Callejeando por Manila y el salto a Puerto Princesa


El relato comenzó en El comienzo de otro gran viaje

Mi primer día de turismo en las Filipinas comenzó temprano y como siempre, me sorprendió que todo el mundo estuviera activo en el hotel. Bajé a desayunar antes de las siete de la mañana o eso que conocemos como cuatro horas antes de la hora Virtuditas y la cafetería del hotel estaba petada. Después de comer, en recepción me pidieron un taxi y salí hacia Intramuros, la parte más antigua de Manila y que por el nombre, hasta el más lerdo sabe que hubo / ha habido / hay una muralla en esa parte de la ciudad. Pese a que la distancia no era muy larga, nos tomó unos cuarenta minutos gracias al tráfico infernal de la ciudad. El hombre me dejó al lado de la Catedral, que llaman así, en español. En el idioma filipino, cada vez que hay una referencia al señor ese que preñó a una adúltera casada con un marico y con la que tuvo un hijo que le ayudó a completar cierta trinidad, la palabra en su idioma es Dios. Imagino que los dioses locales tenían nombres más bonitos, como Yónatán, Ayose o similares y cuando les llegó el de los presuntos tocadores de niños, los pilló descolocados y sin palabra y adoptaron la española.

Volviendo al relato, Intramuros se creó en el año de nuestro señor del 1570 y sigue siendo una reliquia colonial, aunque durante la Segunda Guerra Mundial sufrió mucho por los bombardeos.

Después de hacer unas fotos por fuera y justo cuando acabó la misa de las ocho y media, entré a ver la catedral. Esta es la octava reconstrucción de la misma, ya que a Dios parece que se la suda bastante y la tumban a cada rato, ya sea por fuego, tifones, terremotos o guerras. En este octavo intento reconstruyeron la catedral romanesca del séptimo y se acabó en 1958. Al ser tan nueva, carece del poderío de otras iglesias pero es grande e impresiona, que es de lo que se trata. En una de las capillas, entrando a la izquierda, tienen una copia de La Pietà del genial Michelangelo, famosa tortuga ninja y artista poli-todo y los chinos y otros se hacen fotos con ella como locos, poniéndole las manos encima y sobando la estatua sin respeto alguno por lo que representa, lo cual calienta a los filipinos que los acaban echando de allí. Salí, le hice fotos al Ayuntamiento y al Palacio del Gobernador que flanquean la Catedral y fui a Fort Santiago, en la marte noroeste de Intramuros. Este fuerte lo mandó a construir Legazpi cuando llegó y fundó la ciudad en 1571. El fuerte está vinculado a las épocas coloniales española y yanqui. Su parte más siniestra ocurrió en la Segunda Guerra Mundial, cuando descubrieron que los japoneses dejaron un regalito de más de seiscientos hombres muertos en sus celdas subterráneas. La visita te lleva por muchos jardines, el baluartillo de San Francisco Javier y el fuerte propiamente dicho. Tras pasar por un pórtico de piedra llegamos a la Plaza de Armas y en ella hay una estatua de Juan Rizal. También hay un museo en el que se pueden ver obras originales de ese hombre, así como la celda en la uqe see quedó hasta que lo llevamos a un parque cercano y lo fusilaron, ya que el chamo era independentista. Que pena tan grande que los gobiernos actuales no tengan los bemoles para hacer lo propio con un puñado que yo me sé de sangre truscolana. Molarían esas retransmisiones con esos traidores gritando como mariconas cluecas clemencia  y después de un intermedio para ver unos anuncios de nuestras bebidas favoritas con mucha chispa de la vida, fusilamiento y tiro de gracia, expresión que en filipino significa el tiro que le das para asegurarte que el hijoputa muera. Bueno, el Rizal es un héroe nacional y antes de diñarla escribió un poema a su familia declarando el amor por su nación y que es la obra cumbre de la literatura de ese país. Allí tenemos el original y unas copias enormes traducidas a un montón de idiomas. Casualmente, esta es una de esas visitas en la que no hay que buscar traducción, está en la lengua del mejor blog sin premios en castellano.

Al salir de allí me acerqué al Memorare Manila, por detrás de la Catedral, una escultura de una chama con un niño muerto que supuestamente representa la destrucción de la ciudad en la Segunda Guerra Mundial. Después seguí el paso hasta la iglesia de San Agustín, la mejor de la ciudad, con un glorioso interior en barroco, llena de murales, techo azulejeado e imágenes religiosas como una que los elegidos ya han visto en un correo separado. Se construyó en 1587 y es la iglesia más antigua de las Filipinas construida en piedra. En ella está la tumba de Miguel López de Legazpi, fundador de la ciudad. La iglesia es además el único edificio de Intramuros que sobrevivió a los bombardeos y destrucción de la Segunda Guerra Mundial. Pegada a la iglesia había un monasterio de agustinos que ahora es un museo, lleno de parafernalia religiosa. Por supuesto, tiene un bonito claustro. 

