos y si has tenido la suerte de ver las fotos en mis estados, fue un festín con pescado unicornio, pulpo, sepia, hierbas de esas que comen las cabras, pinchitos de pollo con salsa de cacahuetes y nasi goreng. Los locos estos se trajeron desde Malasia diez botellas de whiskie y por las noches se ponen ciegos. Yo pasé de tomar alcohol que soy un profesional del buceo y me debo a mi adicción.
Y así van pasando los días en Derawan y ya solo me quedan tres días y nueve inmersiones antes de seguir mi ruta hacia mi tercer destino.
El relato continúa en Mi segunda visita a la isla de Kakaban
5 respuestas a “Buceando con tortugas en la isla de Maratua”
Me acordé de ti porque estuve viendo un documental que hicieron a escondidas de tus amigos los japoneses, de como asesinaron de una sola sentada a 23.000 delfines para que no se comieran el pescado, a eso le llamo yo ser unos HDLGP sifilítica!!! 🙁
Si, ya he visto que cuidas muy bien tu barriga, los jiñotes deben de ser épicos y legendarios, como dice aquel elegido… 🙂
Salud
Alguien me puede decir como puedo ver las fotos?
Montse, tendrías que ponerte en contacto con el para que te agregue al WhatsApp del viaje, es la única manera que yo sepa, y depende de el, lo que no se es si lo puede hacer desde donde esté 🙂
Salud
Que a estas alturas del viaje puede ser cualquier sitio sobre o bajo el mar….
Que como ya acabó el viaje, ya no es posible. Montse, ayer cuando volví vi 3 correos tuyos a la dirección de apple, que ya no uso. Esta vez no mandé la foto diaria porque eran vídeos y lo que hice fue invitar a Virtuditas y Genín, que que yo sepa son los únicos que leen regularmente a mi whatsapp y allí ponía las fotos de todo lo que comí y vídeos de 30 segundos sacados de mi cámara y como es en los estados del whatsapp, a las 24 horas los borran.