El relato comenzó en Desde Utrecht a Kuala Lumpur
El tercer día de buceo y cuarto en el barco arrancó a las seis y media de la mañana, aunque el chino se levantó un rato antes por aquello de hacerse doscientas flexiones y tres mil abdominales. A las seis y media o eso que también se puede decir como cuatro horas y media antes de la hora Virtuditas comenzó la tertulia en la zona en la que nos explicaban las cosas. Miramos el contenido de oxígeno en nuestras botellas, ya que estamos buceando con aire enriquecido en oxígeno y a veces el compresor te mete una mezcla del 29% y en otras es del 30%, pequeña variación pero que puede suponer un par de metros más de máxima profundidad. La primera inmersión del día era en el Pináculo de Tachai, igual que la última del día anterior.
Fue bajar y de nuevo, explosión de vida. En el lugar hay de todo, bancos de barracudas de varios tipos y una cantidad dantesca de pescado. Otra vez demostramos que somos los mejores y nos quedamos una hora debajo del agua mientras que los demás grupos rondaban entre los treinta y los cuarenta y cinco minutos, lo cual da fe de lo muchísimo que he mejorado y como controlo la respiración, que a veces me parece que soy noréxico-bulímico de oxígeno, porque me jinco buchitos cortos de aire para no gastarlo y siempre tengo ganas de más.
Tras salir comenzaron a mover el barco a nuestro siguiente destino y el punto más al norte de la costa tailandesa al que íbamos. Nos quedamos a tiro de peo del borde con Birmania (o Myanmar o el país de los budistas mata-moros, según lo queráis llamar). Tardamos casi dos horas y media en llegar a la roca Richelieu, lugar en el que haríamos las tres siguientes inmersiones. En el intervalo del viaje aproveché para desayunar, escribir la anotación anterior del viaje y otras tonterías. El niño del capitán del barco y la cocinera, que al parecer es un vidente de tiburones ballenas, predijo que veríamos una y todo el mundo estaba excitadísimo.
Nos lanzamos para nuestra segunda inmersión y fue entrar en el agua, comenzar a bajar y vemos a todos los buceadores histéricos y siguiendo un tiburón ballena. Intentamos seguirlo pero nos pillaba muy lejos. Con la excitación se chupa aire que no veas. En eso que vamos a empezar a mirar la zona y oímos a un tío avisando, lo cual hacen golpeando con algo metálico su tanque. Nuestra jefa nos indicó una dirección y hacia allí fuimos. Cuando vimos la situación, con el mismo tiburón que venía por otro lado, ella nos dijo por señas que seguramente giraría y que nos pusiéramos en otro lado que no tenía mucho sentido. El tiburón ballena GIRÓ y pasó pegadísimo a nosotros. Todos tenemos unos vídeos increíbles y aquello fue, para todos, una de las experiencias más intensas de nuestra vida. El tiburón pasó por encima de mi, tanto que me tuve que pegar al fondo. No hay palabras para describirlo. Tras esto hubo un tercer avistamiento pero el tiburón se hundió por debajo de los treinta y cinco metros. Todos los buceadores estaban histéricos, las botellas se vaciaban y en esa segunda inmersión del día hicimos poco más y aún así, ha sido la mejor del viaje. Cuando salimos, la cubierta del barco era un jolgorio, con todo el mundo viendo vídeos, gritando, abrazándonos y lamentando que no teníamos internet para compartirlo. Almorzamos y para el tercer descenso, que era en el mismo lugar, todo el mundo estaba preparado y listo quince minutos antes de la hora prevista.
No volvimos a ver el tiburón y nos centramos en la fabulosa fauna local, que allí también hay tres tipos de peces barracudas, hay especies autóctonas y unos meros enormes. La tercera inmersión fue de fábula también y recorrimos el lugar relajados ya que habíamos visto aquel pedazo de tiburón.
La cuarta inmersión fue al atardecer, cuando los peces se desmelenan y se preparan para dormir, un momento en el que hay tanta vida o más como con la primera luz de la mañana. Los bancos de barracudas no dejaban de dar vueltas, había ríos de unos peces amarillos preciosos y también nos fijamos en un pez anémona con un punto rojo que es de esta zona. Salimos, nos duchamos, cenamos felices como perdices y después nos juntamos todos en la sala común para ver un vídeo que hicieron con todo lo que han grabado los Dive Masters durante las primera doce inmersiones. El vídeo es de unos veinte minutos y ya lo subiré al llutuve cuando vuelva y será de visionado obligatorio para todo aquel o aquella que me conoce. Esa noche no dejamos de hablar del tiburón Ballena y sobre nuestras cabezas, la espada de Damocles porque todo lo bueno se acaba y al día siguiente llegaba el final.
El relato continúa en Acabando el viaje en Khao Lak y regresando a Patong
3 respuestas a “Buceando por un tubo y con un tiburón ballena”
Yo creo que ese tiburón ballena está domesticado y lo sueltan cada vez que van los turistas 🙂
Salud
Buah, vaya experiencia, que chulo… (sigo sin ver fotos de los abdominales esos, yo creo que nos engañas y que realmente te has inventado al compañero de camarote)
Pregúntale a mi madre que ha visto la foto y el vídeo de cuando saltamos de la cubierta superior. Ya él y la China han visto el vídeo del luna