Al dejar la iglesia me acerqué a Casa Manila, que está al lado y es una casa restaurada en estilo colonial, con sus muebles y la distribución de las casas en la época en la que el sol no se ponía en el Emporio y truscoluña tampoco era nación, por más que le mientan a los niños que tiene la mala suerte de recibir su educación allí y les cuenten otra historia. El edificio está muy bien, los muebles son muy bonitos, pero la sensación sensacional e invento único y exclusivo español es el doble retrete, ya que allí la gente jiñaba a pares y así podías mantener conversaciones o jugar a las damas. Mi amigo el Rubio ya está pensando en hacer uno así en su casa. Al salir de este lugar más o menos ya había acabado con las cosas del centro. Salí por el lado sur de la muralla, que por fuera es un campo de golf en el centro de la ciudad y le hice fotos y demás. Me acerqué a la Luneta  que ahora se llama Rizal Park, un parque en el centro de la ciudad, o mejor dicho, EL único parque en el centro de la ciudad.  Allí está el Rizal Memorial, una estatua en donde aún no tengo claro si han enterrado al héroe nacional y que está guardada por soldados todo el día y al lado del mismo está el lugar en donde lo fusilaron y le dieron garrote vil a tres curas que se rebelaron contra el Reino y se declararon a favor de los tocamientos a menores y de truscoluña y les dieron candela de la buena. Vi por fuera el Manila Hotel,  el más histórico de los de la ciudad y pillé un taxi para regresar al mío. Descansé un rato repuse fuerzas y después me pidieron un taxi para ir al aeropuerto, a la terminal 3. Los filipinos son los reyes del desorden y el Ninoy Aquino International Airport tiene cuatro terminales totalmente descomunicadas entre ellas y rodeado de un atasco eterno. Desde mi hotel, a menos de dos kilómetros, tardé unos cuarenta minutos en llegar. fui a la terminal más nueva, aunque lo de nuevo es relativo. Saqué mi tarjeta de embarque, pasé el control de seguridad para vuelos nacionales, que te permite llevar una cantidad ilimitada de líquidos (vi a una señora con una garrafa de cinco litros de algo que podía ser y posiblemente fueran explosivos)  y me compré una empanada de carne, que viene ser algo similar a nuestras empanadillas, aunque con masa más gorda. Una vez has entrado a la zona segura, no ay ningún panel para indicar el número de puerta de tu avión. Lo tienes que busar en unos anuncios en texto que ponen al lado de las puertas y estar al loro. El embarque fue rápidamente caótico, salimos solo con quince minutos de retraso pero después tuvimos veinte minutos de espera en pista por congestión del espacio aéreo. Mi vuelo era con Philippines Airlines y tardó una hora hasta Puerto Princesa. A mi lado iban dos niños que jamás habían volado y que fliparon en colores con la mesa abatible, los cinturones de seguridad, las luces y todo lo demás. Detrás iba un julay americano que se compró hembra filipina y que había venido con su chama al país y debía estar pagándole el viaje a los chiquillos y sus padres, los cuales iban aterrorizados al otro lado del pasillo. Tras aterrizar, salí por patas y cogí un tricycle, una especie de moto con mega-super sidecar que te lleva por prácticamente nada, con su ruido y todo lo demás. Mi destino era la pensión Lola Itang y al llegar me enteré que no me podía apuntar para la excursión al Underground River o río subterráneo que es una de las nuevas maravillas del mundo y que me obligó a cambiar los planes y organizar la escapada a Nido. 

Cené junto al mar en un puesto en el que hacían pescado y marisco a la barbacoa y después de eso me retiré a mis aposentos.

El relato continúa en Viajando al Nido


2 respuestas a “Callejeando por Manila y el salto a Puerto Princesa”

  1. No sabia nada sobre el WC doble, que asco estar oliendo y oyendo las cagadas del prójimo, supongo que por la dieta debían de tardar un huevo en jiñar, a lo mejor estaban estreñidos, total que tardaban mucho en limpiarse el culo y se aburrían, en fin, una verdadera cagada el sistema, nunca mejor dicho… 🙁
    Salud

  2. Hace muchos años en Filipinas se hablaba español (cuando llegaron los conquistadores), por eso el tagalo conserva tantas palabras en nuestro idioma.